En una azotea de Triana y versionando a Queen: el encierro con arte de una familia sevillana

  • Los Martínez-Almazán son una familia sevillana de artistas que que han decidido alegrarnos la cuarentena con vídeos llenos de arte, música y color desde su azotea con vistas a la Giralda

  • "¿Qué sería de la vida si no fuese compartida?", dice Santi Martínez al otro lado del teléfono, explicando el positivo efecto contagio de sus vídeos

Estos días, los sevillanos toman aire antes de hablar de la rareza de una Semana Santa sin su Cristo de los Gitanos y sin esa Madrugá en la que las gentes reviven el juicio de Pilatos. Pero su alma no se doblega fácilmente. En las calles vacías de nazarenos, costaleros, pasos y cofrades, siempre se escucha alguien que se arranca a cantar desde su balcón. Igual se escucha una seguidilla que el último éxito en Spotify.

Pero quien de verdad tiene merecidísimo un disco de platino son los Martínez-Almazán. Santi, Cristina e hijos, una familia de artistas que han decidido alegrarnos la cuarentena con vídeos llenos de arte, música y color. El último, Yo quiero salir, es una divertida parodia del popular I want to break free, de Queen, con letra que ellos han ajustado al confinamiento. No deja de recibir visitas en YouTube y ha llamado nuestra atención por su insólito don de convertir la cotidianeidad de un hogar corriente en momentos únicos que tienen el encanto de lo singular.

Si no fuese por esta desquiciante distancia que nos impone el estado de alarma, daríamos un salto hasta su azotea para disfrutar de ese backstage que imaginamos repleto de pelucas, tiaras y telas de todos los colores. Entre bastidores, Santi pasa de hombre común a afanoso esposo que, plumero en mano y colorida bata de boatiné, desempolva un retrato de la espectacular Audrey Hepburn. Y de ahí, a bailarín Rudolf Nuréyev. Ataviado con un gracioso tutú de bailarina clásica, enseña una disparatada coreografía de danza clásica a su alumna Cristina, mientras sus dos "churumbeles" cuidan un inexistente jardín. Todos interpretan varios papeles durante el vídeo sin dejar de cantar al ritmo de la mítica canción que sirvió a Queen para reivindicar la libertad. Ni Freddy Mercury ni Nuréyev se habrían visto en otra igual.

"¿Qué sería de la vida si no fuese compartida?", nos dice Santi al otro lado del teléfono con su voz flamenca. Tiene razón y no necesitaría explayarse mucho más para contar su decisión de tomarse todo esto con el mejor arte posible. Pero hay más: "Esta tragedia que está sufriendo el mundo no puede hacer que desperdiciemos lo bueno que pueda traer, aunque sea solo un poco de tiempo para los nuestros. Esos ratos hay que llenarlos con juegos, risas e ingenio".

Hay que contar que los Martínez-Almazán juegan con ventaja. Santi es compositor y Cristina, actriz y cantante. Ha trabajado en títulos como La peste o Sabuesos y en infinidad de obras teatrales y musicales. Además, entre los dos componen e interpretan canciones personalizadas para regalar. Miguel, de 15 años, puede decir que de casta le viene al galgo. Su madre, la primera esposa de Santi, es también actriz. "Escribe, canta e interpreta de maravilla. Ya ha hecho sus pinitos como actor", nos cuenta con orgullo. La más pequeña es una hija en común y, según podemos apreciar en el vídeo, nació también con el arte en las venas.

Aparte de talento, gozan de una azotea en el edificio desde la que se contempla un trocito de Giralda y deliciosos rincones de la ciudad, además de decenas de callejuelas ahora deshabitadas. Se hace raro que las puertas estén cerradas a cal y canto para impedir el paso al virus, pero la música devuelve el alma a Sevilla.

Los Martínez-Almazán dibujan otra estampa costumbrista más de esta pandemia. Diferente por su gracia, pero parecida al retrato de cualquier familia que pasa este tiempo confinada. Su piso no dispone de muchos metros y viven con la misma incertidumbre económica que el resto. "Todos los proyectos y trabajos ya en marcha se han parado y no sabemos cuándo ni cómo lo retomaremos", confiesa Santi apesadumbrado.

Para esta familia, la música es la válvula de escape de sus cerebros, una manera diferente de coraje y de resistencia. Con ella celebran, sienten o lloran, según la ocasión, sabiendo que las cosas pueden cambiar en un solo día. Unos ponen la música, otros el compás y, todos, las ganas de seguir.

El subtítulo que han añadido al vídeo no puede ser más justo: "De verdad que estamos bien". Uno se quedaría en su azotea para siempre, al menos un ratito para divisar esa Sevilla de Machado, de verdes naranjos que florecen en abril, la de las altas palmeras, la del cielo de zafir.