Diez años del Ecce Homo de Borja: el fenómeno social que hoy permite ayudar a ancianos sin recursos

  • De desastre artístico a ingresar más de 40.000 euros al año que se reinvierten en ayudas para los mayores

  • La polémica restauración de Cecilia Giménez en 2012 ha generado desde entonces más de 300.000 visitas

  • La 'restauradora' renunció a la mitad de los beneficios que le corresponden por la propiedad intelectual del Ecce Homo

Hace ya diez años que la localidad zaragozana de Borja dio la vuelta al mundo y estuvo en boca de todos. ¿El motivo? Cecilia Giménez, una anciana de la localidad, decidió por su cuenta intentar restaurar la pintura del Ecce Homo que decora los muros de la iglesia del Santuario de la Misericordia, que estaba muy deteriorada a causa de la humedad. La chapuza que perpetró en cuestión de horas se convirtió en todo un fenómeno social que atrajo oleadas de visitantes y curiosos a un pueblo de 5.000 habitantes.

Cecilia siempre ha defendido que tuvo que salir de viaje mientras estaba restaurando la imagen y la dejó sin terminar. Pero que se quedara para siempre con ese grotesco aspecto a la larga terminó siendo lo mejor para Borja. En el primer año de vida su Ecce Homo recibió 45.000 visitas. Desde entonces, el polémico repinte ha registrado otros 300.000 visitantes más, atrae la atención semanal de centenares de japoneses y ciudadanos de otros países y genera más de 40.000 euros al año en venta de entradas, a tres euros. Los ingresos, gestionados por el Ayuntamiento, se invierten en el mantenimiento del santuario, en el salario de las dos guías y en ayudas para personas mayores sin recursos

La pintura permite costear una residencia de ancianos

“Hemos hecho de un fenómeno social, un fin social”, asegura con orgullo Eduardo Arillo, alcalde de Borja desde 2015, según recoge El diario. La taquilla que genera la aberración convertida en obra de arte involuntaria permite al consistorio costear con 15.000 euros la residencia de ancianos del Hospital Sancti Spiritus. Dos de los ancianos que residen allí viven gracias a la pintura de Cecilia. Uno de ellos, un campesino que trabajó en el campo de Borja toda su vida sin cotizar y ahora tiene una pensión de 500 euros. La otra, una mujer que al enviudar se quedó sin recursos económicos.

La propia Cecilia, hoy en día postrada en una silla de ruedas tras sufrir una fuerte caída que le hizo perder mucha movilidad, vive en la residencia de ancianos que el Instituto Aragonés de Servicios Sociales tiene en la localidad. La mujer renunció a la mitad de los beneficios que le corresponden por la propiedad intelectual del Ecce Homo, lo que permite costear esta línea de auxilio a mayores. A lo que no ha renunciado es a la mitad de los beneficios que le corresponden del merchandising: camisetas, tazas, dedales, marcapáginas, chapas, neceseres, lapiceros, bolígrafos, un vino, pendrives…Este concepto le reporta algo más de 2.000 euros anuales.

Un fenómeno social en Borja

"La gente ya no viene a reírse de la pintura. Vienen a ver un fenómeno social y nosotros tenemos que vender el patrimonio cultural de Borja”, explica el alcalde, que sigue buscando fórmulas que permitan que los turistas que vienen buscando el Ecce Homo no se marchen sin conocer la localidad. El objetivo es retener a los visitantes de la restauración fallida. Para ello, Arillo ha invertido invertido un millón y medio de euros del erario público en la restauración de la Casa de las Conchas, un inmenso palacio renacentista en el centro. Y confía en el atractivo turístico del Museo Arqueológico o el de Arte Sacro.

Cada dos años, un equipo de conservadores y restauradores del gobierno de Aragón viaja a Borja a comprobar que el Ecce Homo de Cecilia sigue en buen estado. Han logrado cortar la capilaridad del muro en el que estaba la obra original de Elías García Giménez y que la anciana tapó con la suya. Los especialistas han logrado frenar la humedad retirando de la parte inferior del muro el cemento que no permitía respirar la pared. Todo con tal de que la pintura de Cecilia pueda seguir siendo disfrutada por los 11.000 curiosos que pasan por el santuario cada año.