Piénsalo un momento. Contestar a los grupos de WhatsApp, mandar memes, navegar por la red sin rumbo, responder mails de manera compulsiva… Los móviles y la tecnología en general ocupan cada vez más tiempo en nuestra agenda diaria, muchas veces sin darnos cuenta. De hecho, es ya una nueva adicción que se trata psicológicamente como cualquier otra. Sin llegar a ese extremo, el tiempo que dedicamos al móvil va muchas veces en perjuicio de nuestra faceta personal e incluso profesional. Y aquí los seniors tienen mucho que decir, ya que son los mejores abanderados del llamado 'bienestar digital'.
Pero, ¿qué es eso del 'bienestar digital'? Se trata de una potente corriente que viene desde los Estados Unidos que busca encontrar un equilibrio en nuestra relación con la tecnología, lo que incluye aprender a potenciar las relaciones humanas y nuestras capacidades gracias al móvil o la tablet, y no al contrario. Es decir, que sume sin que reste.
Por mi trabajo diario aconsejando a altos ejecutivos de empresas sobre cómo hacer una gestión del tiempo óptima, veo que son muchas las personas que se sienten muy identificadas con esta problemática. Desafortunadamente, las recientes estadísticas refrendan con cifras esta sensación general: el consumo medio diario de uso de móviles y tablets es de 4 horas y 33 minutos (2018, BankMyCell).
También me encuentro algunas personas que me trasladan una convivencia de otro tipo con la tecnología: o lo que es lo mismo, logran dominarla y que no les domine a ellas. Estos últimos afortunados siempre tienen la misma característica: ya han pasado los 40 y no nacieron con una pantalla pegada a la cuna.
El escritor y pensador inglés Simon Sinek fue de los pioneros en evidenciar que los adolescentes y veinteañeros tendrían que lidiar con esta problemática adictiva en su relación con lo tech: "Amo la tecnología, pero con equilibrio, un equilibrio que muchos jóvenes no saben que puede existir", dijo.
Esta frase resume la idea de una manera muy contundente y nos manda un mensaje implícito para los no tan jóvenes: tenemos mucho que aportar. Sobre todo porque España se encuentra entre los cinco países del mundo con mayor uso del móvil, unas cifras que no parece que vayan a bajar en los próximos años.
Otra estadística de Gallup señala que la franja de entre 18-29 años es la de mayor adicción al móvil, llegando a mirarlo compulsivamente docenas de veces a la hora y, lo que es peor, sintiéndose incapacitados para no hacerlo. En los más jóvenes (Generación Z), la cosa empeora: el 74% reconoce sentirse distraído todo el día por los dispositivos electrónicos (Udemy,2018).
Dicho de otro modo: los seniors somos los mejores embajadores naturales de la corriente del 'bienestar digital', de la misma forma que lo somos líderes en evitar el consumo de alimentos extraprocesados, nocivos para la salud, o para no utilizar productos que contaminen especialmente el medio ambiente.
Tenemos pues por delante la conquista de un rol doble: en primer lugar, abanderar y defender la necesidad de un modelo de uso más equilibrado y coherente. Como bien señala el profesor de ingeniería informática de Georgetown Carl Newport en su libro 'Deep Work', la idea es implantar una filosofía personal de reflexión continua sobre qué tecnología y qué comportamientos alrededor de ella son los que más valor aportan a nuestras vidas. No en vano, gurús tech como Steve Jobs restringieron el uso de internet a sus propios hijos.
En segundo lugar, debemos ser capaces de superar algunas resistencias al uso de 'lo nuevo', ya que nos veremos altamente beneficiados y, al mismo tiempo, nos dará más fuerza para llegar al equilibrio. Paradójicamente, los tiempos nos dan la gran oportunidad de ser los verdaderos líderes de un campo en el que parecíamos estar en desventaja. Y la estadística empieza a arrojar datos a favor nuestro. Según un estudio de 40db para Uppers, el 56,1% de la población entre 45 y 65 años reconoce que el móvil es lo primero que mira al despertarse y lo último antes de acostarse. En menores de 45, la cifra sube hasta el 71%. Maduramos... y aprendemos a desconectar.