Yolanda Domínguez o cuando las mujeres facturan: "Hasta ahora la recompensa era solo el amor"

  • La artista visual y experta en comunicación igualitaria desgrana las claves para alcanzar la igualdad financiera en 'Las mujeres facturan'

  • "Al sistema capitalista no le conviene que sepamos de finanzas, nos quiere consumidoras", advierte la autora de 'Maldito estereotipo'

  • "Casi todos los mensajes que recibimos son para decirnos que no somos suficiente. Es muy difícil lidiar con una cultura que penaliza constantemente que las mujeres brillen"

En los últimos años se ha avanzado hacia una igualdad de género real, pero aún queda mucho camino por recorrer. La brecha económica sigue castigando con fuerza a la mujer. Casi 5.000 euros separan su salario medio anual del de un hombre, el equivalente a unos dos meses y medio de trabajo. Y la brecha se mantiene tras la jubilación: las mujeres cobran 485 euros menos de pensión que los hombres, según datos del Ministerio de Inclusión y Seguridad Social. "Las mujeres hemos sido socializadas para no tener dinero. Hemos sido las administradoras de los bienes, pero no sus dueñas", sostiene en 'Las mujeres facturan' (Ediciones B) Yolanda Domínguez, artista visual y consultora en comunicación igualitaria.

"El dinero es cultural e históricamente la antítesis de la feminidad", lamenta la autora. Por eso cuando Shakira clamó aquello de "las mujeres ya no lloran, las mujeres facturan" le llovieron las críticas desde ciertos sectores anclados en estereotipos culturales sexistas. Pero ya es hora de que ciertos paradigmas cambien, y ese cambio pasa, en primer lugar, porque la mujer destierre para siempre el mantra de que el "dinero no es cosa de chicas". El libro de Domínguez parte de ese propósito y aboga por una educación financiera igualitaria entre hombres y mujeres, en la que aprender a invertir, ahorrar y, sí, facturar, esté al alcance de todos.

Las mujeres facturan, ¿pero facturan lo que deberían?

Facturan poco y menos de lo que les corresponde si tenemos en cuenta todo el trabajo no remunerado de los cuidados y las tareas domésticas a los que dedican muchas más horas que los hombres. Los estudios indican que la brecha salarial es de un 30% a nivel mundial, que existe mayor pobreza femenina, que ocupamos menos puestos directivos y recibimos pensiones más bajas. Tener problemas económicos o depender de otras personas para subsistir tiene un impacto en la salud, el bienestar y limita nuestra libertad. Además, la dependencia económica y la falta de recursos está relacionada con la violencia de género. Así que tener dinero propio es muy importante.

¿Qué has aprendido de esas mujeres -Anne Delmas, Bisila Bokoko, Marta Cabezas o Nadia Calviño, entre otras- que te acompañan en el libro? ¿Cómo las elegiste?

Tenemos tan pocos referentes de mujeres que ocupen puestos de poder, de liderazgo o emprendedoras que ya solo poder conocerlas y pasar un rato con ellas ha sido un lujo que no todas las mujeres tienen. Escuchar sus historias y saber cómo resuelven los retos a los que se enfrentan cada día te da mucha energía para saber que se puede y seguir su ejemplo.

Tener referentes es importantísimo porque te ves proyectada en ellas y eso ya es un paso para llegar a ese lugar. En los medios de comunicación se siguen empeñando en mostrarnos con mayor frecuencia a mujeres hipersexualizadas e infantilizadas. Esto es algo que tiene que cambiar si queremos que a las mujeres se nos valore por lo que hacemos y no por nuestro cuerpo. No solo porque nosotras nos lo creamos sino también para que desde fuera nos consideren para esos puestos.

En el libro hablas de la violencia económica. ¿Puedes explicarnos un poco en qué consiste?

La violencia económica es un término que se refiere al uso del dinero como forma de control sobre otra persona. Normalmente se ejerce contra las mujeres porque suelen ser las que renuncian a su trabajo para dedicarse a los cuidados. Si tu pareja te pide que mejor te quedes en casa que ya se encarga él de traer dinero, pero ese dinero está en su cuenta bancaria, se lo tienes que pedir, te exige ver los tickets o te dice en qué te lo puedes gastar eso puede ser violencia económica.

También si menoscaba tus bienes, te roba, usa tus tarjetas sin tu permiso o en casos de divorcio si no te pasa la pensión alimenticia de los hijos e hijas obligándote a emprender procesos judiciales costosos. Es un tipo de violencia más habitual de la que creemos y que afecta a muchas mujeres, pero no se denuncia.

¿Por qué es tan difícil alcanzar la corresponsabilidad entre hombres y mujeres en cuidados y tareas domésticas?

Aunque en los últimos años se ha avanzado hacia la corresponsabilidad y cada vez es más habitual ver a hombres haciéndose cargo de la parte que les toca, aún existen muchos estereotipos culturales que hacen que los hombres dediquen más horas a trabajos remunerados. Está el de proveedor asociado a la masculinidad y el de los cuidados a la feminidad.

Las pasadas navidades me di una vuelta por la sección de juguetes de unos grandes almacenes y no había ni un solo juguete de cuidados y bebés con la figura de un niño. Los juegos y juguetes son actividades que permiten desarrollar capacidades y saber por qué aspectos se te va a valorar el día de mañana. Es muy preocupante que no haya juguetes que permitan a los niños desarrollar su empatía y su dimensión cuidadora y amorosa. Todos son agresivos, competitivos, individualistas…

¿Y por qué sigue habiendo tantos obstáculos a la hora de remunerar trabajos relacionados con esos cuidados y el bienestar social?

Es que viene muy bien que alguien los haga sin cobrar para que otros facturen y coticen. Según la socióloga Marta Domínguez, en España, en 2019, el valor de los trabajos domésticos era igual al 40,77 % del PIB. ¡Casi la mitad! A nosotras se nos ha educado para que nuestra recompensa sea el amor, pero el amor no se refleja en la cuenta del banco ni tampoco cotiza. La cultura generada por los hombres se encargado de reforzar la idea de que nosotras somos más emocionales y de responsabilizarnos de mantener los vínculos familiares, nos ha adjudicado esa tarea y la hemos aceptado a rajatabla sin cuestionarla. 

¿Qué se puede hacer para que el feminismo deje de ser visto como una amenaza por ciertos hombres?

El feminismo busca la igualdad y por lo tanto jamás podría perjudicar a los hombres. Es una cuestión de justicia, de lograr que todas las personas tengan los mismos derechos y oportunidades. Creo que cualquier ser humano debería alegrarse y comprometerse con ello. 

¿Cómo te sientes con el hecho de que muchos jóvenes hayan sido conscientes de la existencia del patriarcado gracias precisamente a la película de ‘Barbie’?

Me alegro de que un icono femenino como Barbie ponga sobre la mesa ese concepto, cualquier formato es bueno para hablar de ello. Ahora bien, la película es muy tramposa porque propone a Barbie como un icono feminista cuando nunca ha sido considerado como tal. Supongo que ese mensaje cala a las nuevas generaciones a quienes quieren vender la muñeca, pero a quienes hemos jugado con ella se le ven las costuras. Otra cuestión es que después de ver la película se ahonde y se reflexione sobre lo que plantea. Si se queda solo en 2 horas de cine y no se va más allá no creo que sirva de mucho, pero si da pie a que se lea y se amplíe información bienvenida sea. 

Dices que Aristóteles y Platón son los fundadores del Patriarcado S.A. Y Darwin y Freud serían miembros honorarios. Si sus raíces son tan profundas, ¿es realmente posible derribarlo?

Bueno, ¡esto no es literal! es pura ironía. Siempre decimos que el patriarcado no significa que un grupo de señores se junten para planear perjudicar a las mujeres, sino que son comportamientos que se van imitando, sumando y juntos crean una cultura que relega a las mujeres a un nivel de inferioridad. Precisamente por eso he querido jugar a recrear cómo serían esas reuniones, qué dirían y cuáles serían sus estrategias. Obviamente no sucedieron así. Pero lo que resulta de esas reuniones imaginarias sí es real.

La cultura se ha usado a lo largo de la historia para reforzar determinadas creencias. De la misma forma que la han utilizado los hombres para mantener su status podemos utilizarla para lograr la igualdad. Por supuesto que cuesta porque es una cultura que está muy arraigada y que incluso se percibe como biológica y natural. Pero eso no significa que no podamos cambiarla.

¿La igualdad hay que “ganársela”, como sugiere Nadal en su última entrevista?

No, la igualdad debería ser un derecho de todas las personas. Nadal es muy bueno en lo suyo, pero no parece tener conocimiento sobre feminismo e igualdad. Estoy convencida de que si leyera y se informara daría otro tipo de declaraciones. Tiene razón en que los deportistas hombres reciben mayor atención y por lo tanto generan más rentabilidad económica, la pregunta es: por qué las mujeres no despiertan la misma atención. ¿Quizás tenga que ver con una educación que asocia la acción y la competición a los hombres y la pasividad y los cuidados a las mujeres? Si todas las personas recibiéramos la misma educación sin importar su género y aún así ellos fuesen mejor en el deporte, nada que decir, pero la realidad es que la cultura nos trata de diferente manera.

¿Cómo podría abordarse la brecha salarial de género de manera realmente efectiva?

La “brecha salarial” es un concepto muy amplio que está compuesto por distintas problemáticas. Tiene que ver con que los trabajos feminizados están menos valorados, con el porcentaje de puestos directivos y de responsabilidad que ocupan hombres y mujeres, con la reducción de jornadas para hacerse cargo de los cuidados, con los extras por peligrosidad, con la exigencia de libre disponibilidad horaria y también con las diferencias salariales en un mismo empleo. Como son muchos factores habría que poner soluciones para cada uno de ellos a través de las leyes, las cuotas, cambiando la cultura, concienciando a los empleadores… No hay una solución única, se necesita un esfuerzo en los diferentes ámbitos.

¿Por qué las mujeres se autoevalúan de manera más negativa que los hombres? ¿De dónde surge ese miedo a ‘no ser lo suficientemente buena’?

La cultura se ha encargado de situarnos en ese lugar. Desde Aristóteles asegurando que las mujeres somos hombres incompletos, siguiendo por Freud, Darwin y llegando hasta nuestros días con la cultura contemporánea. La violencia simbólica o cultural no es realidad, pero influye en esta. En nuestra autopercepción, en la violencia estructural y en cómo nos perciben los demás. Casi todos los mensajes que recibimos son para decirnos que no somos suficiente. Nuestro cuerpo nunca está bien. Si sobresalimos somos sospechosas. Si tenemos poder somos unas manipuladoras… Es muy difícil lidiar con una cultura que penaliza constantemente que las mujeres brillen.

¿Y cómo se supera ese complejo de culpa en torno a la maternidad que aún tiene la mujer?

También es cultural. Desde el referente de la Virgen María como mujer abnegada hasta día de hoy, que sigue sin haber niños en las cajas de juguetes de bebés o las campañas que presentan a una madre como un ser compuesto de un 97% de entrega, 3% de egoísmo y 0% quejas de los grandes almacenes. En lo individual tenemos poco margen de maniobra. Es un poco injusto esperar que cada persona se gestione superar todos los estereotipos cuando la presión es constante. Sería mucho más eficaz que los medios de comunicación y las empresas cambien su forma de comunicar y presenten otros referentes. No hay nada de malo en que las mujeres cuiden, pero sí en que los hombres no se hagan cargo de la parte de cuidados que les corresponde y se genere un desequilibrio.

Hoy muchas de las mujeres que se perciben como empoderadas dan mucha importancia a su apariencia ¿Es cuestionable hacer caja con la imagen?

No es cuestionable hacer caja con la imagen, el problema está cuando esa es la única manera en la que las mujeres pueden facturar. Se acaba convirtiendo en un estereotipo que tiene consecuencias para todas las mujeres porque se percibe que ese es su único valor. Si no tenemos referentes de mujeres valoradas por otros aspectos, las niñas no se van a plantear que pueden facturar grandes cantidades de otra manera. Según la revista Forbes, las tres cuartas partes de las mujeres multimillonarias no lo son por méritos propios, sino por haber heredado su fortuna y entre el 28% de las que se lo han ganado la mayoría lo es por su popularidad, que tiene que ver con tener un cuerpo y un rol determinado.

¿Se ha abusado mucho del término ‘empoderamiento’ en los últimos años?

Sí, demasiado, hasta distorsionarlo. Las marcas han detectado que el término vende y se lo ponen a todo. También lo hacen los medios de comunicación. Pero no todo lo que hace una mujer es empoderante. Encajar en lo que la sociedad espera de ti te puede proporcionarte placer, pero no tiene nada que ver con el empoderamiento, que es un término político que hace referencia a la independencia de un grupo humano que está sometido a otro. 

Tres consejos básicos para que la mujer mejore su economía

Mirar el dinero. Mirar el tiempo. Educación financiera.

¿Nos podrías contar la teoría de los táperes financieros que expones en el libro?

Consiste en planificar tu economía en 4 tipos de táperes, los ingresos, los gastos, el ahorro y la inversión. Los táperes no solo sirven para guardar, también para planificar. Las mujeres no recibimos educación financiera, solamente mensajes que nos empujan a gastar y eso hace muy difícil tener un equilibrio económico. A mí nadie me había hablado nunca de la importancia de la inversión. Tener un dinero ahorrado no sirve de mucho si no lo inviertes porque acaba perdiendo su valor. Al sistema capitalista no le conviene que sepamos de finanzas, nos quiere consumidoras.

Tres hábitos que las mujeres podrían incorporar en su día a día para acercarse a la igualdad. Y tres consejos que les darías a los hombres que creen en el feminismo.

A hombres y mujeres les aconsejaría lo mismo. De la misma manera que no puedes saber de finanzas sin estudiar tampoco puedes detectar la desigualdad normalizada y saber cómo cambiarla sin leer, ir a conferencias e informarte. La igualdad no es una cuestión de fe sino de conocimiento.