La bella historia de amistad entre Daniel Pérez Prada y María Ángeles: "Su compañía es muy importante"

  • El actor colabora desde hace año y medio con la Fundación Grandes Amigos, dedicada a crear redes vecinales de acompañamiento

  • Su voluntariado ha creado una sensiblidad elevada a la exclusión de quien se siente solo y las barreras de la ciudad

  • La fundadora, Mercedes Villegas, nos detalla el efecto casi inmediato de la compañía, a nivel físico y mental

La soledad de los mayores a veces genera titulares que nos pellizcan el corazón. Le ocurrió al actor Daniel Pérez Prada al ver en un informativo la noticia del cadáver de un anciano que fue encontrado en su domicilio seis o siete años después de su muerte. Coincidió en el tiempo con un reportaje televisado sobre la Fundación Grandes Amigos, una organización que nació hace 21 años con un claro propósito: vencer esa soledad creando vínculos y nuevas amistades y ayudándoles a socializar para evitar su exclusión.

"Esa noticia -nos cuenta- conectó con esa parte de mí que siempre ha estado pendiente de ese colectivo. Fue hace año y medio. Contacté con Grandes Amigos después de ver cómo hablaban de la fundación, de su compromiso, su funcionamiento y los proyectos de acompañamiento a personas mayores".

A Daniel le conocimos con 15 años. Llegó al cine con la película '¿De qué se ríen las mujeres?', protagonizada por Verónica Forqué, Adriana Ozores y Candela Peña. Desde entonces no ha parado. En Telecinco le hemos disfrutado en series como 'El pueblo', 'El príncipe, 'El comisario' o 'La que se avecina'.

Comprometido con la vejez

Acaba de coproducir su primer trabajo como productor, el cortometraje 'Hasta el fin del mundo', que precisamente habla de esto. "La protagonista es una mujer entre 60 y 70 años que se acaba convirtiendo en un maniquí como alegoría de la incomunicación que siente a su alrededor y de la incapacidad para que el resto del planeta se fije en ella. Se estrenará pronto". Y para finales de año nos promete una serie de la que no puede avanzar nada. Tiene una agenda repleta, pero su compromiso con Grandes Amigos es ineludible.

En esta fundación ha ganado al menos una gran amiga, María Ángeles. "No es tan mayor, pero tiene esclerosis y va en silla de ruedas desde hace cinco años. Eso ha hecho que su tejido social y su telaraña de amistades se haya ido reduciendo. Su capacidad de planes o de actividad se haya visto disminuida por su movilidad absolutamente limitante. Pasa mucho tiempo sola y le viene bien que salgamos a dar un paseo, tomar un café, ir a una consulta médica o asistir a una obra de teatro. Recientemente estuvimos en el Ateneo".

El tiempo que pasa con María Ángeles ha sido para Daniel muy satisfactorio y, sobre todo, ha creado una extraordinaria empatía con las personas con movilidad reducida. "Acompañarla en esos actos cotidianos me hace tomar consciencia de las grandes barreras que existen en la ciudad. Me parece, por ejemplo, grave que un hospital como la Fundación Jiménez Díaz tenga uno de sus accesos sin rampa. Caminando con María Ángeles he podido reparar en obstáculos que para el resto no existen, pero a estos ciudadanos les supone una incapacidad añadida".

Efecto sanador

También le ha hecho constatar el efecto sanador de la compañía como seres sociales que somos. "Madrid es una ciudad muy grande. Las identidades y las compañías tienden a disolverse. Cuando las personas cuando van cumpliendo años y se hacen viejitas se quedan sin un tejido social o familiar sin que nadie a su alrededor se dé cuenta. Es algo que siempre me ha parecido terrible. Hay gente que muere en soledad, que pasa las fiestas de Navidad o momentos importantes de su vida absolutamente sola".

El actor reconoce que es una empatía que, aunque siempre estuvo ahí, se fortaleció cuando perdió a sus abuelos. "Echo de menos a todos, pero de manera especial a mi abuelo Miguel. Cada día de mi vida. Siempre he estado muy atento a la gente mayor y he conectado bien con ellos. Por eso me duele que nos olvidamos de ellos. El hecho de que estén al final de sus vidas no significa que esas vidas sean menos que la nuestra. Y el hecho de que muchos estén en soledad nos tiene que hacer considerar que a lo mejor en algún momento podemos acabar así, como ellos".

Todo empezó en Francia

La impulsora de Grandes Amigos es Mercedes Villegas, periodista. Llegó a Francia en el verano de 1994 como voluntaria. Quería aprender francés y de paso hacer labor social en la organización Petits Frères des Pauvres, con mayores solos que compartían un hogar. Ahí vio la necesidad de repetir un modelo similar en España, que aportase, además de acompañamiento, calidez. Desde 2003 la Fundación Grandes Amigos no ha dejado de crecer y atiende cada vez a más personas que viven en soledad no deseada y cuenta con más voluntarios dispuestos a poner de su parte.

Los países ricos, especialmente las grandes ciudades, son los que tienen tasas más altas de soledad y aislamiento social. "La sufren sobre todo las personas mayores que han ido perdiendo a seres de su entorno y se quedan sin compañía para las actividades deseadas, tanto físicas como intelectuales, o para cubrir su necesidad emocional", explica Villegas. Sentirse solo es una experiencia que genera miedo, baja autoestima, déficits cognitivos, sentimiento de exclusión y rechazo, malestar emocional, ansiedad, sufrimiento, desilusión y otros trastornos emocionales.

Dos horas semanales

Según los datos que maneja la OMS, esa soledad, no buscada, a menudo tiene consecuencias negativas sobre la salud: debilidad inmunológica, dificultad para dormir, problemas cardiovasculares y digestivos y dolores. "La idea es movilizar a la sociedad para mejorar el bienestar de las personas mayores con acompañamiento afectivo presencial o telefónico, actividades saludables de socialización y redes vecinales. Contactamos al voluntario con una persona mayor con la que forjará un vínculo de amistad y afectivo. Una vez a la semana, durante dos horas, charlan, dan un paseo o comparten un café, una lectura o lo que ellos deciden".

Además, Grandes Amigos organiza encuentros de barrio, meriendas, salidas culturales, talleres, fiestas y vacaciones. "Es una forma de recuperar las relaciones vecinales de toda vida. La experiencia nos dice esas personas que reciben acompañamiento mejoran su calidad de vida y su estado físico y emocional". Los voluntarios visitan también una vez por semana a personas que viven en residencias y los beneficios son los mismos, puesto que es una forma de ampliar su vida social y de aliviar su soledad.

Esa relación de confianza y amistad que se va tejiendo es muy ilusionante y satisfactoria para ambos. Nos lo confirma Daniel: "los voluntarios sienten que reciben más de lo que dan".