José Sacristán, Premio Goya de Honor 2022: de un hogar sin baño a dos butacas del Teatro Español en casa

  • El actor de 84 años cree que se retirará cuando acabe de interpretar 'Señora de rojo sobre fondo gris', a finales de 2021

  • La Academia del Cine le ha premiado con el Premio Goya de Honor 2022 por su "pasión, ética y profesionalidad"

  • Anteriormente, en verano, recogió también el Premio Nacional de Cinematografía

Sus 84 años y una vida de éxitos no le han hecho perder la humildad de niño nacido en plena Guerra Civil española. Sale cada tarde con su "gorra a trabajar" y no entiende otro modo de ver 'Eva al desnudo' si no es arrodillándose en un reclinatorio. El actor anuncia que su retirada está próxima, pero en febrero recibirá el Premio Goya de Honor 2022 y en julio recogió el Premio Nacional de Cinematografía con un emotivo discurso. Casi nada. No cree que haya nada que pueda superar a 'Señora de rojo sobre fondo gris', un monólogo de Delibes que compromete su agenda al menos hasta 2021.

De haber nacido vino sería un gran reserva, una categoría excepcional que solo se da cuando la materia y la crianza son de excelente calidad. José Sacristán es como esos caldos de edición muy limitada que ganan con los años la máxima expresión en su condición y consiguen dejarnos una paleta de sensaciones que perduran durante largo tiempo.

Y si su vida llegase a inspirar una novela, querríamos tenerla en nuestra mesita cada noche para ir desplegando, uno a uno, los personajes que han ido pasando por él durante sus 84 años, desde ese niño que nace en Chinchón (Madrid) el 27 de septiembre de 1937, en un casucho con corral que hace las veces de váter y al que salía guiándose con un candil para no tropezar. Se quedaba al cuidado de la abuela mientras la madre visitaba a su marido preso. Una vez cumplida condena, les obligaron a salir del pueblo y se instalaron (José, la abuela, la hermana y los padres) en Madrid en el cuarto realquilado de una pequeña casa con derecho a cocina.

Al verle inalterable y con el mismo gesto fijo, creímos que su calendario vital no correría la misma suerte que el de los demás y ahora que dice que se retira queremos pensar que lo dice con la boca chica. 84 años no son nada para alguien que todavía anda preguntándose por qué siente mariposas en el estómago cada vez que pisa un escenario. El motivo hace que su inminente despedida sea aún más soberbia, pues dice haber tocado la gloria en 'Señora de rojo sobre fondo gris', un techo que difícilmente podría superar con ningún otro texto.

El monólogo que ahora le ocupa, y con el que previsiblemente cerrará su agenda de actuaciones en 2021, es el primero en su extensa trayectoria. Fue escrito por Miguel Delibes después de perder a su esposa Ángeles Castro a causa de un tumor cerebral cundo solo contaba con 48 años. Para Sacristán es "un canto a la memoria del amor", un texto ejemplar que habla de pérdida y de cómo recuperar la vida a través del recuerdo. En la piel de Nicolás, un pintor "umbrío por la pena / casi bruno", dio Delibes con ese revulsivo necesario para sanar la herida que dejó la muerte de la mujer a la que amó siempre, repasando su vida con ella y analizando la dimensión de la felicidad. "Su sola presencia aligeraba la pesadumbre de vivir", escribió. Y el mensaje que ella le dejó como herencia: "No te aturdas, déjate vivir".

A Sacristán la lectura le dejó absortó y peleó por conseguir los derechos para interpretar a ese Nicolás que le empuja a profundizar en el alma humana y en el inmenso amor que profesa a su mujer, Amparo Pascual. "Es el amor de mi vida", declara siempre que tiene ocasión. Nicolás es una simbiosis de Delibes, José Samano (su productor) y el propio Sacristán. Los dos primeros han fallecido (el segundo recientemente) y ahora él soporta el peso de poner la voz, el coraje y las lágrimas en un monólogo con múltiple ausencia. "Subirse al escenario a hacer esta obra es algo jodido".

En medio de este pulso, la emoción contenida del actor llega hasta las últimas filas del patio de butacas. El momento y la satisfacción son insuperables, dignos de cerrar una carrera. Confiamos en que encuentre, no ya un texto capaz de sobreponerse a Delibes, pero sí un pretexto para dejarnos seguir disfrutando de su arte. El escritor vallisoletano ha sido también el autor escogido por Lola Herrera para dar por terminado su recorrido profesional, con 'Cinco horas con Mario'.

El hijo de la Nati y el Venancio

Tantos años de oficio no quitan para que sigamos presentando a Sacristán como el hijo de la Nati y el Venancio. Niño en plena hambruna de postguerra de boniatos y cáscaras de patatas que se despertaba con las coplas y romanzas de zarzuela de su madre. Se crió con salesianos coreando 'Cara al sol', el Padrenuestro y un Avemaría. Al menos los monjes daban de comer, cosa muy de agradecer, aunque pagase alguna penitencia con los brazos en cruz, como aquella vez cuando le sorprendieron leyendo 'Riverita', una novela de Arnando Palacio Valdés.

A su padre, militante del Partido Comunista, le sacó de la cárcel un guardia civil jubilado que vivía en la calle Cartagena. Le llevaban patatas y tomates en señal de agradecimiento. "Y yo queriendo ser Tyrone Power", cuenta al tirar de memoria. Mientras Venancio le empujaba a ser un hombre de provecho, su madre, casi a hurtadillas, animaba sus sueños cuando jugaba a ser pirata, gánster, mosquetero o un comanche que se presentaba a su abuela con una pluma de gallina en la cabeza.

Los primeros calentones los tuvo con su vecina Carmencita, pero el sexo de verdad lo experimentó con una prostituta que le cobró quince pesetas. A cambio, Sacristán le regaló una poesía. Eran años de mucha necesidad, de ganarse el jornal, primero como mecánico y después vendiendo libros de puerta en puerta. Su mili en Melilla le acercó a los libros, gracias a la biblioteca del cuartel, y descubrió en ellos un universo palpitante.

A su vuelta siguió su coqueteo con los escenarios como aficionado, hasta que en 1964 Pedro Masó le dio un papel en 'La familia y uno más'. Empezaban los años del destape y los paletos y él aprovechaba cualquier papel para marcar su fuerza interpretativa. 'Asignatura pendiente', ya en los 70, supuso un punto de inflexión en su carrera y no tardó en hacerse indispensable e irreemplazable. Hoy se siente honradísimo de haber trabajado con Alfredo Landa y dice que se lanzaría a la yugular si alguien osara meterse con él. Paseó por España 'Muñeca de porcelana', de David Mamet, y nos enseñó su escuálida retaguardia en 'La Vaquilla', a las órdenes de Berlanga. Pidió justicia para las víctimas del franquismo en 'El pan y la sal' y cantó en 'El hombre de la Mancha' y 'My Fair Lady' junto a Paloma San Basilio.

La lista de títulos en televisión, cine, teatro y premios sería interminable. Siempre le gustó ir recogiendo talento. De Fernando Fernán Gómez aprendió a plantar cara a los sinsabores de la vida y de la profesión a no caer en el patetismo de Norma Desmond en ‘El crepúsculo de los dioses’.

Nunca fue un galán al uso, pero las mujeres se le han dado bien. A su primera mujer, la actriz Isabel Medel, la conoció a principios de los sesenta en la compañía del Teatro Popular Español. Con ella tuvo a sus dos primeros hijos, José Antonio e Isabel. En la década siguiente tuvo a la tercera, Arnelle, con la actriz francesa Liliane Méric. Tuvo más parejas, como Leonor Benedetto, pero el amor que hoy llena su corazón es Amparo Pascual. Los rumores suenan ya muy lejanos: Mónica Randall, Laura del Sol o Mila Ximénez recién divorciada de Santana.

Es uno de los grandes y esto le sirve para disfrutar del privilegio de elegir papeles e incluso rechazarlos. En lo personal, le marcó nacer en plena Guerra Civil siendo hijo de republicano represaliado y, aunque nunca le gustó el jolgorio de la política, no se muerde la lengua si le preguntan. ¿Cómo iba a callar habiendo visto escribir la historia palmo a palmo y la conquista de las libertadas durante casi un siglo?

Blasfema y se caga en dios doce veces por segundo, lo reconoce, pero entiende que hay cosas que duelen y no es necesario provocar ni escandalizar para expresarse. Se declara hombre de izquierdas y en eso se ha mantenido firme desde bien joven, aunque admite que entre sus amigos hay ideologías de todos los colores. Después de poner voz al vídeo electoral de Podemos del 26J, hoy la palabra que mejor podría definirle políticamente es el desencanto.

No es amigo de llevar la política al escenario como si fuese una tribuna. "El devenir de la historia es el que es". Lo que no puede evitar es desesperarse ante las chapuzas políticas. Le enervan tanto como el sonido de los móviles en medio de una actuación. Su única militancia ha sido la del espectáculo y con 82 años mantiene una humildad extraordinaria: "salgo con mi gorra, salgo a trabajar", señala haciendo suya una frase que oyó a Pedro López Lagar, un actor de la compañía de Margarita Xirgu.

Para un hombre curtido en las tablas y en la vida, hoy en día hacer una sola función en un día es cosa de señoritos, un lujo tan merecido como las dos butacas del Teatro Español, dos de la Comedia, otras dos del Reina Victoria y dos del teatro circo de Albacete que tiene en su casa de Peralejo. Disfruta también en su particular sala de cine de un reclinatorio porque considera que hay películas como 'Eva al desnudo' o 'Julio César' que no se pueden ver sentados. "Son películas de reclinatorio". Él también es ya un coloso de la interpretación que recibe su cada tarde su reverencia con los aplausos del público.