Se ha quedado buena tarde: por qué nos gusta más hablar del tiempo con la edad

  • Dependiendo del clima tendremos más o menos intensidad en los síntomas

Oirás decir a los más viejos que 'cuando el grajo vuela bajo, hace un frío del carajo'. Y 'si la corneja va rasante, saca bufanda y guante'. No quedan ya muchos con el don de leer el cielo y pronosticar el tiempo, pero hablar hablamos y, según vamos cumpliendo años, más. Para cada momento, encontramos un refrán.

'Mañanita de niebla, tarde de paseo', o 'hasta el cuarenta de mayo no te quites el sayo'. Por cierto, de las últimas riadas ya estábamos avisados y más de un upper habrá dado cuenta de aquello de 'septiembre, o seca las fuentes, o se lleva los puentes'. 'Junio, juniete, nublado, nublete'; 'si no graniza, agoniza', dicen también.

Pero no hablamos porque entendamos, sino porque el pronóstico nos preocupa profundamente. Miguel Ángel Rizaldos, psicólogo clínico, señala una buena razón: "A medida que cumplimos años, incrementa nuestra vulnerabilidad y, por tanto, la probabilidad de padecer trastornos en cuya aparición, mantenimiento o alivio tiene cierta influencia el clima. Es el caso de la anemia, problemas respiratorios y circulatorios, dolor de las articulaciones o enfermedades de la piel. Dependiendo del clima tendremos más o menos intensidad en los síntomas. Y esa misma vulnerabilidad nos hace más susceptibles a las temperaturas extremas, los cambios bruscos de temperatura y las condiciones climáticas adversas". 'Abriga bien el pellejo si quieres llegar a viejo', aconseja otro refrán.

Una investigación del gerontólogo Karl Pillemer, de la Universidad de Cornell, confirma la opinión de Rizaldos. Aunque el cambio climático afecta de diferentes maneras a todos, los años nos sensibilizan, sobre todo si sumamos alguna enfermedad crónica. "La gente mayor tiene menor capacidad de adaptación y acceso más restringido a los recursos", concluye Pillemer. Apela a lo que denomina justicia ambiental, que implica un mayor compromiso con estas personas para desafiar los efectos adversos del clima. No cree que el motivo sea tanto cumplir 65 años como el impacto de factores fisiológicos y sociales individuales asociados con el envejecimiento.

Se entiende por todo ello que el tiempo se cuele en nuestras conversaciones como tema recurrente. Nos guste más o menos, tenemos un componente animal que se encuentra estrechamente vinculado con la naturaleza y sus leyes. "El clima en el que vivimos -añade Rizaldos- interviene en nuestra salud física y mental más de lo que podríamos creer. Las alteraciones bruscas y los valores extremos del clima pueden llegar a perturbar nuestras emociones y con ello nuestra salud".

Ocurre porque, como apunta el psicólogo, la mayoría encontramos el bienestar climático con una temperatura de entre 20ºC y 25ºC, poca contaminación y una determinada humedad, velocidad del aire y presión atmosférica. Pero ¿hace cuánto que no disfrutamos de estaciones intermedias con sensaciones térmicas más agradables?

El clima, cada vez más extremo, da para pocas alegrías cuando hablamos. Nueve meses de invierno y tres de infierno, dicta la sabiduría popular. Con el exceso de calor, la tensión y la glucosa bajan y nos sentimos sin aliento, como aletargados. El viento fuerte, sin embargo, nos vuelve más irascibles. "Fuera de los valores suaves, podemos sufrir el llamado estrés meteorológico, que hace que tengamos que poner a prueba nuestra capacidad de adaptación, tanto física como psicológica. En cualquier caso, la respuesta a cualquier condición adversa va a depender de nuestra genética, estado de salud y estado de humor", indica el psicólogo.

Hay personas más vulnerables al clima y a sus caprichos. Se las llama meteosensibles y se las reconoce porque, ante cualquier cambio en la meteorología, responden con molestias, altibajos en el estado de ánimo y dolores. A veces son capaces de advertir los cambios del tiempo antes que las demás personas puedan sentirlo o percibirlo. Rizaldos dice que, según los estudios, entre el 30 y el 60 por ciento de la población lo son, sobre todo las mujeres durante la menstruación y la menopausia y las personas de mayor edad. ¿Todavía nos extraña que haya tanta gente quejándose del tiempo, de mal humor si falta el sol e irascible los días de lluvia?

También nos encanta comentar la duración de las horas de sol y lo hacemos con tono melancólico a medida que nos adentramos en esos días raquíticos que transcurren entre finales de noviembre y el 21 de diciembre (solsticio de invierno). Un estudio realizado en la Universidad de Hamburgo explicó un vínculo muy estrecho entre esos días largos de temperaturas templadas y el buen estado de ánimo. De acuerdo con sus autores, los valores moderados invitan a salir al aire libre, tanto en invierno como en verano, y a practicar alguna actividad física, hábitos que llevan a un estado general más saludable y menores niveles de estrés.

Lo importante es la actitud: 'al mal tiempo, buena cara'. Y si apetece comentar el tiempo, se comenta. ¿Acaso hay mejor manera de romper el hielo con un desconocido que hablar de los nubarrones? Quién sabe si no guardará en la chistera paraguas para dos.