Jude Law: del chiste que le hizo caer del olimpo del cine a sus seis hijos con cuatro mujeres distintas

  • Sus hijos tienen cuatro madres diferentes: Sadie Frost, Samantha Burke, Ruth Wilson y Catherine Harding

  • El escándalo de su infidelidad a Sienna Miller con la niñera pasó una gran factura a su imagen y su carrera

  • 'El talento de Mr. Ripley' marcó cómo se le veía: un vividor que seducía a todo el mundo mientras se fundía una fortuna frente al mar

Hace 20 años parecía destinado a ser el rey de Hollywood. Pero una serie de fracasos comerciales, un cruel chiste a su costa en los Oscar y el escándalo de su infidelidad a Sienna Miller con la niñera convirtieron a Jude Law en un paria: en un momento dado, había más gente que lo conocía por sus miserias sentimentales que por sus películas. Ahora, Law estrena serie y anuncia que ha sido padre por sexta vez a los 47 años. Él mismo presume de estar en el mejor momento de su vida, pero no le ha resultado fácil a pesar de tener esa cara tan bonita. O, quizá, precisamente por culpa de esa cara tan bonita.

Todo el mundo hablaba de Jude Law a principios de los 2000. Y el principal tema de conversación, en concreto, era su belleza abrumadora. Los papeles con los que se dio a conocer explotaban su físico como pocas veces ha ocurrido con un actor (y como demasiadas veces ha ocurrido con actrices): en 'Wilde' interpretaba al muchacho por el que Oscar Wilde perdió los estribos hasta acabar en la cárcel; en 'Medianoche en el jardín del bien y del mal' hacía de un chapero, asesinado por Kevin Spacey, cuya belleza desataba el caos; en 'Gattaca' su personaje era un ser humano alterado genéticamente para la perfección; y en 'Inteligencia artificial' directamente hacía de Gigolo Joe, un robot fabricado para satisfacer sexualmente a la mujeres. "Jude Law es una mezcla entre Rock Hudson y Twiggy" describía la revista Salon en un artículo titulado 'Jude parece una señorita', "Porque en 2000 ya no basta con que las mujeres sean a la vez madre y zorra, también los hombres tienen que ser padre, jefe y chico de la piscina". Por este encasillamiento, el actor rechazó inicialmente 'El talento de Mr. Ripley'.

Un ideal de belleza

Su personaje era Dickie Greenleaf, un vividor cuyos únicos talentos eran seducir a todo el que se cruzase en su camino y fundirse la fortuna de su padre en el sur de Italia. Matt Damon, el Ripley del título, se enamoraba de él tanto que acababa matándolo. Y por supuesto el asesinato empezaba por la cara: Damon se la partía casi literalmente con un remo y a continuación se la destrozaba a golpes. Y así se asentó la imagen del actor: era a la vez una fantasía romántica femenina ("Cuando Dickie está pendiente de ti es como si el sol te alumbrase, como si fueras la única persona en el mundo" explicaba el personaje de Gwyneth Paltrow, "Pero cuando se aleja de ti, te quedas sin luz y solo sientes frío") y una fantasía violenta masculina (explotada, el mismo año de 'El talento de Mr. Ripley', por 'El club de la lucha' en aquella escena en la que Meat Loaf le reventaba la cara a Jared Leto, cuyo personaje recibía el apodo de "Cara de ángel").

Su ambigüedad, que no encajaba con el canon de virilidad tradicional, su sumisión como hombre-objeto y el hecho de que sus personajes generasen más intimidad con los hombres (Damon, Ethan Hawke) que con las mujeres lo convertía en un ideal platónico más femenino que masculino: Jude Law era lo que las mujeres querían que los hombres fuesen, pero no lo que los hombres querían ser. Lo que los hombres querían hacer era partirle la cara.

La prensa describía el físico de Law en unos términos hasta entonces reservados solo para las mujeres. "Su belleza sugiere peligro" describía el director de 'El talento de Mr. Ripley' Anthony Minghella, "es insoportablemente guapo". En un reportaje del New York Magazine titulado 'El síndrome de la cara bonita', Ariel Levy arrancaba el texto contando que tenía un amigo heterosexual que solía decir que estaría dispuesto a acostarse con Law. A continuación definía al actor como "una sirena masculina" y se deshacía en hipérboles: "Obviamente Law es hermoso de un modo que trasciende la belleza ordinaria e incluso la belleza de las estrellas: Jude Law es arte en movimiento". Y el mundo, sencillamente, asumió que Law era ese dandy sin escrúpulos. "La gente se creía que yo era Dickie Greenleaf" lamentaría años después, "Me imaginaban en un yate tocando el saxofón con Simon Le Bon".

La percepción de que el atractivo de Law podría llevar a la perdición a cualquiera que se quedase mirándolo demasiado tiempo vinculó la narrativa del actor más hacia Helena de Troya ("La cara por la cual zarparon mil barcos") que hacia Aquiles. Jude Law era una femme fatale. Su belleza era cosificada como, en aquel momento, solo se cosificaba a las mujeres. "Cada vez que hay un papel de chico guapo, la gente dice 'vale, llamad a Jude Law'" se quejaba el actor, "Entiendo perfectamente cómo se sienten las mujeres cuando son reducidas a su físico". Y sus directores explotaron este sex appeal.

Cuando John Cusack lo espiaba en 'Medianoche en el jardín del bien y del mal', la cámara enfocaba el culo de Law en vaqueros ajustados. Cuando Matt Damon lo conocía en la playa, Law estaba tomando el sol con los brazos sobre la cabeza y las piernas abiertas y mantenía una conversación con él sin dejar de mostrarle los sobacos. En una escena posterior, Damon apenas podía disimular sus miradas a su trasero reflejado en el espejo. Hasta cuando Nicole Kidman le ofrecía una taza de té en 'Cold Mountain', sus ojos se concentraban sin disimulo en el culo de Law. "¿Es tu primera vez con algo como yo?" le decía Gigolo Joe a sus clientas en 'Inteligencia artificial'. Era, literalmente, un objeto sexual.

El hombre más sexy del planeta

Cuando Jude Law presentó 'Saturday Night Live' alguien le sugirió la nefasta idea de que todo su monólogo inicial girase en torno a su belleza. Y él tuvo la nefasta idea de aceptar. "Según me estaba poniendo el maquillaje, me miré en el espejo y pensé 'soy tan atractivo'. Quiero decir, mirad esta cara. Esta cara no está hecha para teatros de mierda. La gente cree que es fácil ir por la vida con este aspecto. Y lo es. No me hace falta actuar, ni tener un buen corazón, ni ser amable, ni ser listo. Pero lo soy. Ese es el bonus", exclamaba Law. A continuación entraban cuatro cómicas del programa (Tina Fey, Amy Poehler, Rachel Dratch y Maya Rudolph) a cantar sobre lo atractivo que era mientras él conseguía seducirlas sin tener que hacer nada.

Cuando Tom Ford explicó su colección para Gucci en 2000, aseguró que quería transmitir la sensación de lujo: "Menos Bentley, más Jaguar. Menos Puff Daddy, más Jude Law". El actor personificaba la masculinidad de principios de siglo (el llamado "metrosexual"), un hombre sin miedo a ponerse fulares que se mostraba más sensible pero también más narcisista y, lo que era más importante para el sistema, mucho más consumista. En las entrevistas, Law alimentaba esta percepción tomando ostras, vino y whisky escocés. En 2004 'People' le nombró el hombre más sexy del planeta y GQ, que lo coronó como el británico más elegante cuatro años consecutivos, daba por hecho que sería el próximo James Bond. Warner intentó contratarlo para 'Superman'. Y Law empezó a ilustrar campañas de publicidad de moda, cosmética, bebidas y coches. Era, más que un ser humano, la proyección de una idea aspiracional. Así que Hollywood decidió que Jude Law sería su nuevo galán.

Un desembarco en Hollywood fruto del buen marketing

Al margen de un par de papeles de carácter (en 'Enemigo a las puertas' y en 'Camino a la perdición', donde para interpretar a un macabro asesino a sueldo Law desbarató su belleza mediante prótesis de maquillaje, dientes postizos y calvicie artificial), el desembarco de Jude Law en Hollywood fue una operación de marketing calculada hasta el último detalle. Un héroe romántico en un drama histórico ('Cold Mountain', que le dio su segunda nominación al Oscar tras la de 'El talento de Mr. Ripley'), un héroe de acción en una superproducción que supuestamente representaba el futuro del cine ('Sky Captain y el mundo del mañana'), una evocación del Hollywood dorado (en 'El aviador' interpretó a Errol Flynn, el epítome de la virilidad más vividora, elegante e irresistible), un artista sentimental ('Closer') y, por encima de todas ellas, 'Alfie': una película cuya premisa giraba, literalmente, en torno a lo guapo que era Jude Law.

'Alfie' era un remake del drama satírico de 1966 en el que Michael Cane vejaba a todas las mujeres con las que se acostaba y presumía de ello mirando a cámara, convirtiendo así al espectador en un cómplice (más o menos) involuntario de su crueldad. La versión con Jude Law se presentaba como un episodio de 'Sexo en Nueva York' invertido: el Alfie del nuevo milenio se describía a sí mismo como "una zorra de la moda" y consumía por igual productos de lujo (ropa, zapatos, cosmética, licores) y productos sexuales. Como era británico, Alfie apodaba a su pene "Big Ben" y lo perfumaba cada mañana antes de salir de casa: Alfie era un anuncio de Axe de 100 minutos. Su arrogancia resultaba a ratos carismática y a ratos irritante, mientras que su rol de casanova dejaba de tener gracia cuando se acostaba con la exnovia de su mejor amigo encima de una mesa de billar. La película fracasaba en su misión de 'glamourizar' la promiscuidad, porque su protagonista estaba tan vacío que carecía de la profundidad que había hecho irresistible a Law en otros papeles. Más que un dandy, era un monstruo y un amante patético (mientras Jake Krakowski cabalgaba sobre él en el asiento de una limusina, Alfie explicaba a la cámara que ponerse debajo era su postura favorita: "Máximo placer, mínimo esfuerzo"). Alfie daba más lástima que morbo. Y así, Jude Law falló también como fantasía femenina: ninguna mujer querría siquiera pegarse con revolcón con Alfie si ni siquiera iba a ser capaz de ponerse encima.

Una vida amorosa convulsa

La imagen de ligón de Law quedó oficializada cuando todas las crónicas sobre Alfie describían cómo había seducido a su compañera de reparto (la modelo de 22 años Sienna Miller) abriendo una botella de vino tras una noche de ensayos. Para cuando Alfie se estrenó, Law estaba en todas las portadas, en todas las vallas publicitarias y en todos los tabloides: Sienna Miller y él eran la pareja más chic del planeta.

El póster de Alfie incluía la frase "¿A qué viene tanto revuelo?", una pregunta que podría aplicarse a la fama de Jude Law: recibía un tratamiento de estrella a pesar de no haber demostrado todavía funcionar como reclamo comercial. Alfie fracasó en taquilla y ninguna de las otras cinco películas que Law estrenó en 2004 lograron justificar las expectativas construidas en torno al actor. De esos seis proyectos, cinco se estrenaron en cuestión de cuatro meses y el director de Alfie explicó que esta compulsividad laboral se debía a que el actor decidió centrarse en el trabajo durante su separación de Sadie Frost. Law y Frost se habían conocido en 1994 rodando Shopping, habían tenido su primer hijo cuando el actor tenía solo 23 años y se habían casado en 1997. Su tercer hijo había nacido pocos meses antes de que Law empezase a salir con Miller. Su vida personal empezó a despertar más interés que su carrera, porque en plena campaña promocional de 'Alfie' anunció que le había pedido matrimonio a Miller. Y el marco de esta petición de mano no podía estar más en sintonía con la imagen chic de la pareja: Law se lo pidió durante unas vacaciones en las Seychelles.

Un par de meses después, el presentador de los Oscar Chris Rock se mofó de la burbuja que Hollywood había montado con Jude Law. "En realidad solo existen cuatro estrellas de verdad. Y este año hemos aprendido una lección: si no puedes conseguir a una estrella, espera. Si quieres a Tom Cruise pero todo lo que puedes conseguir es a Jude Law, espera. Porque no es lo mismo. ¿Y quién es Jude Law? ¿Porque sale en todas las películas que he visto durante los últimos cuatro años? Hace de gay, de hetero, de americano, de británico. El año que viene va a interpretar a Kareem Abdul-Jabbar".

De repente, Jude Law era un paria y ni siquiera había alcanzado el éxito suficiente como para que su imagen pública no se viese afectada por la pulla de Chris Rock. Cuando la Academia subió vídeos de la gala a YouTube, eliminó el chiste de Rock. Pero el daño ya estaba hecho. Rock verbalizó, ante una audiencia de mil millones de espectadores, una sensación que muchos tenían pero no habían sabido explicar: Hollywood se había vuelto loco con Jude Law, nos lo había intentado meter por los ojos y al final el tipo tampoco había sido para tanto. Había, quizá, algo de satisfacción por el schadenfreude. Un cierto placer en ensañarse con el hombre más guapo del mundo. Tom Ripley y Chris Rock, con distintas herramientas, partían del mismo principio porque aquella humillación fue una fantasía masculina consumada: la fantasía de bajarle los humos al guaperas. Pero el escarnio público no había hecho más que empezar.

La mano que mece la cuna

En julio de 2005, la niñera de los hijos de Law y Frost vendió la exclusiva de su romance con el actor. Daisy Wright contó que Jude la sedujo abriendo una botella de vino y confesándole que soñaba con una vida doméstica mientras que Sienna solo pensaba en hacerse famosa. "Cuando no está de fiesta está durmiendo", lamentaba el actor. Aquella madrugada, él le dijo "esta es una casa grande, si te sientes sola ven a verme" y acabaron haciendo el amor tres veces. El relato no escatimaba en detalles: en una ocasión se acostaron, como en aquella escena de 'Alfie', sobre la mesa de billar; Jude le propuso un trío con otra mujer pero Daisy lo rechazó porque no era "ese tipo de chica"; y en una ocasión el hijo del actor los pilló en la cama. Lo más curioso de la historia es que Daisy aseguraba que Law no era su tipo (redondeando la narrativa del actor: consiguió ligarse a la única mujer del planeta que no se sentía atraída por él), pero que no se pudo resistir cuando él le regaló una galleta con forma de margarita (en inglés, 'daisy'). Días después, el hijo de Law le contó a su madre lo que había visto y Sadie se puso a contárselo a cualquiera que quisiera escucharla. Cuando los rumores llegaron a la prensa, una asistente de Sadie llamó a Daisy para informarle de que estaba despedida. La niñera se sintió tan traicionada por Law que decidió conceder una exclusiva al Daily Mirror. Y Jude Law, en una reacción inesperada, admitió que todo era verdad. "Solo quiero decir que estoy profundamente avergonzado y disgustado por haber hecho daño a Sienna y a la gente más cercana a nosotros. Quiero disculparme públicamente con Sienna y con nuestras respectivas familias por el dolor que he causado. No hay defensa posible para mis actos, de los cuales me arrepiento, y pido que respeten nuestra intimidad en este momento tan difícil", rezaba el comunicado.

Sienna Miller confirmó que estaba soltera un par de días después en el estreno de una película titulada, casualmente, 'Casanova'. Su madre dio declaraciones a los medios criticando que existieran hombres "incapaces de mantenerla dentro de los pantalones". Sadie Frost contrató a una niñera, según describía el New York Post, "más parecida a la señora Doubtfire". La prensa filtró la demanda de divorcio de Frost, en la que ella aducía que los comportamientos de Law habían aumentado los efectos de su depresión postparto obligándole a recibir tratamiento tres veces. Unas semanas después Sienna y Jude retomaron su relación, pero se separarían de nuevo a finales de 2006.

Aquella infidelidad encajaba con la imagen de galán de Jude Law, pero arruinaba cualquier atisbo del misterio, el glamour o el magnetismo etéreo y sobrehumano que le había hecho famoso: tirarse a la niñera es la infidelidad más vulgar, más cutre y menos elegante en la cultura popular. Admitirlo le honraba, pero a la vez llevó a la opinión pública a inferir que todos los detalles aireados por Daisy eran ciertos. Y al no estrenar ni una sola película en todo 2005, durante aquel año Law pareció más una celebrity que una estrella de cine: había muchas personas que sabían quién era (y que conocían sus miserias sentimentales) pero que no habían visto ni una sola película suya. En 'Sexo en Nueva York 2' (2010), Samantha le aconsejaba a su amiga Charlotte que bajo ningún concepto contratase a una niñera joven y atractiva. "Debería haber leyes contra ello" sentenciaba. "Sí, la ley Jude" [en inglés, "the Jude Law"] respondía Carrie. Durante su retiro de la vida pública, se publicaron unas fotos del actor desnudo en el jardín de la casa de su madre en Francia. La prensa analizó el cuerpo de Law en editoriales como el de Sheerly Avni en Salon, que escribía "Desnudo, vestido, boca abajo, de espaldas, de frente, nunca tendrás el aspecto de Jude Law. Nadie tiene el aspecto de Jude Law. Ni siquiera Jude Law. Por otro lado, si no te estás tirando a la niñera al menos ganas puntos".

De la crucifixión a la resurrección

La segunda etapa de la carrera de Jude Law, que arrancó tras dos años de ausencia total en las carteleras, trató de reinstaurar su imagen romántica con 'The Holiday'. Su personaje eran tan sensible que lloraba con canciones, con libros y con la aurora boreal. Hasta llevaba gafas. El propio actor reconoció que le costó interpretar a un hombre del mundo real y rebajar su sensualidad. El éxito de aquella comedia romántica sugería que no estaba todo perdido: el público (y lo que es más importante en este caso, el público femenino) seguía, como mínimo, tolerando a Jude Law. Las elecciones del actor parecían remar deliberadamente en contra de aquella imagen de sex symbol que solo le había traído disgustos: en 'Sherlock Holmes' (2009) no interpretaba al héroe, sino a su secuaz Watson; en 'Anna Karenina' (2012) no hacía del soldado que llevaba a la perdición a la protagonista, sino del marido gris, amargado y cornudo; en 'Espías' (2015) parodiaba a James Bond. "De un modo extraño, es un alivio hablar sobre cómo me sentía al ser una cara joven y bonita en vez de serlo" confesaba Law. Hasta en 'Animales fantásticos'. Los crímenes de Grindewald, el seductor que lleva a su amante a la perdición es otro (Johnny Depp) y Law interpreta esta vez a la víctima de la seducción. En su misión de desexualizar su imagen, Jude Law ha acabado interpretando a un Papa.

Eso no quiere decir, claro, que en El Vaticano estén ciegos. 'The Young Pope' explora el efecto de la belleza en las personas y cómo el sex appeal puede funcionar como una herramienta de poder incluso en el país más casto del planeta. El director Paolo Sorrentino imaginó un papa cuya belleza pareciese un derecho divino, una bendición de los cielos que le hiciese flotar por encima de la humanidad. Sorrentino tenía a Paul Newman en mente. Su mujer le sugirió a Jude Law. En una escena de la segunda temporada, una monja lavaba el cuerpo del Papa comatoso cubierto solo por una servilleta en la entrepierna. Tras terminar con el baño, la monja se recostaba en un sofá y se masturbaba. "Se trata de una cosificación con media sonrisa" escribía el crítico E. Alex Jung, "el Santo Padre como la fantasía inalcanzable definitiva". El año pasado unas fotos del rodaje de la segunda temporada en las que Jude Law se paseaba por la playa en un speedo blanco (una ensoñación de su personaje) demostraron que un hombre que ronda los 50 años puede romper internet. Siempre y cuando, eso sí, ese hombre tenga un cuerpo musculoso y bronceado y una cara como la de Jude Law.

En 2010, cuando la carrera de Law se había asentado finalmente y Hollywood había designado a Michael Fassbender como su nuevo juguete sexual masculino (de lo cual su imagen nunca se recuperaría), Scotland Yard le informó de que habían descubierto una red de espionaje en torno a él. Durante el escándalo con la niñera, el tabloide 'News of the World' había pinchado sus teléfonos, le había puesto detectives y había confeccionado un dossier con sus datos personales y los de sus allegados. Law descubrió que algunos de sus familiares, vecinos y policías del barrio habían vendido información a la prensa. "Creo que hago que la gente se revuelva en la silla. No sé por qué ocurre, pero así es. Sentí que los periódicos estaban deseando darme una patada y, cuando lo hicieron, lo hicieron con gusto" aseguraba el actor. Cuando tuvo que testificar en el juicio por los pinchazos telefónicos ilegales, Law admitió que Sienna Miller también le había sido infiel aquel 2005 con Daniel Craig como venganza por su aventura con la niñera. Jude Law reconoció que durante aquellos años de acoso mediático se planteó abandonar la interpretación, pero que era el único trabajo que sabía hacer para mantener a sus hijos.

Jude Law tiene seis hijos. Tres con Sadie Frost, uno con la modelo Samantha Burke (fruto de una relación esporádica), otro con la cantante Catherine Harding y el recién nacido con la psicóloga Philippa Coal. Llevan saliendo cinco años y se casaron en secreto en 2019. Hace un par de semanas, Law dejó caer de forma casual durante una entrevista que han sido padres durante el confinamiento. Él asegura estar encantado con su vida doméstica, explica que suele pasar sus vacaciones con Frost y su prole y cuenta que ha aprovechado la cuarentena para, por fin, aficionarse a la jardinería. Ahora estrena la serie de HBO 'El tercer día'. Una vez más Law ha huido del rol de galán, dando un paso más en la dirección en la que siempre quiso avanzar: ser un actor de carácter sin las presiones de la fama ni de una imagen preconcebida. Le ha costado, pero ha acabado consiguiéndolo. Al final los guapos siempre se salen con la suya.