El constructor y amigo de Richard Gere que ha grabado un disco de rock budista: "Para difundir el mensaje del Dalai"

  • Marcos Fernández Fermoselle, cercano al Dalái Lama, acaba de publicar su primer álbum al frente del grupo Red Moon Yard: ‘Pureland’

  • Hijo del fundador del grupo Parquesol, utiliza la música para difundir los principios tibetanos. “Lo hago por eso, no por dinero ni por ego”, explica.

  • Con el protagonista de ‘Pretty woman’ intercambia whatsapps: “Hablamos de budismo y de maestros. Es una persona increíble”

En cada uno de los viajes que Marcos F. Fermoselle realizó a Kathmandú (Nepal), dos o tres al año durante casi treinta, se entrevistó con su lama o guía espiritual. Los encuentros concluyeron en marzo de 2023, cuando el maestro budista falleció. En el transcurso de uno de sus últimos coloquios, el empresario español le comunicó que acariciaba el proyecto de grabar un disco de rock. “Se lo contaba todo”, explica.

El lama se levantó de la mesa y, entre grandes aspavientos, gritó a su discípulo: “¡No! ¡Pero qué vas a hacer!”. Fermoselle, impresionado por la reacción, reconsideró su idea. “No se preocupe, no lo haré”. Entonces el lama se sentó y, con dulces palabras, expresó: “Tienes que hacerlo… Pero vas a hacerlo así”. El “así” implicaba aprovechar la música para difundir los principios fundamentales del budismo: la interdependencia, la permanencia, el continuum mental, lo relativo de los problemas mundanos…

“Yo esto lo hago por eso, no por dinero ni por ego”, observa Fermoselle. "Los consejos que él me dio los estoy siguiendo hasta donde la vida me permite. Es mi forma de devolver lo que esta gente y este conocimiento me han dado. Y sé que ellos están pendientes de esto”, afirma.

De modo que aquí tenemos a Marcos Fernández Fermoselle, de 62 años, perteneciente a una destacada saga de empresarios inmobiliarios de Valladolid, ferviente practicante de las doctrinas budistas, cercano al Dalái Lama y amigo de celebridades internacionales también interesadas en esta ancestral filosofía oriental, liderando una banda de rock americano llamada Red Moon Yard que en estos días publica su primer disco, Pureland. En sus canciones hay ecos de John Mellencamp, Wilco, Neil Young… Vamos, que si en vez de hacer rock tocara la flauta tibetana, lo suyo sería menos pintoresco.

“Para mí es supernormal”, señala casi en un susurro y con voz pausada. “No nacemos con cartel: ‘Soy empresario’ o ‘soy periodista’. Desde un punto de vista budista, el continuum mental se va desarrollando según las circunstancias que rodean a cada individuo. Ahora toca esto. Mi motivación es filosófica. Tenía que hacer algo que fuera buena música, o intentarlo por lo menos. Es diferente a lo que hoy en día se puede escuchar, aunque no deja de ser rock. Es la forma de expresar mi agradecimiento y buscar un relato sobre lo que lo que soy, en este caso en el mundo del budismo”.

Del ladrillo a las guitarras

Nacido en Cuba, de madre cubana-jamaicana y padre leonés, se formó en España y Estados Unidos como administrador de empresas antes de incorporarse al negocio de su padre, el grupo Parquesol, en 1987. En 1998 murió el fundador, Marcos Fernández Fernández, quien en la posguerra había huido a Guantánamo, donde empezó limpiando escaparates y terminó como dueño de varios negocios. Regresó en los sesenta, cuando el régimen castrista expropió sus bienes. En los ochenta construyó el barrio Parquesol en Valladolid, dando lugar al holding que luego heredarían sus cuatro hijos, Marcos, Alfonso, María Cristina y Ángel. En 2006, en el pico de la burbuja inmobiliaria —y dos años antes de la crisis del sector— lo vendieron; hoy gestionan su patrimonio en Naropa Capital.

“No estoy al pie del cañón”, indica sobre su papel en el terreno empresarial. “Los negocios los veo como un medio, no como un fin. Podría hablar de balances, pero no tengo mucho interés, no es mi vida”. Para dotar de más colores a su ya de por sí variada paleta cromática, Marcos F. Fermoselle también es un apasionado de la montaña y del fútbol. Fue presidente del Real Valladolid entre 1998 y 2000 (en esto también sucedió a su padre), aunque el equipo de sus amores es el Atlético de Madrid. Preside, además, la Fundación Vistare, que tiene por objeto brindar un futuro digno a niñas de Nepal a través de la educación.

Asegura que la música siempre ocupó un lugar especial entre las aficiones de su familia. “Yo era el más onírico: era, y soy, un fan de King Crimson, Pink Floyd, la primera etapa de Genesis… Los grandes grupos de rock progresivo. Esa era la música que me llegaba más. Pero también me gustaban Steely Dan, Queen, Led Zeppelin…”, enumera.

A principios de 2020, poco antes de la pandemia de covid, su mujer le propuso: “¿Por qué no compones una canción, tú que tienes tanta cultura musical?”. Se animó a probar, y surgió “Queen of my sorrows”, que se ha convertido en el single de avance del disco. Tras esa, escribió otras, hasta completar las once que integran Pureland. Y así nació esta nueva parcela de su vida.

Canta en inglés (“Por haber nacido en Cuba, tengo mucha influencia de Estados Unidos. Me salió así, aunque no descarto hacer alguna canción en español más adelante”) canciones que hablan de amor o invitan a la reflexión. Por ejemplo, “Paula” está dedicada a una de sus tres hijas. “Pretendí hacer, humildemente lo digo, un paralelismo con ‘Father and son’, de Cat Stevens”, explica. “A mis hijas les encanta el disco. Están felices. Les gusta la buena música. Cuando eran pequeñas, cada vez que hacíamos un viaje yo ponía a Van Morrison. En vez de seguir al Atleti, seguía a Van Morrison por todo el mundo”. En “Mundane worries” o “Samsara” la huella del budismo resulta evidente. El título del disco, Pureland, refiere el lugar (la Tierra Pura) “donde vamos los budistas cuando nos iluminamos”.

Lo más difícil en esta incipiente travesía musical, confiesa, ha sido el proceso de grabación; una cosa es componer canciones en casa y otras plasmarlas en un disco bajo el atento escrutinio de músicos y productor. “Este trayecto —apunta— es como si decides subir el Everest con unas zapatillas y unos vaqueros, y primero te dicen que debes llevar calzado adecuado, luego que si sabes lo que es la altura… Cada día era una cosa nueva. Iba con la lengua fuera, tratando de entender cosas a las que no estoy acostumbrado. Pero estoy muy contento; lo que está sucediendo es todo nuevo, una aventura”.

“Richard Gere es un buen amigo”

“Soy un poco aventurero, y pensé que el budismo entrañaba una sabiduría que había que entender”, explica. Conoció esta doctrina en la universidad: una de las asignaturas en la carrera de Filosofía, la cual estudió, se llamaba Religión Comparada. “El budismo es como un GPS: te pierdes en Sevilla y te preguntas: ¿dónde estoy? ¿Cómo puedo ir a Madrid? ¿Qué camino es el mejor? ¿Qué puede pasar? Hay muchísimas respuestas. Y no pasa nada porque seas cristiano o de otra religión; esto pertenece al ámbito filosófico”, sostiene.

Podría considerársele budista practicante. Su hermano Ángel dirige la editorial Kailas, donde ambos han publicado, por primera vez en castellano, dos de los cuatro libros en los que el Dalái Lama expone sus postulados (hasta ahora solo había tres tomos traducidos al inglés, aparte de los cuatro originalmente en tibetano). “Es un compendio que explica casi todo”, define Marcos. Para él, el budismo es, en esencia, paz. “La paz es esencial para poder obtener lo que la gente llama felicidad. Sin paz, no hay felicidad. Los conceptos budistas hablan de eso”.

Hasta tal extremo está inmerso en estas creencias que afirma: “Lo más importante de mi vida es el budismo. Lo demás, incluido todo lo que puedas pensar, es secundario”. A lo largo de su itinerario budista, ha tenido ocasión de departir en varias ocasiones en el mismísimo Dalái Lama; ha comido con él y coincidido en foros restringidos. Cuando le pido que lo describa, apenas es capaz de esbozar un par de frases, como si fuera imposible explicar con palabras la grandeza de su líder. “Es la personificación de la paz y la compasión, un ser increíble. Es el maestro de maestros, un ser especial; una manifestación de Buda”.

Conoce desde hace años al actor Richard Gere, también adepto del budismo. Dice de él que es “un buen amigo”. El pasado octubre pasaron juntos quince días en India, asistiendo a unas enseñanzas de filosofía budista. “Es una persona increíble. Lo respeto muchísimo”. Tan estrecha es su relación, que a menudo intercambia mensajes de WhatsApp con él, como quien se escribe con un amigo del barrio. “Pero hablamos solo de budismo, de maestros”, precisa.

Para Marcos F. Fermoselle, su incursión en la música no ha hecho más que empezar. Cuenta con el apoyo de empresas importantes en la industria, como la multinacional Warner Music y la oficina Get In (que representa a Iván Ferreiro, Mikel Erentxun, La Oreja de Van Gogh, José Mercé, Pablo Alborán o Ariel Rot, entre otros). El 18 de abril presenta el disco ni más ni menos que en el WiZink Center de Madrid (bien es verdad que en el espacio denominado La Sala, de aforo reducido). Anticipa que tocará las canciones de su primer disco y cinco del siguiente, en el que ya trabaja. “Estar allí será como adentrarse en la Tierra Pura”, augura.