¿Puede el acto de leer ayudarte contra el dolor?

Decía Malraux que todo hombre se parece a su dolor. Esto es porque probablemente nada nos enfrenta a nuestro ser más puro, más vulnerable, como el padecimiento. No se trata de ninguna metáfora. Hablamos de dolor físico, una de los grandes flagelos de la sociedad contemporánea. El mismo que padecen -según el último 'Barómetro del Dolor Crónico en España' publicado por la Fundación Grünenthal y el Observatorio del Dolor de la Universidad de Cádiz- nueve millones de personas en nuestro país.

¿Que tienen que ver los libros con el dolor?

Cuando hablamos de literatura es fácil confundir dolor físico con dolor emocional. Para la experta en gestión del dolor Mar Gómez Fuentes -autora de 'Libérate de la fibromialgia y alivia el dolor persistente'- es importante marcar bien la diferencia. "No creo que haya algo así como un dolor emocional y otro físico. Porque el dolor no está en los tejidos, se trata de una percepción. Dolor, simplemente, es dolor. Y a lo que comúnmente llamamos dolor emocional, lo llamo emoción desagradable".

Sin embargo, y he aquí lo paradójico del asunto, cuando hablamos del alivio del dolor, sí existe un componente emocional a tener en cuenta. "A menudo, cuando abordamos el dolor, nos centramos en aspectos físicos como el ejercicio, el sueño, la postura y la alimentación, pero tendemos a olvidar que las emociones, los pensamientos, las creencias y las expectativas también influyen en nuestro cuerpo. Por lo tanto, es fundamental abordar el dolor de manera integral y multidimensional", señala Gómez Fuentes. Y es ahí donde la lectura podría jugar un papel significativo. Para la experta al final de cuentas "no podemos separar el cuerpo de la emoción. Por ejemplo, forzar una sonrisa durante varios minutos puede mejorar nuestro estado de ánimo. La tristeza se manifiesta corporalmente cuando lloramos, y la ira tensa la musculatura".

Como experta en gestión del dolor ¿dirías que la lectura puede contribuir a aliviarlo?

Por supuesto, la lectura puede funcionar como una distracción efectiva para desviar la atención del dolor, como se puede observar al leer en la cama antes de dormir. La mayoría de las personas que sufren dolor crónico experimentan un aumento en su nivel de dolor por la noche, especialmente cuando intentan conciliar el sueño. Esto se debe a que durante el día hay más distracciones que durante la noche, lo que puede intensificar la percepción del dolor. Sumergirse en la trama de un libro puede ayudar a desviar la atención del lector del dolor, lo que a su vez contribuye a reducir su percepción del mismo.

¿Cuál es la relación entre el sueño y el dolor?

Las personas que sufren de dolor crónico a menudo enfrentan dificultades para conciliar el sueño y obtener un descanso reparador. Existe una relación bidireccional entre el sueño y el dolor: menos horas de sueño y una calidad inferior se traducen en un aumento del dolor. Leer antes de dormir prepara a la persona para descansar. Cuando la mente se sumerge en la lectura, las preocupaciones del día se desvanecen, lo que contribuye a reducir los niveles de estrés y genera una sensación de relajación en la persona.

El dolor genera tensión muscular, la cual no hace más que intensificarlo creando un círculo vicioso de dolor y tensión. Los pensamientos negativos, la preocupación y la ansiedad contribuyen a esta tensión. Así, cualquier actividad que relaje tanto el cuerpo como la mente puede ayudar a aliviar el dolor. La lectura puede ser un recurso eficaz, pero solo si el contenido nos proporciona calma. Leer noticias o algo que nos altere puede contrarrestar el efecto calmante deseado.

¿Hay estudios que sustenten esta afirmación?

Un artículo publicado recientemente en la Revista de la Sociedad Española del Dolor afirma que “Una mayor intensidad de dolor se ha asociado a una mayor prevalencia de trastornos del sueño, siendo esta relación recíproca y que perpetúa un círculo vicioso entre ambos.” Un estudio liderado por el neuropsicólogo cognitivo David Lewis de la Universidad de Sussex reveló que leer reducía la frecuencia cardíaca y la producción de cortisol y que hacerlo tan solo seis minutos de lectura al día, podía reducir el estrés hasta en un 68%.

¿Seis minutos?

Aunque el estudio anterior considera que seis minutos son suficientes, para reducir el estrés más de un 60%, por experiencia sé que cada persona necesita su tiempo, que serán diferentes en otras persona, influirán otros factores. De hecho, si el dolor es considerable no recomiendo leer. Primero porque cuando el dolor es tan intenso es difícil conseguir desviar la atención. Y porque cuanto más dolor la persona muestra más dificultad de concentración, atención, comprensión lectora y memoria y esto genera ansiedad, que se traduce en más dolor. Cuando el dolor es tan intenso se trabajan otros recursos.

Recomiendo que las personas lean lo que les apetezca, lo que les guste. Durante episodios de dolor intenso, puede resultar difícil expresarse; a menudo, las palabras no fluyen como uno quisiera. Esta dificultad puede generar ansiedad. Personalmente, intenté remediarlo leyendo el diccionario todas las noches antes de dormir, pero no obtuve ninguna mejora. En cambio, cuando empecé a leer sobre temas como el dolor o la neurociencia, disfrutaba tanto con la lectura que había momentos que parecía no sentir dolor.

Mal crónico

¿Por qué hay una tendencia a la alza cuando hablamos de dolor crónico? ¿Nos estamos haciendo daño como sociedad?

Estamos infligiéndonos un daño considerable sin siquiera ser conscientes de ello. Nuestro ritmo de vida tan antinatural es una receta para enfermar fácilmente, y lo peor es que hemos normalizado esta forma de vida. El abuso de la tecnología, la constante urgencia, la falta de tiempo para uno mismo y la autoexigencia son parte de un estilo de vida que nos enferma a todos, incluyéndome a mí. Como alguien que vive con fibromialgia, sé que mejorar mediante el ejercicio regular, una alimentación saludable, la gestión emocional y el buen descanso es posible. Sin embargo, estas mejoras pueden no ser suficientes, ya que los brotes persistentes continúan. La verdadera mejoría llega cuando encuentras un propósito en la vida, cuando vives en coherencia contigo mismo, disfrutas de cada momento y te brindas tiempo para ti. Es cuando te quieres, te respetas y logras ese equilibrio en el que cuerpo, mente y corazón. El dolor persiste hasta que no aprendes a escuchar a tu cuerpo y a responder a las señales que nos envía. A menudo, no encontramos tiempo para detenernos y mucho menos para atender esas señales que nos indican que algo no va bien. Solo nos detenemos cuando la enfermedad nos obliga a hacerlo.

¿El llamado dolor crónico no tiene, de momento, un origen determinado y además es incurable? ¿Es cierta esta afirmación?

Es importante aclarar que el término "crónico" no implica necesariamente que el dolor persistirá de por vida. Se refiere a un tipo de dolor que perdura durante un período prolongado, generalmente entre tres y seis meses. Es posible que se conozca la causa del dolor y aun así persista, incluso después de que la lesión haya sanado. En otros casos, el origen del dolor puede ser desconocido, lo que dificulta tratar la causa subyacente, pero sí es posible abordar los síntomas. Tomemos como ejemplo la fibromialgia, que actualmente no tiene cura conocida. Sin embargo, esto no impide que se puedan tratar los síntomas y mejorar la calidad de vida de la persona afectada. El dolor, ya sea que se comprenda su origen o no, puede ser modulado. La persona tiene un papel fundamental en este proceso, ya que puede tomar medidas para mejorar su situación, pero debe saber cómo hacerlo y tomar acción por sí misma, ya que nadie más puede hacerlo en su lugar.

Tal vez sería importante especificar que la lectura no funciona como un ‘analgésico’ en el momento del dolor… ¿Cuál sería el equivalente entonces?

Sin duda, no podemos considerar la lectura como un analgésico en el sentido tradicional. Sin embargo, basándome en mi experiencia personal, encuentro que cuando el dolor es de moderado a leve, actividades como la lectura, escribir, dibujar, pintar, hacer rompecabezas, pasear, y otras que resultan gratificantes, tienen un efecto analgésico. Este efecto se experimenta durante la práctica, pero tiende a ser efímero, terminando poco después de realizar la actividad. En cierto sentido, podríamos compararlo con una vitamina. Y con el tiempo, y la combinación de otras “vitaminas” sientes como mejora el dolor.