Torturas, ejecuciones y fugas sorprendentes: la historia de cinco de las cárceles más crueles del planeta

  • El escritor Fernando Gómez hace una radiografía de algunas de las peores prisiones del mundo y de la historia en su libro 'El mundo a través de sus cárceles'

Existen lugares en el mundo que, por muy bonitos que sean de visitar, es mejor no haber formado nunca parte de ellos. Hablamos de las cárceles, lugares de privación de libertad y, en ocasiones, el escenario perfecto de narraciones escabrosas, leyendas negras, anécdotas históricas o curiosidades que han pasado a formar parte del imaginario social. El escritor Fernando Gómez (Barcelona, 1957) ha reflejado en 'El mundo a través de sus cárceles' (Ediciones Luciérnaga) algunas de las historias que tuvieron en lugar en cárceles de los cinco continentes. Y en Uppers hemos recopilado algunas de ellas con fragmentos del propio escritor.

Robben Island (Sudáfrica)

Uno de los lugares más tenebrosos de la historia del S.XX. En esta prisión se recluyeron a miles de sudafricanos que, solo por el hecho de ser de piel negra, ya eran considerados delincuentes. Fue durante el 'apartheid' y el máximo exponente visible de esta reclusión fue Nelson Mandela, el preso 466/64.

"Después de cruzar un patio de cemento", escribe Gómez, "entramos en una edificación de una sola planta y pocos segundos después por fin teníamos delante la famosa celda". "Destaca no tener una puerta que oculte el interior, sino una reja que impide la intimidad del preso para así estar siempre bajo el control de los carceleros. Al fondo, una gran ventana enrejada permitía ver el patio de cemento por el que habíamos pasado".

Allí dentro la vida no era fácil. Por ejemplo, según cuenta el escritor, "el régimen de reclusión de Mandela en Robben Island fue estricto. Solo se le permitía una visita de treinta minutos al año. Durante los diecisiete años que pasó encerrado, solo contaba con permiso para escribir y recibir una carta cada seis meses".

Alcatraz (San Francisco, EE.UU.)

Es, posiblemente, la cárcel más cinematográfica de todas. 'El hombre de Alcatraz', 'La Roca' o 'La fuga de Alcatraz', son solo algunos de los títulos más importantes que tienen a esta prisión como parte protagonista de la trama. Pero, más allá de las historias del séptimo arte, por allí pasaron capos tan famosos como Al Capone y otros más anónimos pero no por ello menos originales. Es el caso de Victor Lustig, el estafador que vendió la Torre Eiffel a un chatarrero por 650.000 francos.

"La prisión de Alcatraz cerró sus puertas el 21 de marzo de 1963", escribe Gómez. "Su mantenimiento resultaba caro; el gasto de cada preso ascendía a diez dólares diarios, mientras que en la mayoría de las cárceles era solo de unos tres dólares. El día de su cierre Frank Watherman, el último preso de Alcatraz, dijo: 'Alcatraz nunca hizo ningún bien a nadie'".

Prisión de Kilmainham (Dublín, Irlanda)

Cuenta el autor que, cuando entró a visitar esta prisión había algo que le resultaba familiar. Para saciar esa inquietud, preguntó al guía que le llevaba y este le confirmó que sus instalaciones también habían servido como plató de cine para películas como 'The Italian Job', 'El hombre de Mackintosh' o 'Michael Collins', con Liam Nesson, entre otras.

Pero más allá de la anécdota del cine, lo cierto es que está prisión fue el refugio inesperado de cientos de irlandeses durante la llamada 'epidemia del hambre' que asoló el país entre 1845 y 1849. La escasez de alimentos provocó que la población tuviera que delinquir y acabaran en la prisión estatal en Dublín, pero con una ventaja notoria para la época que corría: allí les daban de comer y, al menos, no morían de hambre. "La cárcel, por una vez, les daba más seguridad que sus hogares", escribe el autor.

Tuol Sleng S-21 (Camboya)

Si hay un sitio que pone la carne de gallina siempre que se escucha hablar de ella es la cárcel Tuol Sleng S-21, en Camboya. Su historia, además, es desgraciada, puesto que en un origen era un colegio donde los chavales eran felices aprendiendo y convirtiéndose en personas. Sin embargo, llegó la irracionalidad humana para cambiarlo todo y convertirlo en un centro de detención y tortura.

"En la prisión de Tuol Sleng se llevaban a cabo horripilantes experimentos, todos ellos bajo la supervisión del infatigable y eficaz verdugo que era Duch. ¿Cómo grita un ser humano cuando le abren el vientre, le cortan el hígado o le extraen las vísceras? ¿Cómo grita un ser humano cuando comprende que le están extrayendo toda su sangre y no va a salir vivo? Era preguntas a las que buscaba respuesta Duch poniendo en práctica unas brutales torturas que no le remordían en la conciencia al considerarlas un trabajo científico", explica el autor.

Prisión de Port Arthur (Tasmania, Australia)

Al estilo de Alcatraz, la prisión de Port Arthur también se encuentra en una península rodeada de agua e infestada de tiburones, lo que hacía prácticamente imposible escaparse de ella. Hasta ahí llegaban los presos reincidentes que habían sido deportados de Gran Bretaña, y estos sufrieron un método de tortura nuevo: el castigo psicológico.

"Se pensaba que el duro castigo castigo corporal como los latigazos, utilizados en otros penales, solo servía para endurecer a los delincuentes. Por esa causa, los presos eran encerrados con la cabeza cubierta por una capucha, y eran obligados a permanecer en silencio durante días llegando, en algunos casos, hasta meses. Esa medida ocasionaba que muchos desarrollaran problemas psiquiátricos", escribe Fernando Gómez para describir este penal. "Los que no seguían las normas o mostraban síntomas de rebeldía eran castigados a recibir pequeñas raciones de pan y agua, las justas para sobrevivir".