Trolls rusos, fans enfadados y algoritmos: por qué era hora de matar Star Wars

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Cada vez que un espectador va al cine, está pisando el terreno que George Lucas fundó. En 1977 'La guerra de las galaxias' aceleró la velocidad a la que se cuentan las películas norteamericanas, estableció que la ciencia-ficción, la fantasía y la acción serían los nuevos géneros comerciales (reemplazando a los musicales, las épicas históricas y los dramas románticos) y convirtió al cine en un producto de consumo más, lo cual llevaría a los exhibidores a abrir, a lo largo de la década de los 80, multisalas en los templos del consumo por antonomasia: los centros comerciales.

Esta rentabilidad atrajo el interés de multinacionales como Sony (que compró la histórica Columbia) y fondos de inversión como Vanguard, BlackRock o SsgA. Estos tres últimos son actualmente los principales accionistas de Disney, Universal y Warner, los tres estudios más importantes de Hollywood. Antes de aprobar la producción de una película, analizan su viabilidad comercial mediante un algoritmo que repasa 65000 variables (su género, su argumento, su reparto, su público, etc) y concluye si merece la pena invertir en el proyecto. 'El ascenso de Skywalker' no es solo una secuela de 'La guerra de las galaxias', es también una víctima directa del mercado que la saga desencadenó hace 42 años.

La saga por excelencia

Y esta saga está caminando por un terreno inédito: ninguna otra franquicia lleva tanto tiempo generando nuevas entregas (James Bond debutó en 1962, pero sus capítulos apenas contienen progresión narrativa). La taquilla de 'El ascenso de Skywalker', similar a la del episodio anterior 'Los últimos Jedi', está demostrando que el público no siente fatiga alguna hacia 'Star Wars' y que cada nueva entrega, sea por nostalgia o por inercia, sigue estrenándose en calidad de acontecimiento.

Coma creativo

Sus malas críticas sugieren que, aunque 'Star Wars' sea una marca comercialmente sana, se encuentra en un coma creativo. Y ese coma no se debe a ningún accidente, sino que ha sido inducido: lo que en su momento fue el cine del futuro hoy solo consigue emocionar apelando al pasado, evocando nostalgia reciclada en vez de crear emociones nuevas. Por eso Hollywood no será capaz de dar el salto hacia su próxima era, sea cual sea, hasta que no se atreva a cortar el cordón umbilical con su madre (que es a la vez la madre de todos los blockbusters). Ha llegado el momento de matar 'Star Wars'.

El lastre de la última trilogía de 'Star Wars' ha sido 'Star Wars'. A diferencia de otras sagas de fantasía que se insinúan virtualmente infinitas como Juego de tronos, El señor de los anillos o el Universo Cinematográfico Marvel (despertando en el público la sensación de que están por encima de todos nosotros, que son relatos más grandes que la vida), la saga de los Skywalker ha acabado siendo limitada, pequeña y sin espacio para la expansión.

El rechazo de los fans

Y esto se debe a que cada vez que 'Star Wars' ha intentado llevar la cámara a otros rincones de la galaxia sus fans la han rechazado sin matices: Han Solo intentó que viésemos a un nuevo actor en el papel del canalla canónico de Hollywood como si no recordásemos exactamente cómo era Han Solo de joven (no es como si la propia franquicia nos hubiera permitido olvidarlo), George Lucas se propuso explorar en las precuelas todo lo que lleva a la guerra del título original (las intrigas políticas, los golpes de estado, las conspiraciones, los pueblos marginados, las operaciones de espionaje, los genocidios, la corrupción del poder) y los episodios I, II y III fueron la coyuntura cultural mediante la cual internet se dio cuenta de que podía ser, además de un espacio de información y relaciones sociales, un patio de recreo en el que reírse de los demás. Del propio Lucas, de Jar Jar Binks o del niño que hacía de Anakin. El ratio indica que, de las once entregas que existen de 'Star Wars', hay más películas criticadas por el público que aplaudidas.

Por eso J. J. Abrams comprendió que para triunfar con 'El despertar de la fuerza' era necesario reconciliar al público con (la idea que ese público tenía de) 'Star Wars'. El Episodio VII era un remake de 'La guerra de las galaxias' que apaciguaba a los fans diciéndoles "vuelven los decorados y los efectos visuales físicos, vuelven las aventuras para toda la familia, se acabaron las turras políticas". Abrams ignoró por completo la existencia de las precuelas, lo cual no es una decisión creativa sino una concesión temerosa de la ira de los fans, y resumió su empresa con el plano que cerraba el tráiler: Han Solo exclamando "Chewie, estamos en casa". Las nuevas incorporaciones se alineaban con la tradición pero modernizándola: una heroína Jedi, un Storm Trooper negro y disidente, un villano torturado psicológicamente cuya mayor batalla es contra sí mismo. La operación salió redonda y el público volvió a ilusionarse con 'Star Wars'.

Tensión sexual no resuelta

Pero Rian Johnson consideró que si Abrams había cogido carrerilla era para que él volase con 'Los últimos Jedi'. En ella, Yoda desmitificaba la trascendencia de la Fuerza, que ya no surgía de forma científica a causa de los midiclorianos como explicó Lucas en las precuelas sino que podía aparecer en cualquier criatura que fuese digna de ella. Rey y Kylo se dejaron llevar por su tensión sexual no resuelta, explorando por primera vez en la saga las consecuencias del erotismo como saludo a los espectadores adultos. Leia le daba un escarmiento a Poe Dameron (el arquetipo del antihéroe canallita y temerario) dejándole claro que sus planes kamikazes costaban vidas y no siempre salían bien.

Incluso una escena en un casino mostró que hay clases sociales en ese universo que tienen tanto dinero que no se ven en absoluto afectadas por las guerras que tanto angustian a nuestros héroes. Pero los fans más puristas sintieron que, al haber definido su identidad en base a la saga desde que la vieron de niños, 'Los últimos Jedi' les ofendía a ellos directamente. Algunos se quedaron ahí, pero otros se lanzaron a criticar su corrección política (tantas mujeres y tantas razas distintas les parecía forzado). Y entonces 'Star Wars' dejó de ser divertida para convertirse en el enésimo campo de batalla en el que librar la guerra cultural que ha marcado la última década.

Boicot a 'Los últimos Jedi'

Un estudio de Morten Bay, publicado por el New York Times, concluye que más de la mitad de usuarios que pidieron el boicot de 'Los últimos Jedi' eran bots rusos que también habían participado en campañas online contra Hillary Clinton. "Los trolls y los activistas políticos usaron 'Star Wars' para propagar mensajes políticos en apoyo de las causas de la extrema derecha y de la discriminación por género, raza o sexualidad". El problema es que en medio de la lava de internet resultó imposible distinguir a los verdaderos fans indignados, a los espectadores casuales a los que simplemente no les había gustado la película y a los trolls rusos organizados a los que 'Star Wars' les importaba un pimiento. Simplemente se formaron dos bandos de magma inamovible: o estabas a favor o estabas en contra de 'Los últimos Jedi'.

Argumentos como que Disney estaba forzando la diversidad poniendo mujeres en roles prominentes (la trilogía original sacaba literalmente a dos mujeres, una de ellas para una sola escena; en las precuelas solo Padme tenía repercusión alguna en la trama) fueron camuflados por otros menos escabrosos como que Rian Johnson se había cargado 'Star Wars': el primer argumento te hacía parecer un misógino, el segundo solamente un fan decepcionado. El cierre de la trilogía, 'El ascenso de Skywalker', se presentaba por tanto como una oportunidad para avanzar sin dejarse achantar por los trolls como ha hecho Marvel, apostando por superhéroes negros y mujeres sin importarle a quién pueda escocer. Pero J. J. Abrams ha optado por agachar la cabeza.

Rose Tico, el símbolo

El mayor símbolo de este repliegue es Rose Tico, la mecánica que en 'Los últimos Jedi' se postuló como interés romántico de Finn. Su actriz, Kelly-Marie Tran, sufrió tantos ataques por su raza (asiática) y su físico (no atractivo, según sus detractores) que acabó abandonando todas sus redes sociales. Y en ahora 'Star Wars' la ha abandonado a ella. A pesar de tener un rol clave en el clímax de 'Los últimos Jedi', aquí Rose opta por quedarse en tierra y no participar en la aventura reduciéndose así su tiempo en pantalla a 76 segundos en los que a Finn le da tiempo a dejarle claro que no se haga ilusiones, que no tiene la menor intención de ser su novio.

Abrams es libre de utilizar o no un personaje según lo considere oportuno, pero él vive en el mismo planeta que nosotros, sabe que el rol de Rose Tico en el episodio IX sería una declaración de intenciones y ha optado por no dejar ningún lugar a dudas sobre su postura: si el suficiente número de personas se organiza para vejar, humillar y acosar a una actriz, sus jefes no solo no harán nada para protegerla sino que la invisibilizarán para que no moleste más.

Y esto podría percibirse como una casualidad si no fuese porque Abrams se toma la molestia de deshacer explícitamente el camino andado (volado) por Rian Johnson ya desde el primer plano de 'El ascenso de Skywalker': resulta que Rey es nieta de Palpatine, así que eso de que cualquiera puede ser un héroe era una chorrada que el rojo de Johnson se sacó de la manga. La Fuerza se hereda, como la aristocracia.

La fuerza se hereda

Cuando a C3PO le borran la memoria y la recupera, casualmente pierde todos los recuerdos de lo que ocurría en 'Los últimos Jedi'. Para desarmar la teoría de algunos espectadores (alimentada por el actor que interpreta a Poe, Oscar Isaac) de que Poe y Finn estaban enamorados les endosan dos novias a toda prisa porque, si había gente cabreada con tantas mujeres, incluir un romance homosexual habría sido apocalítpico. Hasta Leia nombra a Poe como su sucesor después de que Poe haya aprendido un total de cero lecciones.

En su obsesión por apelar al mínimo común denominador para no ofender a nadie, Abrams y los otros tres hombres que han escrito el guión de 'El ascenso de Skywalker' huyen de cualquier conflicto o rasgo de carácter en sus personajes. ¿De qué ha servido al final que Finn fuese un Storm Trooper huido? ¿Por qué no ha liderado una rebelión de Storm Troopers cual Espartaco? Millones de personas se asombraron con la trilogía original gracias a su sentido de la aventura, pero lo que más recuerdan hoy es a sus personajes: el sarcasmo de Han, la obstinación de Leia, el crecimiento de Luke hacia la madurez asumiendo su destino.

Vuelven los Ewoks

Rey ha protagonizado tres películas y no se sabe nada de ella. ¿Qué le gusta? ¿Qué le irrita? ¿Qué le hace gracia? ¿Qué opina? Los nuevos personajes de la trilogía se han limitado a cumplir una función en el guión, pero en ningún momento han parecido seres humanos (con excepción de Kylo Ren, pero en 'El ascenso de Skywalker' también ha acabado convertido en un peón emocional al servicio del guion). Por eso los momentos más memorables de 'El ascenso de Skywalker' siguen siendo, 42 años después, los que explotan la nostalgia de Leia, Han Solo, Darth Vader, los Ewoks. ¡Los Ewoks! Tras ser vilipendiados durante años, su celebrada aparición en la nueva trilogía demuestra que cualquier cosa puede volverse pasto de la nostalgia entrañable si pasa la suficiente cantidad de tiempo. Y por eso se está preparando secuela hasta de Salvados por la campana.

"'El ascenso de Skywalker' no es más que un zoológico"

La periodista Emily Todd sostiene que, si 'Star Wars' en un ecosistema, 'El ascenso de Skywalker' no es más que un zoológico: el espectador va siendo guiado de escena en escena, pasando por todas las paradas obligatorias del tour, para que observe recreaciones artificiales de la original. Varios hilos de Twitter están desgranando la sucesión de agujeros de guion en la película, tan empeñada en entretener, abrumar y emocionar que solo plantea giros impresionantes (la muerte de Chewbacca, la muerte de Zori Bliss, el topo, el secreto de Finn, la amnesia de C3PO, la revelación de que muchos Storm Troopers son esclavos negros, la aparición del espíritu de Leia en Tatooine como si ella hubiese vivido alguna vez allí) sin que ninguno tenga consecuencias reales.

El crítico Richard Brody, que describe la película como "el eco de un eco", señala que sus defectos son en realidad los mismos que ha tenido siempre la saga pero destilados y magnificados porque el único talento de J. J. Abrams es destilar y magnificar. En 'El despertar de la fuerza' le sirvió para recolocar la saga, en 'El ascenso de Skywalker' parece un trámite. Como ejemplo de esta actitud de Abrams, se ha viralizado una entrevista con Chris Pine en la que cuenta que durante el rodaje de 'Star Trek' le pidió contexto para una escena en la que tenía que correr hacia una pantalla verde y exclamar algo que no venía a cuento. "No importa" le respondió el director, "tú corre, di la frase rápido, con gravedad y urgencia, y a nadie le va a importar".

Mirar hacia adelante y no hacia atrás

'El ascenso de Skywalker' parece una película cansada, que como solo quiere terminar de una vez por todas se limita a darles a los fans lo que se supone que quieren de la forma más rimbombante posible. No hay diálogos largos, no hay reflexión, no hay miedo o peligro tangibles. Solo hay acción. Y en realidad eso es más que suficiente porque el gran público, ese que no se considera fan de 'Star Wars' pero va a verlas todas, disfruta con este episodio IX igual que disfrutó con el VII y el VIII. Puede que ‘Star Wars’ se haya convertido en un campo de batalla cultural, pero sus soldados son mucho más ruidosos que numerosos y a la mayoría de la gente, como bien sabe J. J. Abrams, "le da igual".

Annalee Newitz analiza en el New York Times que 'La guerra de las galaxias', estrenada nada más terminar la guerra de Vietnam, funcionó como un mito nacional moderno para los estadounidenses: "Un nuevo comienzo para la revolucionaria historia de orígenes de América y para sus valores de 'libertad o muerte', pero usando los códigos de la ciencia ficción. Ahora, sin embargo, las películas ya no tienen el mismo efecto. Tal y como el sistema político norteamericano se está desarraigando, nuestra máquina de mitos culturales también está defectuosa".

Así que a lo mejor la única solución para que el cine vuelva a servir para congregar y dar sentido a nuestra sociedad es, como hizo Lucas en 1977, mirar hacia adelante en vez de hacia atrás. Para eso, como gesto simbólico, Hollywood tendría que dejar morir 'Star Wars'. Y tras ver la recepción de ‘El ascenso de Skywalker’, que al final no le ha encantado a ninguno de los dos bandos, no se trataría de un asesinato ni una ejecución. Sería una eutanasia.