Alberto Anaut, el periodista que nos cambió, nos agitó y nos removió

  • Dice el amigo Antonio Lucas que Madrid te debe una, Alberto Anaut… ¡así es! Pero yo diría que algunos te debemos muchas

En esta profesión nuestra, tan viva, tan cambiante, tan intensa y tan pasional, los jefes te marcan, te enseñan, te guían. No sé si más que en otras profesiones, porque tengo la suerte o la desgracia de no haber sido más que periodista en toda mi vida, pero aseguro que mis jefes me han marcado muchísimo. Guardo las enseñanzas de cada uno de ellos como tesoros, en fila en mi corazón y en mi librillo del oficio. Lecciones de profesión, de vida y, lo mejor de todo, de amistad. Una amistad duradera y socarrona que afortunadamente no pocas veces surge entre compañeros y dura toda la vida.

Periodistas y amigos hemos vivido tiempos diversos, contradictorios, disparatados, décadas diferentes, antes y después de Google, y de las fakes news. Que nos quiten lo bailao. Pero no lo aprendido.

Alberto Anaut llegó de 'El País Semanal' a dirigir el dominical de 'El Mundo', que pasó a llamarse por un tiempo 'La Revista'. Él, sus inconfundibles gafas de pasta y unos cuantos colegas más, enormes como Chema Conesa, Javier Pérez de Albéniz y Sindo Lafuente, vinieron a traer aire fresco. Y a cambiarnos la vida.

Hay dos tipos de colegas profesionales y de jefes, los que son simples compañeros de viaje y los que te ayudan a crecer, a ampliar la mirada, a abrir la perspectiva, a ser más. Los que te enseñan a mirar, a conversar, a dudar, los que te lanzan a la calle, los que te piden opinión… Y de eso hubo mucho en aquellos revoltosos años noventa. Años en los que aprendimos por cierto a amar aún más la fotografía, la imagen, el diseño, la calidad del producto, más allá de las noticias y las palabras.

Alberto Anaut fue, mientras le apeteció, un gran periodista que nos hizo a todos un poquito más periodistas de lo que éramos. Gracias a su impulso, viajé desde la calle Pradillo de Madrid a Cuba a escuchar a los cubanos sin filtros, a Brasil en busca de una portada impactante, a las 3.000 viviendas de Sevilla a escuchar flamenco puro y probar potaje gitano en un séptimo piso, a Granada a juntar a toda la familia Habichuela en homenaje al patriarca, entrevisté a grandes escritores, músicos y cineastas de este país. Sin prisa, con tiempo y con ganas. Aprendí a escuchar de cerca (sin pantallas, sin móvil y sin mail), a buscar historias que contar.

Y una vez que el incombustible e inquieto Alberto nos cambió la mirada y nos trastocó las ideas (él, que cada mes de mayo se escapaba desde la Redacción a Las Ventas cargado de progresismo bajo el brazo cual muleta al son de música de Gabinete Caligari), nos dejó y marchó a seguir agitando la cultura de esta ciudad que tanto amaba. Y llegarían pronto sus grandes obras: PhotoEspaña, La Fábrica, Matador, Festival Eñe…

Agitó la cultura y se dejó agitar por la cultura cada día de su vida. Coincidimos por última vez tras un concierto de la Macanita en el Teatro de la Zarzuela. Y allí estuvimos en la taberna de enfrente, muy Anaut, haciendo entre todos la crítica del concierto, con su grandísima Carmen y el gran Chema Madoz. Irónico, rápido y feliz como siempre, entre música, cultura, arte y amigos.

Gracias, Alberto, por habernos hecho más grandes a los periodistas, a la cultura, a la ciudad y a los amigos.

*Ana Bueno es directora de Uppers, directora editorial digital de Mediaset y trabajó con Alberto Anaut en 'La Revista' de El Mundo.