Christina Rosenvinge: "Hay que revisar los conceptos de éxito y fracaso, casi siempre ligados a lo económico"

  • "Hoy todo evoluciona de manera vertiginosa y ultra-rápida. Lo efímero es el espíritu de nuestro tiempo"

  • "Vivimos en un momento en el que las etiquetas tienen demasiada importancia. El mundo es demasiado complejo como para meterlo en esas casillitas"

Paciente, soñadora, tenaz. Tras su melena rubia al viento y una mirada serena, como de mecerse en las nubes, Christina Rosenvinge (Madrid, 1964) guarda una rockera veterana y una artista en pleno redescubrimiento: "Siempre he estado en aprendizaje constante", nos dice. Una escritora que hasta ahora había orientado su pasión por las letras hacia la canción, y que ahora ha convertido su historias, las de siempre, en el relato personal de su vida. Carreteras, corazones rotos y algún vaso de whisky. Su carrera le ha llevado a ser premio de Nacional de las Músicas Actuales en 2018. Un distintivo que podría sonar a corolario pero que ella, en constante revolución, asume con honor, naturalidad y sencillez. Y con todo eso a la espalda, cuatro décadas sobre los escenarios, a los 55 años se lanza a un nuevo debut. 'Debut'. Años de literatura, por primera vez en forma de libro.

Tu último trabajo se llama 'Debut'. Con 55 años, ¿en qué quieres debutar?

Nunca he tenido la sensación de estar consagrada. Es verdad que es mi debut literario, pero siempre he estado en un aprendizaje constante. Nunca he tenido la sensación de estar establecida en ningún sitio. Así que me parecía un título muy coherente con la carrera que he tenido.

Este último trabajo no es un disco, sino un libro sobre tu música. Has dicho alguna vez que una canción no es un poema, pero sí es literatura. ¿Te has sentido cómoda como escritora o lo has vivido con vértigo?

Me considero escritora desde el primer momento porque a la hora de escribir letras hay que tener la capacidad de ser conciso y de manejar las distintas formas del lenguaje. Se rige por las mismas leyes del relato: hay una evolución, una conclusión, y se trata de que funcione como relato y como música.

No me considero de ninguna generación, sino de una manera de pensar

Durante la creación del libro, ¿qué has descubierto de ti?

Lo más interesante del libro ha sido mirar hacia atrás, que es una cosa que nunca había hecho: tener una mirada exhaustiva, escuchar todos mis discos, leer todos los diarios que escribí en esa época, buscar incluso los cuadernos donde había escrito las letras… y a partir de ahí recrear la época en la que se escribieron esas letras. No es un cancionero ni un libro de memorias. Funciona como un artefacto literario; no es sólo mi vida y mi obra porque se puede leer sin conocer mi música, sin que ni siquiera le gusta al lector porque lo que cuenta al fin y al cabo es cómo se trasladan al formato canción mis experiencias personales. Me ha parecido un formato interesante y que había pocos trabajos así.

En este descubrimiento, ¿qué papel juega la experiencia?

Al escribir el libro me he dado cuenta de que las primeras letras eran muy frescas y las últimas letras eran mucho más afinadas, mucho más exactas, y en algunos casos mucho más arriesgadas; es decir, la experiencia sirve para que la creatividad no se desgaste…

'La palabra exacta' es el ensayo que cierra 'Debut', ahora que vas por la segunda mitad de la vida, ¿cómo sería para ti 'la vida exacta'?

Vivimos en un momento en el que las etiquetas tienen demasiada importancia. Tenemos que definirnos en base al sexo, a la edad, a la raza… Creo que el mundo es demasiado complejo como para meterlo en estas casillitas casi siempre binarias. Creo que las generaciones se dividen verticalmente, hay corrientes de pensamiento que abarcan varias épocas. Yo no me considero de ninguna generación, sino de una manera de pensar.

Un artista tiene que ir dos o tres pasos por delante, no puede ser predecible

Te resulta más humano el fracaso que el éxito, ¿eso te hace recelar del éxito?

A la hora de escribir encuentro que el material literario está en la derrota más que en la victoria. El deporte ensalza la victoria y la literatura, desde siempre, ensalza la derrota. La derrota es de humanos y tienes que fracasar muchas veces para llegar a tu éxito. No hay que tenerle miedo al fracaso y en cualquier caso habría que revisar los conceptos de éxito y fracaso porque los asociamos casi siempre a cuestiones económicas y no humanas. Realmente, el éxito y el fracaso son cuestiones que hay que revisar.

El desamor es uno de los temas más importantes de tu música, ¿se ama igual a los 30 que a los 50?

Creo que cada persona tiene una trayectoria distinta y que no se puede generalizar. Conozco personas que mejoran con el tiempo y conozco personas que empeoran. No todo el mundo tiene la misma trayectoria y el desamor me interesa en las canciones porque es un sentimiento contradictorio en el que todo el mundo muestra sus fragilidades y donde se ven los 'agujeros', por eso me parece más divertido. Y también hay una cuestión práctica: cuando todo está bien, todo está en su sitio, no tienes relato. El relato surge precisamente con la ruptura de la normalidad, de la alegría, de la cotidianeidad. Eso es algo que siempre nos gusta: planteamiento, desastre, cómo superar el escollo. Así que eso es básicamente lo mismo que en una canción. Superar el desamor es una maniobra de supervivencia, de superación.

En alguna entrevista has declarado que siempre has elegido ir por el camino menos fácil. En esta etapa de tu vida ¿mantienes tu apuesta por el riesgo?

No es algo que haga premeditadamente pero sí que pienso que si mantienes las mismas fórmulas, acabas cansando. Me parece más interesante adelantarte a los tiempos, ir por delante y que vayan detrás de ti a que vayas tú por detrás del público intentando repetir algún éxito. Creo que esa es en realidad la manera de cansar. Un artista tiene que ir dos o tres pasos por delante. No puede ser predecible.

Nunca he tenido la sensación de estar consagrada

El año pasado recibiste el Premio Nacional de las Músicas Actuales, un reconocimiento que compartes con Javier Ruibal, Serrat, Martirio, Kiko Veneno, Jorge Pardo o Santiago Auserón. ¿Qué pensaste al recibir el premio? ¿Ha cambiado algo tu manera de trabajar? ¿Sientes alguna responsabilidad?

Recibir el premio de Músicas Actuales es un honor y te convierte ya en un clásico, en un representante de la cultura, lo cual ya es una distinción fabulosa. No cambia tu forma de trabajar, pero sí que es un respaldo a la hora de afrontar nuevos proyectos. Es un aval, es un reconocimiento que te otorga el ministerio de Cultura fuera de toda ideología. No es una carga de responsabilidad, sino todo lo contrario, para mí es gasolina que me hace seguir haciendo y buscando.

Eres una artista bastante activa en Redes Sociales, ¿qué piensas sobre ellas?

El peligro de las redes sociales es que han establecido como normal algo que ya existía antes y que es la proyección social, las personas que nos dedicamos a esto ya sabemos que tenemos una proyección pública. Las redes sociales amplían esa proyección y es el mecanismo que están utilizando. Creo que las redes tienen una cosa buena y una mala, aunque dependen de cómo sean las personas que las utilizan. Tienen como cosa positiva que te permiten llegar al público sin intermediarios. En el lado negativo, te conviertes en un blanco mucho más vulnerable. En ese sentido no veo mucha diferencia entre generaciones, creo que todo el mundo tiene que aprender a protegerse y a no creerse todo lo que aparece. Además, como todo esto evoluciona tan rápido probablemente dentro de seis meses haya cambiado. Todo evoluciona de manera vertiginosa y ultra-rápida. Lo efímero es el espíritu de nuestro tiempo.

Hablando de nuestro tiempo, en tu opinión, ¿qué define esta época?

Lo más peligroso de la época en que vivimos es la pérdida de contexto. Se entienden las cosas de manera literal; es decir, una frase que tiene un tono más o menos serio y que está dentro de un párrafo se extrae, con lo cual se trastoca, pierde su significado y puede llegar a significar exactamente lo contrario. Éste es el principal peligro, una sola frase casi nunca puede ser fiel a un pensamiento. Para entender a alguien no puedes ver una sola frase escrita, puede dar lugar a dogmas donde todo es blanco y negro y no hay un grado de grises. Esto define el comportamiento humano. Lo más peligroso de estos tiempos es la simplificación del lenguaje.