Jordi Sánchez, de OBK: “No estoy nada cansado de ‘Historias de amor’, le debo mucho”

  • OBK celebran sus más de 30 años de trayectoria tocando sus grandes éxitos en escenarios de toda España

  • "Lo más bonito de OBK es que hemos llegado a emocionar con creces", nos asegura el cantante y compositor

  • “Mi manera de ser es muy pasional y en escena tengo una actitud muy rockera. Cada noche alguien se sorprende gratamente"

En 1991 lo llamó sueño y aún no ha despertado. Ni la indiferencia de los críticos, ni las modas cambiantes, ni el olvido del mainstream y ni siquiera la marcha de su mitad artística han podido con Jordi Sánchez (Barcelona, 1968), cantante, compositor y alma de OBK, aquel dúo que en los 90 conquistó a miles de adolescentes con su tecno pop emocional para todos los públicos.

Más de tres décadas de una trayectoria que arrancó en la habitación de un chaval que pasaba el tiempo imaginando canciones y que continúa hoy celebrándose a sí misma en los escenarios. “Me sigo poniendo igual de nervioso que al principio. Y eso es bonito”, confiesa Sánchez a Uppers en la previa a su actuación en el espacio Disco Vibra Mahou del Mad Cool. Al fin y al cabo, en cada concierto despliega un arsenal de himnos generacionales que han soportado el paso del tiempo mejor que los de muchos otros grupos de su época.

Si OBK sigue existiendo en 2022 es porque el público, su público, sigue respondiendo a aquella visión melancólica de la música electrónica tan distinta en muchos sentidos a la actual, y en otros sentidos no tanto. “Notar ese cariño y ese respeto de la gente me hace muy feliz. Y en esa etapa estamos, disfrutando de las giras y los conciertos”, nos cuenta Jordi, que ya está muy lejos del veinteañero que hizo ‘Llámalo sueño’ (1991) pero que sigue manteniendo una forma física y una actitud en escena envidiables.

Celebras los más de 30 años de OBK en la música. Con la perspectiva del tiempo, ¿qué le dirías ahora a al chaval que grabó entonces aquellas canciones del debut?

Le diría: ‘Vas a flipar, con lo que te viene’. El título del disco era ‘Llámalo sueño’ y se cumplió. Todo el mundo hablaba de él. El verano del 92 fue nuestro con ‘Historias de amor’. Yo entonces pensaba que igual podíamos durar 10 o 15 años en la música si hacíamos las cosas bien. Y de repente ya son 30 años. Pero esa ilusión de ser adolescente no la he perdido, y eso es lo que más valoro de todo este sueño que sigo disfrutando.

Suena a tópico pero solo tienes que ver a los Rolling Stones. Si con esa edad siguen disfrutando en un escenario, es porque es algo muy poderoso poder compartir con la gente algo que tú has creado.

¿Te ves dentro de 20 años todavía en un escenario y disfrutándolo?

Es muy importante la ilusión, que es el motor para poder llevar a cabo tu trabajo, y eso lo mantengo. Y luego está la dignidad. Te tienes que sentir digno. Yo ya no soy un chaval de 20 años, pero para la edad que tengo, 53, me cuido. Es verdad que uno va cambiando, pero aún tengo la energía.

¿Cuál crees que fue la clave de que OBK tuviesen un éxito tan instantáneo en un momento en el que la electrónica no era tan masiva en el pop español?

Bueno, no te creas. Sí que había electrónica pero las radios no estaban tan interesadas y las compañías no apostaban por ese movimiento que algunos chavales ya teníamos como referencia. Depeche Mode no gozaban del apoyo de la crítica en este país, pero ‘Violator’ (1990) ya había salido. Y éramos muchos los que éramos fans de esa banda, por su estética, por su diferencia, porque no tenían guitarras… y cuando uno es adolescente se fija en lo diferente.

Nosotros llegamos en el momento justo, con una música diferente, una estética diferente y unas letras que compartían mucha gente de esa generación. Al final todos los artistas hablan de lo mismo, del desamor. Sí, llegamos en el momento apropiado y fue un soplo de aire fresco.

De hecho, a partir de vuestra eclosión se suben al carro otros

Santuario, Qun Qun, Ray... Sí, todas las compañías querían OBKs. Esto suele pasar siempre en la industria. Cuando algo lo peta todos intentan buscar la marca blanca.

¿De qué estás más orgulloso de estas tres décadas de carrera?

De las canciones. Siempre hemos intentado hacer un trabajo muy honesto. Nunca hemos ido de nada y hemos sido muy claros: queríamos hacer música electrónica con sintetizadores y expresar nuestros sentimientos, nada más. No buscamos la fama ni el éxito.

OBK es mi vida. Jordi Sánchez y OBK es lo mismo para mí. Estoy orgulloso de haber creado algo sin haber estudiado música, todo a nivel pasional y emocional. Gracias a dios, OBK no es solo recordado por ‘Historias de amor’, sino también por ‘De qué me sirve llorar’, ‘Princesa de mis sueños’, ‘Tu sigue así’, ‘El cielo no entiende’, y eso me hace muy feliz.

Ya que los mencionas, ¿sigues disfrutando tocando los hits o hay alguno del que ya te hayas cansado?

No, lo fácil quizás sería decir que estoy cansado de ‘Historias de amor’, pero no lo estoy. Porque hay una energía muy bonita ahí. Piensa que fue la demo de esta canción la que llamó la atención de un locutor de Los 40 Principales e inició el sueño. Es una canción que tiene mucha magia y le debo muchísimo. Todas son hijas mías. Hay algunas que me gustan más que otras, por supuesto. Por ejemplo, estoy muy orgulloso de ‘Falsa moral ‘como autor.

¿Cuál fue el peor momento de OBK?

La travesía en el desierto nos ocurrió en el año 95-96. Después del boom del tecno la gente se saturó y hasta que no sacamos el recopilatorio en el 98 con una nueva versión de ‘De qué me sirve llorar’ no remontamos el vuelo otra vez. Gracias a dios, el disco ‘Antropop’ (2000), que fue sintonía de la Vuelta ciclista a España, nos puso otra vez ahí en primera línea del pop español.

¿Cómo recuerdas el momento en el que Miguel Arjona dejó el proyecto y te quedaste solo?

Yo siempre he estado muy seguro de este sueño. Al principio era un sueño compartido con Miguel durante 20 años. Nos conocíamos desde los 12. Yo siempre fui el que tenía todas las ideas y Miguel, como buen colega, siempre estaba a mi lado. Yo, de alguna manera, siempre era el que decía ‘venga va, no te preocupes que esto saldrá bien’. Era tal la ilusión y la fe que tenía depositadas en este proyecto.

Muy feliz de haber compartido 20 años con mi mejor amigo. El tiempo, el desgaste, la convivencia, personalidades diferentes… esas cosas al final pasan factura y al final vas notando que la falta de ilusión por parte de uno hace mella en el otro. Fue una buena decisión y fue una cosa muy tranquila y civilizada.

¿Tu relación con él a día de hoy es buena?

Sí, Es una relación fría y distante pero es buena. Él se ha distanciado mucho y no quiere saber nada de la música. Me quedé sin el compañero que iba a los teclados pero el proyecto sigue intacto.

¿En algún momento has pensado en parar tú también?

Hemos tenido la suerte desde el primer momento de tener éxito, y eso te da una garantía de cara a las compañías de que confían en lo que haces. Yo soy un poco Juan Palomo, produzco, compongo, superviso todo… no quiero que suene pedante pero es que OBK es un proyecto muy personal. Obviamente me gusta rodearme de gente pero siempre tengo la última palabra, para bien o para mal. En ese sentido, todo lo que quería hacer lo he hecho. 30 años dan para mucho.

He tenido la gran fortuna de trabajar con buenos productores, con un montón de gente e incluso de colaborar con Umberto Tucci, que fue mi primera gran influencia. He conseguido tantas cosas que ahora estoy en el momento de disfrutar, de celebrar estos 30 años, sobre todo a nivel de conciertos.  

Descríbenos cómo es un concierto de OBK en 2022

Sobre todo es una actitud. Cada noche que salgo a un escenario hay gente que descubre a OBK en directo, y eso me gusta. La gente piensa que la electrónica es música enlatada o fría, pero mi manera de ser es muy pasional y en escena tengo una actitud muy rockera, que eso viene un poco también por la influencia de Depeche Mode. Cada noche creo que alguien se sorprende gratamente.

Y luego también está esa coherencia y honestidad desde el minuto uno. No voy de nada, me dejo llevar, dejo que todo fluya y, por supuesto, busco la complicidad, que no sea un concierto, que sea una fiesta.

¿Qué pasaría con un proyecto como el tuyo si apareciese en 2022?

De hecho, hay muchos OBKs que aparecen, de alguna manera. Yo escucho muchísimas bandas jóvenes. Cada generación tiene sus particularidades y estamos en otra tesitura. Yo ya no escucho a Depeche Mode, por ejemplo. Los últimos singles y álbumes de The Weeknd me parecen maravillosos, a nivel de producción y composición.

Escucho un poco de todo. Incluso en cosas de trap, que no está en mi adn, veo cosas muy interesantes. Soy una persona muy curiosa en ese sentido. A nivel de producción me interesan cosas de estilos muy diferentes. Creo que se hacen cosas muy interesantes hoy día, pero el tecno tal y como yo lo concebía hace 30 años ha cambiado, ha mejorado y, lo más importante, ha evolucionado.

¿Y en España? ¿Qué opinas por ejemplo de Rosalía?

De Rosalía me aturde un poco tanto marketing pero reconozco que tiene magia, es una artistaza, y con ‘Malamente’ rompió esquemas. Eso es lo que pretendía OBK en 1992. Delaporte o Zahara me parecen muy interesantes porque hacen un uso de la electrónica diferente.   

Hablar de estilos está muy bien, pero yo, como creador, me quedo con la emoción. En ‘Malamente’ había mucha emoción, además de un estilo innovador. Ver a Rosalía cantar es emocionante y eso te llega. Eso es lo más importante cuando haces cualquier cosa artística: llegar a emocionar. Y lo más bonito de OBK es que hemos llegado a emocionar con creces.