Raül Balam, el chef que salió del infierno: "Cuando mis padres descubrieron mi adicción al alcohol y las drogas sentí liberación"

  • El chef, hijo de la prestigiosa Carme Ruscalleda, cuenta en 'Enganchado' la cruda historia de su adicción al alcohol y las drogas

  • "No me convertí en alcohólico, sino que ya nací así. Mi enfermedad se despertó el día que ingerí mi primera copa", confiesa

  • "Voy con zapatitos de cristal. Siempre seré adicto. La enfermedad está dentro de mí y no puedo bajar la guardia"

"Mi vida era tomar, tomar y tomar. No había otro fin. Mi enfermedad me engañaba para que pensase que lo hacía porque quería, pero me tenía dominado. Tengo una enfermedad: soy adicto y lo seré toda la vida". Son palabras crudas, brutalmente honestas, del chef Raül Balam Ruscalleda (Sant Pol de Mar, 1976), hijo de la prestigiosa Carme Ruscalleda, reconocida con tres estrellas Michelin. De hecho, al mismo tiempo que trabajaba en las cocinas del Sant Pau, el restaurante de su madre, Raül lidiaba con una galopante adicción a las drogas y al alcohol que estuvo a punto de acabar con su vida.

Como ocurre tantas veces, el alcohol, la única droga socialmente aceptada como si no lo fuera, fue la puerta de entrada a la pesadilla. "Sin saberlo ni quererlo, mis primeros camellos fueron mis padres, puesto que mi primera copa me la dieron ellos", confiesa Balam en 'Enganchado' (Libros Cúpula), la crónica en la que narra a pecho descubierto su viaje de ida y vuelta a un infierno en el que muchos han ardido hasta desaparecer. Él se libró, por los pelos. Tocó fondo en 2013, cuando su familia descubrió que se le había ido de las manos y tomó cartas en el asunto. "¿Qué tenemos que hacer"?, le preguntó su madre. "Lo que queráis", contestó él. La vergüenza en carne viva que sintió entonces fue también el primer paso hacia su salvación. Le ingresaron en el centro de desintoxicación Hipócrates.

Balam lleva ya una década limpio. Ha dejado atrás el alcohol, la cocaína y todas las sustancias a las que era adicto. Hoy dirige las cocinas del restaurante con dos estrellas Michelin Moments, en el Hotel Mandarin Oriental de Barcelona. Lleva "una vida limpia, sana, sin adicciones", pero no olvida. Un tatuaje oculto debajo de su axila le procura un recordatorio permanente: una línea por cada año limpio. Y espera que plasmar su desgarrador testimonio en las páginas de este libro, con la ayuda de la periodista Carme Gasull, pueda ayudar a otros a vencer a sus propios demonios. Hablamos con el chef sobre una enfermedad que muchas veces no se identifica como tal.

¿Por qué te has decidido a contar tu experiencia en un libro?

Todo fue a raíz de la presentación del documental 'Vía libre' (2020) que se puede encontrar en Netflix. La editorial se puso en contacto conmigo para ver si me gustaría explicar mi experiencia con el tratamiento de adicción. Y yo dije en seguida que sí, ya que el resultado de haber hecho este camino es tan bueno que el mundo merece saber que se puede vivir plenamente sin drogas.

En 'Enganchado' confiesas que tu puerta de entrada a la adicción fue el alcohol. ¿Cómo te volviste alcohólico?

No es una confesión, ya que creo que era evidente. En mi caso no me convertí en alcohólico, sino que ya nací así. Tengo una enfermedad, que se llama adicción y mi enfermedad se despertó el día que ingerí mi primera copa, pero no el primer día que ya cogí la gran borrachera, si no que fue gradual.

¿Sentías remordimientos después de una borrachera?

¿Quién no siente remordimientos después de una borrachera? El alcohol te desinhibe y te provoca hacer cosas que una vez cuerdo no las hubieras hecho.

¿Sabías que te estabas enganchando al alcohol mientras lo hacías o pensabas que ‘controlabas’?

El “yo controlo” es de primero de borracho, todo adicto lo piensa. Hacia el final sí que veía que tenía un problema.

En el libro dices: "Pensaba que drogarse era cool. En mi mente, si no te drogabas eras un paleto, y yo era guay" ¿En qué momento empezaste a usar drogas de forma regular para sentirte así?

El falso glamour. Jeje. las drogas duras entraron en mí a principios del 2000.

¿Cómo compaginabas esa adicción tan fuerte que describes con tu trabajo en el restaurante? ¿Te llegaron a pillar?

Muchas veces me hago esta pregunta y siempre llego a la misma respuesta. Tuve la suerte de tener un gran equipo. Los adictos podemos llegar a levantar imperios y no sabemos muy bien cómo lo hacemos. No sé si me llegaron a pillar, pero que era evidente, sí.

¿Cuándo sentiste que tu vida estaba realmente en peligro?

A mediados de 2012 mi vida era un sin sentido. Allí me di cuenta de que mi vida la dominaba la droga.

El momento en el que tus padres lo descubren todo. Cuéntanos qué sentiste entonces.

Liberación.

¿Y cuándo descubres que tú solo no puedes salir de ese pozo?

Yo lo intenté muchas veces solo. Pero me di cuenta -o más bien aprendí- que yo solo no podía.

¿Una adicción no puede curarse solo con fuerza de voluntad?

Para nada. Primero hay que decir que una adicción no se cura nunca. Siempre seré adicto, lo que pasa es que aprendes a convivir con ello. Y la fuerza de voluntad no sirve para nada. La aceptación es el secreto.

¿Cómo se (re)aprende a vivir sin drogas?

Aceptando que tienes esta enfermedad. Llega un momento que te das cuenta de que vivir es más enriquecedor sin drogas que con ellas.

Durante la recuperación, ¿sufriste alguna recaída?

Nunca.

¿Alguna vez echas de menos el alcohol o las drogas?

Ya no. Soy consciente que no me aporta nada. Pero tengo que ir con zapatitos de cristal. Se tiene que vigilar mucho, ya que la enfermedad está dentro de mí y no se puede bajar la guardia.

¿Qué le dirías a alguien que es consciente de que tiene un problema de adicción pero no sabe reaccionar?

Que lea el libro o mire el documental. Que si quiere salir se puede, que no es fácil, pero que VALE TANTO LA PENA.

¿Es cierto que se es adicto para toda la vida?

Cierto. Jejej. Pero tranquilos, se puede convivir muy bien con la enfermedad. Se tiene que cuidar y mimar y al final te puedes hacer amigo de ella.

¿Hay algo que tu adicción destruyera y no has podido recuperar?

Muchas. Soy consciente de que he hecho mucho daño a personas. Pero al final me tengo que perdonar y aceptar que no se podrá recuperar nunca. Tengo la conciencia tranquila y estoy en paz.