'La fábrica de cretinos digitales': reglas de oro para reducir los peligros de las pantallas para los hijos

  • Michel Desmurget, doctor en Neurociencia: "hay que ser un insensato para sostener que esta orgía digital no tendrá consecuencias negativas entre los más jóvenes"

  • "Pantallas, smartphones y vídeojuegos están produciendo un saqueo intelectual"

Es el libro más leído en Francia. ¿Cómo no serlo cuando el claim elegido para publicitarlo es "Tus hijos están en peligro"? Puede parecer sensacionalista, pero Michel Desmurget, doctor en Neurociencia y director de investigación en el Instituto Nacional de la Salud y la Investigación Médica de Francia, lo argumenta en 'La fábrica de cretinos digitales' (Península), una obra galardonada con el premio Femina de Ensayo sobre los peligros que encierran las pantallas para el desarrollo de niños y jóvenes. "Jamás en la historia de la humanidad se había producido un descenso tan pronunciado de las capacidades cognitivas", afirma en su obra. ¿Qué ocurre para que esto sea así? Te lo contamos desgranando el libro que ha agitado las conciencias de padres y pedagogos.

Usos abusivos desde los dos años

Con solo dos años de edad, el consumo de dispositivos digitales diario ronda las tres horas. De ocho a 12 supera las cinco horas y en la adolescencia se dispara hasta las siete horas. Demasiado tiempo en pleno desarrollo intelectual. "Hay que ser realmente soñador, cándido, insensato o corrupto para sostener que esta orgía de pantallas a las que están expuestas las nuevas generaciones no tendrán consecuencias importantes", afirma Desmurget en el libro. Este altísimo consumo, alentado por un marketing poderoso, forma, en su opinión, un ingente cúmulo de horas perdidas que, concluidos los grandes periodos de plasticidad cerebral de la infancia y la adolescencia, jamás podrán recuperarse.

El rendimiento escolar, una especie en extinción, al igual que los docentes

La literatura científica lo afirma claramente: cuanto más ven la televisión los estudiantes, cuanto más utilizan su Smartphone y más activos son en redes sociales, peores notas obtienen. Esto no quiere decir que el ordenador no tenga ninguna virtud didáctica, sino que sus contenidos lúdicos opacan el resto. Por otra parte, la galopante digitalización de la enseñanza oculta la pauperización del sistema educativo. "Un docente cuesta mucho. Es difícil formarlo y difícil contratarlo. Pero a los padres se les ayuda a digerir el brebaje digital hablando de revolución educativa. Un ordenador no enseña a pensar. Tampoco es capaz de sonreír, guiar, consolar, estimular, tranquilizar o mostrar la menor empatía, elementos fundamentales en la enseñanza", argumenta este experto.

La inteligencia, principal damnificada

Para Desmurget, "las pantallas corroen los tres pilares básicos del desarrollo del niño: la interacción humana, el lenguaje y la capacidad de concentración". Cuanto más tiempo pasen niños y adolescentes con móviles y ordenadores, menos participarán de la vida familiar. Al mismo tiempo, los padres, también usuarios habituales del mundo online, están menos accesibles para sus hijos. Y científicos y expertos están de acuerdo en que la convivencia entre humanos es básica para el desarrollo.

Respecto al lenguaje, las pantallas alteran el volumen y la calidad del habla y obstaculizan la entrada en la escritura. En el caso de los bebés de 18 meses, cada 30 minutos que dediquen a un teléfono móvil duplica la probabilidad de sufrir algún retraso lingüístico. "El día en que sustituyamos el factor humano por la herramienta digital, los niños ya no necesitarán 30 meses para acumular un léxico de entre 750 y 1.000 palabras, como ocurre hoy, sino diez años", asegura Desmurget.

Sin concentración, es imposible estructurar el pensamiento en torno a un objetivo. Pero la multi-estimulación de las pantallas favorece la distracción y nos impide pensar con claridad. Desde el punto de vista neuronal, cuando el cerebro recibe un flujo sensorial permanente, sufre y tiene dificultades para desarrollarse. Para el experto, "pantallas, smartphones y vídeojuegos están produciendo un saqueo intelectual".

Salud: la agresión silenciosa

El uso excesivo de pantallas altera el sueño, un pilar vital en el desarrollo infantil. La falta de sueño o un descanso poco reparador nos predispone a ciertas enfermedades y a alteraciones emocionales, además de incidir negativamente en nuestro nivel de atención. Las pantallas también incrementan el nivel de sedentarismo. "¡Quedarnos sentados nos mata! En cambio, hacer ejercicio nos construye, tanto desde el punto de vista físico, como emocional e intelectual", explica Desmurget. Por último, el continuo bombardeo con contenidos calificados de riesgo (sexo, drogas, tabaco, alcohol, violencia…) tiene un enorme poder de prescripción hasta el punto de normalizar comportamientos o estilos de vida negativos.

Seis recomendaciones de experto

¿Hay algo que padres o educadores podamos hacer ante el uso generalizado de las TIC? Michel Desmurget recomienda seis normas esenciales tan sencillas en su planteamiento como difíciles de llevar a cabo.

1. Antes de los seis años, nada de pantallas

Para crecer adecuadamente los niños no necesitan pantallas. Necesitan que se interaccionen con ellos: conversaciones (por básicas que sean), lectura de cuentos, juegos, ejercicio físico, pequeñas manualidades, bailes… Todas estas actividades ayudan a que el cerebro se forme de manera mucho más eficaz que cualquier pantalla. Tampoco será un discapacitado digital. La ausencia de estímulos online antes de los diez años no tiene ningún efecto negativo. Todo lo contrario.

2. Después de los seis años, 60 minutos máximo

Desmurget no es un negacionista de las TIC. En dosis moderadas las pantallas no dañan, siempre que los contenidos sean adecuados. Por debajo de la media hora diaria no tienen ningún efecto negativo. Limitar el tiempo digital es fácil: casi todos los soportes (tablets, smartphones, videoconsolas, ordenadores, televisores…) disponen de opciones para limitar el tiempo cuando se alcanza el límite establecido.

3. Nunca en el dormitorio

Diversos estudios acreditan que el pico máximo de acoso escolar a través del móvil se da entre las 12 de la noche y las tres de la madrugada. En parte, este tipo de bullying es posible porque hay un teléfono móvil disponible. Sin llegar a situaciones tan dramáticas, las pantallas en las habitaciones tienen consecuencias desfavorables porque aumentan los tiempos de uso, se accede a contenidos inadecuados y se pierde horas de sueño. El dormitorio debe ser un santuario libre de tecnologías. Tampoco deben usarse antes de dormir. La luz azul de las pantallas excita nuestro cerebro e impide el descanso. En el caso de los más pequeños las consecuencias son peores, ya que la hormona del crecimiento se segrega durante el sueño.

4. Fuera contenidos inadecuados

Los contenidos relacionados, entre otros, con la violencia, el sexo, el consumo de tabaco o de alcohol tienen un profundo impacto en la manera en que niños y adolescentes perciben el mundo. Como mínimo, es imprescindible respetar las recomendaciones por edades, pero también podemos hacer uso de otros modos de control parental, como los sistemas de bloqueo disponibles en la mayoría de dispositivos electrónicos. Es imposible controlar lo que se ve en casas de amigos o con otros teléfonos. Por eso es importante hablar con los hijos sobre los perjuicios de ver contenidos hiperviolentos, machistas, racistas, pornográficos…

5. Nunca antes del colegio

Las imágenes con muchos estímulos, muy rápidas y a mucha velocidad merman la capacidad intelectual de niños y jóvenes. Es preferible que durante el desayuno se aburran, piensen en el día que les espera o hablen con los padres. El rendimiento escolar mejorará enormemente.

6. Guerra a la multitarea: una cosa cada vez

Las pantallas deben utilizarse una cada vez, sin coincidir con otras, y fuera del alcance de los niños mientras comen, hacen los deberes o se relacionan con su familia o sus amigos. A mayor multitarea, mayor posibilidad de distracción. Hacer muchas cosas al mismo tiempo les hará memorizar y aprender menos. En definitiva, a rendir menos.