Política, historia y capas voladoras: el superhéroe de cómic que reinó en cada década no fue casualidad
Superman y la propaganda en la II Guerra Mundial, el pesimismo de Batman en la era Reagan o la multiculturalidad de Ms Marvel: analizamos los últimos 80 años de salvadores del mundo
Desde los semidioses de la 'Ilíada' a los supertipos de Marvel y DC, los héroes han funcionado siempre como espejo de la sociedad que les dio forma
¿Por qué la mayoría de los superhéroes llevan los calzoncillos por fuera de la ropa?
"Si alguna vez cuentan mi historia que digan que caminé con gigantes. Los hombres brotan y se marchitan como el trigo en el invierno, pero estos nombres jamás morirán. Que digan que viví en los tiempos de Héctor, domador de caballos; que digan que viví en los tiempos de Aquiles", así loaba Ulises en 'La Ilíada' a los semidioses de la mitología griega clásica, indisimulados precursores de los héroes de capas y mallas del siglo XX que proliferaron en las páginas de DC y Marvel Cómics y que terminaron conquistando el audiovisual ya en el siglo XXI. Porque, tanto en tiempos de Homero como en la actualidad, los superhéroes son un producto cultural reflejo de la realidad popular de su tiempo.
MÁS
Efectivamente, estos personajes ficticios, inicialmente arquetipos de una pieza, siempre han funcionado como el espejo de la sociedad que les dio forma, o como el resultado de un anhelo, de una situación geopolítica o de una necesidad colectiva. Por eso cambian continuamente. Porque sólo mediante su constante evolución, actualizándose cada cierto tiempo y añadiendo capas por encima de sus superpoderes, pueden mantener vigente su razón de ser. Ese es también su mérito.
A través de ellos y del papel que han ido jugando en la cultura es posible desentrañar cómo se ha moldeado nuestra sociedad (es decir, la occidental) a través de la historia. En ese sentido, cada década ha tenido un superhéroe predominante y representativo, que resume su tiempo en sí mismo. A veces la elección es muy evidente, y otras no tanto. En las siguientes líneas lo vamos a intentar, ciñéndonos esencialmente al mundo de las viñetas que, con sus altibajos, aún hoy sigue siendo su medio natural.
Años 40: Superman
Con el último hijo de Krypton empieza todo. En 1938 Jerry Siegel y Joel Schuster, dos jóvenes judíos hijos de inmigrantes con tendencias izquierdistas, buscan su sitio en los EEUU intolerantes y racistas de la Gran Depresión, y lo encuentran en la forma de un alienígena criado en el medio oeste americano que va a defender como ningún otro la verdad, la justicia y el estilo de vida americano. Desde su primera aparición en 'Action Comics 1' Superman se enfrenta no solo a jefes criminales, sino también a políticos y empresarios corruptos, casi como si fuera un activista antisistema que defiende al hombre de a pie de los desmanes de los poderosos. Con la II Guerra Mundial, y el mundo perfectamente definido entre buenos y malos, el cómic se convierte en una eficaz herramienta propagandística, de modo que el Hombre de Acero pasa a integrarse en el sistema, incluso llevando a Hitler y Stalin ante la Liga de Naciones para que respondan por sus crímenes. Superman sería el modelo en el que se mirarían todos los demás héroes que conformarían la Edad de Oro, desde Batman al Capitán América, pasando por Wonder Woman, Capitán Marvel o Plastic Man.
Años 50: Flash
Tras el final de la II Guerra Mundial el cómic de superhéroes entra en un lento declive, sobrepasado en el mercado por las historietas de romance y crimen. Coincidiendo con el Macartismo en los años 50, un libro infame, 'La seducción de los inocentes', de Fredric Whertham, culpa a los tebeos del aumento de la delincuencia juvenil y de prácticamente todo lo malo que pasa en el mundo. De ahí nace, como mecanismo de autocensura, el célebre Comics Code Authority, que marcaría la industria durante décadas. Es ya en 1956 cuando DC decide volver a apostar por los superhéroes retomando un viejo personaje de los años 40 pero modificándolo por completo. Se trata de Flash y su relanzamiento en la revista Showcase 4 inaugura oficialmente la Edad de Plata del cómic. Este nuevo corredor escarlata es Barry Allen, un científico de la policía que consigue su supervelocidad al ser alcanzado por un rayo. En el plano general, el superhéroe en esta época sigue al servicio de la propaganda occidental y pasa de machacar nazis a apalizar rusos, representados como taimados y oscuros bárbaros capaces de cometer cualquier tropelía.
Años 60: Spiderman
Con la publicación en 1961 del primer número de 'Los cuatro fantásticos' comienza la era Marvel en los cómics. La gran contribución de Stan Lee, Jack Kirby y compañía es hacer vulnerables a los superhéroes, convertirlos en personajes con problemas cotidianos con los que cualquiera podría identificarse. El cómic deja de ser percibido como un simple relato para niños y pasa a ser un producto apto para todos los públicos, especialmente para los universitarios que se enganchan a un superhéroe por encima de los demás, uno al que consideran un igual: Spider-man. El hombre araña representa una visión más compleja y empática del héroe, basada en un eslogan que ha traspasado generaciones: "Un gran poder conlleva una gran responsabilidad". En las viñetas de 'The Amazing Spiderman' Peter Parker es acosado por las dudas existenciales, las estrecheces económicas ( está permanentemente sin blanca) y sus problemas con las mujeres. Además, sus aventuras se desarrollan en tramas más cotidianas y pegadas a lo social en las que hay cabida para los derechos civiles, el racismo, el drama de las drogas o la guerra de Vietnam. El héroe arácnido se convierte en un gran éxito editorial desde el principio, mayor que compañeros generacionales como Thor, Hulk o Iron-Man, y no tarda en convertirse en un icono cultural y el modelo a seguir.
Años 70: La Patrulla X
Si en los años 60 Marvel disfruta de algunos de sus mayores éxitos, también tiene que soportar algún que otro sonoro fracaso. Como el de los X-Men, más conocidos en España como Patrulla X. Lee y Kirby conciben ese grupo de mutantes como una metáfora para denunciar el racismo y el odio irracional contra el diferente, en consonancia con el movimiento por los derechos civiles de la época. Pero aquello no termina de funcionar y acaba cayendo en el olvido. Hasta que en 1975 Chris Claremont se encarga de relanzar el equipo en el Giant Size X-Men 1 con una nueva alineación (Lobezno, Tormenta, Coloso o Rondador Nocturno) que ahora sí se convertirá en el buque insignia de la editorial. Durante 16 años el guionista desarrolla en 'The Uncanny X-Men' una enorme historia coral, con relaciones entre los personajes mucho más trabajadas e introduciendo cuestiones que se adelantan a su tiempo, como el nuevo feminismo, el techo de cristal o la diversidad racial. Durante la etapa dibujada por John Byrne se crean las historias (la saga de Fénix Oscura, Días del futuro pasado) que definirían el cómic superheroico en los lustros siguientes.
Años 80: Batman
La madurez del género llega a su cénit en los 80, precisamente con la deconstrucción de su modelo. Una serie de autores visionarios se afanan en demostrar que en realidad los superhéroes son ídolos con pies de barro, personas rotas al limite de lo éticamente aceptable. Alan Moore cambia las reglas del cómic para siempre con 'Watchmen', aunque muchos entendieran sus enseñanzas mal, o directamente al revés. Y Frank Miller le pega un buen revolcón a Batman, el hombre murciélago que nació en 1939 a la sombra de Superman, con dos obras fundamentales. En 'Año Uno' reformula su origen entre sombras noir y el hedor de la corrupción, mientras que en 'El regreso del Caballero Oscuro' propone un posible final, en el que Bruce Wayne es un sexagenario desequilibrado que opera al margen de la ley en dudoso equilibrio sobre la línea que separa el anarquismo del fascismo. De fondo, una crítica lacerante al sensacionalismo de los medios de comunicación, el hedonismo descerebrado de la época y a la Administración Reagan, con el último hijo de Krypton ejerciendo de lacayo pelele al servicio del presidente. El propio Moore con 'La broma asesina' o Grant Morrison con 'Arkham Asylum' contribuyen a esta visión más adulta de Batman que impregnaría de oscuridad los coloristas años 80 e influiría decisivamente en cualquier interpretación posterior del personaje.
Años 90: Masacre
En los años 90 el cómic empieza a escorarse peligrosamente hacia la espectacularidad en detrimento de la sustancia. Si los 80 fueron los años de los guionistas estrella (Miller, Moore, John Byrne, Walter Simonson) los 90 son la época de los dibujantes hot (Rob Liefield, Todd McFarlane, Jim Lee) que convierten en superventas todo lo que tocan, aunque entre tanto músculo hipertrofiado, malas caras, cazadoras de cuero y pistolones la calidad de las historias cada vez sea más endeble. En este panorama, el de la era de la Generación X, una juventud desilusionada e incomprendida, deseosa de romper con la norma imperante, aparece Deadpool, en España conocido como Masacre. Wade Wilson es un mutante mercenario inmortal, mezcla pasada de vueltas de Spiderman y Lobezno, que escupe chistes groseros y negrísimos por doquier, es despreciable, sexista, ultraviolento y manifiesta una evidente inestabilidad mental. Masacre es pura incorrección gamberra, se ríe de todo y de todos y rompe con frecuencia la cuarta pared para señalarle a los jóvenes del grunge todo lo que está mal en el mundo o es directamente absurdo. El guionista Joe Kelly se toma la serie regular de este antihéroe sarcástico y crítico como si fueran a cancelarla al día siguiente, por lo que se permite soltar cualquier burrada que se pasa por su mente. Y cuanto más violencia, sexo y humor negro, más éxito tiene.
Años 00: Kick-Ass
Con el nuevo milenio el género parece querer volver a poner el foco en la humanidad del superhéroe, en el hecho de que pese a todos sus poderes sigan teniendo los mismos defectos que cualquier ciudadano de a pie, o incluso más. Se recuperan planteamientos más arriesgados sin renunciar a la violencia descarnada de la década anterior, pero desde un punto de vista más 'realista'. Un nombre sobresale por encima del resto en este renacer artístico y comercial del género: el del guionista escocés Mark Millar, que moderniza a los viejos Vengadores de Marvel en clave post 11-S con los Ultimates, interesándose más por los conflictos que se dan entre los héroes, entre ellos la violencia doméstica, que en las luchas contra los villanos. Junto al dibujante John Romita Jr. se pregunta cómo serían los superhéroes si existieran de verdad en el mundo real y la respuesta es Kick-Ass, un adolescente sin poderes que se lanza a las calles vestido con un pijama un tanto ridículo para hacer frente a los maleantes... con los resultados (desastrosos) esperables. Un concepto tan ingenioso como falto de pretensiones aderezado con toneladas de salvajismo injustificado, patetismo extravagante y mucha, mucha sangre. El cómic, chisposo, refrescante y en el fondo intrascendente, tiene una enorme aceptación entre un público ya cansado de volver una y otra vez a los sempiternos clichés del género.
Años 10: Ms Marvel
Aunque las mujeres habían ido ganando protagonismo progresivamente en el género superheroico, a principios del nuevo milenio guionistas y artistas aún seguían escribiéndolas y dibujándolas como evidentes objetos de deseo. Eso cambia en 2013 con la presentación en sociedad de Kamala Khan, una entrañable adolescente musulmana de ascendencia paquistaní que derriba estereotipos y rompe prejuicios convirtiéndose al mismo tiempo en un reflejo de la juventud norteamericana y de su cada vez más complejo tejido social. El mérito de la guionista G. Willow Wilson es mostrar lo complicado que puede ser convivir en una sociedad que no conoce tus costumbres y en la que muchas veces resulta difícil encajar, y hacerlo sin renunciar a un tono alegre, jovial y alejado del dramatismo épico de las grandes batallas del género. Las aventuras de Ms Marvel, que toma su nombre del fanatismo que profesa su protagonista por la Capitana Marvel, no son maniqueas ni simplistas, y se esfuerzan por contar con naturalidad los problemas de integración en la comunidad del que es diferente. En realidad no estamos tan lejos del Peter Parker de los 60, ni de su contrapartida moderna, el también reivindicable Miles Morales; una prueba más de la capacidad de reinvención de un género que siempre encontrará nuevas formas de seguir vigente.