Aprender a tocar el piano a los 50: "He redescubierto una pasión que tenía dormida"

  • Aunque muchos pianistas empiezan a una edad temprana, por falta de tiempo o recursos no siempre es posible.

  • Miguel Ángel (50) y Roberto (59) están ahora cumpliendo el sueño de toda una vida.

  • La proliferación de academias privadas, escuelas municipales y cursos 'online' facilitan a los senior el reencontrarse con la música.

No se trata de querer convertirse en un nuevo Arthur Rubinstein, tocar en el Royal Albert Hall o grabar un disco para Deutsche Grammophon; consiste en algo mucho más sencillo, y quizá no menos gratificante: cumplir un sueño. Muchos amantes de la música se han pasado media vida con la espinita clavada de no haber podido aprender a tocar el piano, y es en la edad madura cuando, por diferentes razones -porque su situación económica lo permite, porque tienen una academia al lado de casa, porque su trayectoria laboral, encarrilada, les deja más tiempo libre-, se ven en disposición de convertir ese viejo anhelo en realidad. "El alumno adulto ve la música como una manera de disfrutar y no una obligación, como puede ocurrir cuando se es niño", señala en su web Elena Muerza, flautista y pedagoga.

Un 9,8% de la población española toca algún instrumento musical, según el INE (de ese porcentaje, menos de la cuarta parte son mayores de 55 años). No consta cuántas de esas personas eligen las teclas blancas y negras, pero sí se sabe que 18.076 personas están matriculadas cada año en clases de piano en España, según el Anuario de Estadísticas Culturales 2019 del Ministerio de Cultura y Deporte.

Hace años, tocar un enorme y caro piano era afición reservada a bolsillos desahogados, pero de un tiempo a esta parte diferentes opciones lo han democratizado. Cada vez hay más academias. En los diez últimos años el alumnado de los centros privados ha crecido ocho veces más que el de los públicos. En los centros privados el número de estudiantes ha aumentado año a año. 328.294 personas están matriculadas en enseñanzas de música, de las cuales 49.165 lo están en centros privados. Estos, que hace una década congregaban solo al 9,5% del alumnado, actualmente atraen al 22,37%, como refrenda el INE. Por otro lado, los tutoriales de Internet acercan el preciado instrumento a cualquiera inclinado a tocarlo: según el informe La educación online avanza: lo que el mundo está aprendiendo (desde casa), de la plataforma de formación Udemy, las inscripciones de los españoles a cursos online de piano han crecido un 466% durante la pandemia.

"Cuando me jubile, en vez de pasear, tocaré el piano"

Cada viernes por la mañana, Miguel Ángel (50), abogado soriano, acude como un clavo a su cita con su profesora de piano en una academia privada. Y así viene haciéndolo desde hace tres años, cuando su vida experimentó un drástico giro (para bien): tras una larga estancia en Madrid, regresó con su familia a su adorada ciudad natal. "Me habría gustado aprender desde crío", nos cuenta. "Mis padres me compraron un piano cuando tenía 12 años, y entonces pensaba que era tarde para empezar. Lo fui dejando… Mira que la guitarra es bonita, pero el sonido del piano me ha gustado siempre. Fue a raíz de volver a Soria y matricular a mis dos hijos mayores (que entonces tenían ocho y seis años) a clases de música… La profesora me comentó que tenían clases de música para adultos. Ella me animó. Empezamos ocho alumnos, aunque hemos quedado dos".

Miguel Ángel se ha tomado el estudio y la práctica de este instrumento con tenacidad numantina. Ya toca fluidamente melodías como The entertainment, de Scott Joplin (de la banda sonora de El golpe) y espera meterle mano pronto a The man who sold the world, de su idolatrado David Bowie. "Procuro sacar un rato todos los días, cuando dejo a mis hijos en el colegio o antes de comer. Por lo menos una hora; si puedo más, más", explica. Puede comparar este reto en la edad madura tanto con sus devaneos infantiles -estudió solfeo un año siendo niño- como con los avances de sus propios hijos.

"Resulta complicado", concede. "Las partituras de piano están en clave de sol para la melodía (mano derecha) y y en clave de fa para el acompañamiento (mano izquierda). He notado mucho la diferencia en el aprendizaje por la edad. Veo a mis hijos cómo se aprenden las notas casi como el abecedario, y yo tengo que tirar de reglas mnemotécnicas… Sin embargo en lo que se refiere lenguaje musical, los adultos estamos más avanzados. Sabemos más de música. En ese sentido, entendemos todo a la primera. Todo lo que es teoría lo entendemos mejor, pero la práctica los niños la aprenden rápido, como un juego. Y pienso: 'Qué pena no haber empezado de crío". Pero poco a poco se va cogiendo pericia. Al final tu cerebro se va acostumbrando. Es como con las gafas de presbicia: me ha costado un montón hacerme a ellas, pero al final te acostumbras".

Es el tocar por puro placer lo que le más seduce de esta afición tardíamente consumada. "Me aporta una tranquilidad y un desconectar de todo, del trabajo…", dice. "Lo hago un poco por hobby, por amor al arte, y lo que me transmite son muchas complacencias internas mías. Te sientas delante del piano y tienes la sensación de que estás haciendo algo que te gusta. Sobre todo, es la satisfacción de hacer algo que porque lo has elegido. La música siempre ha estado presente en nuestras vidas. Es como decir: 'Siempre he estado hablando de jardinería y ahora estoy plantando árboles'. Te sientes muy bien. Cuando me jubile, igual que otros se van a pasear, yo seguiré tocando el piano hasta donde llegue".

"Lo haré mientras mis manos me lo permitan"

La música, en general, siempre ejerció poderosa influencia en Roberto (59), hasta el punto que ha dedicado su larga carrera profesional a ella: es promotor discográfico. Le habría encantado aprender piano de niño, pero por su elevado coste resultaba inaccesible a su familia. "A lo que se podía llegar a mi casa era a estudiar y comprar una guitarra", afirma este inquieto madrileño. "Tú a tu padre puedes pedirle que te compre una guitarra por cien euros. Y hay guitarras por ese precio, japonesas, que suenan muy bien. Pero no le puedes decir que te compre un teclado que vale mil euros. No todo el mundo puede permitírselo. Además, hay que pagar las clases, que son caras, a no ser que vayas a una escuela municipal. Al final debes tener cierta solvencia, porque es caro".

Descartado, pues, el piano, estudió tres años de guitarra en el Conservatorio. "Pero si no eres muy talentoso -añade-, se te hace muy cuesta arriba, así que lo dejé (aparte, estaba en plena efervescencia hormonal). Lo que me preocupaba entonces era encontrar un trabajo, como a todos los jóvenes". Cuando hace dos años se mudó de casa, descubrió en su nuevo barrio dos academias de música. "Me compré un teclado y me apunté a una de ellas, para estudiar piano y solfeo. Cuando me di cuenta de lo difícil que era, y que me costaba muchísimo trabajo avanzar, dije: 'Por qué no retomo la guitarra? Así lo que no avanzo con el piano, lo disfruto con la guitarra'. Para mí la guitarra es fácil a nivel usuario, como los ordenadores. Ahora compagino los dos instrumentos".

Considera esencial la tutela de un profesor (en su caso, Marina González, pianista graduada en el Conservatorio Rimsky-Korsakov de San Petersburgo): "Es fundamental que alguien te vaya guiando. Si pretendes aprender piano con tutoriales de Internet, yo desde luego no creo que sea la manera. Desde cómo sentarte a cómo colocar las manos, eso te lo tiene que enseñar un profesor".

Intenta dedicarle todos los días una hora a la guitarra y otra al piano. Cuando hablamos con él, le pillamos practicando la partitura de Las horas, de Philip Glass. "Tengo una habitación al lado del garaje con todos mis cachivaches: una guitarra clásica (que lleva conmigo 30 años), una acústica, otra flamenca y el teclado. Me encierro allí y me tiro las horas leyendo partituras, tocando, viendo tutoriales… Mi mujer me dice con bastante frecuencia que ya me vale de encerrarme en el zulo. Las clases de piano son los sábados por la mañana, y eso impide que nos vayamos por ahí el fin de semana. Alguno nos podemos ir, pero no me gusta saltarme las clases", nos cuenta.

Iniciar el aprendizaje como senior tiene sus pros y sus contras. "Lo bueno cuando empiezas de pequeño es la plasticidad de la mente", sostiene. "Eres más receptivo a la hora de aprender; te cuesta menos trabajo. Las dos claves del piano requieren tener una mente muy activa. Te cansas mucho más cuando eres mayor. Pero por otro lado, cuando eres joven eres más impaciente: tienes la cabeza en mil cosas; por lo menos a mí me pasaba.

Cuando eres mayor, aunque te cueste te cueste más aprender, estás más en lo que estás haciendo. No tienes la cabeza llena de pájaros. Si cuando eres joven tu meta es dedicarte a esto, vas a sacar mucho más rédito; pero si no lo tienes tan claro, probablemente te aburras y lo dejes, que es lo que me pasó a mí. Ahora, como no tengo ningún objetivo en el sentido de sacarme la carrera o vivir de ello, me lo tomo con más calma, y si una semana estudias menos, estudias menos, y si te apetece apretar, aprietas. Son planteamientos diferentes".

Afirma que entre todas las actividades de su gusto (viajar, estar en contacto con la naturaleza, leer), tocar el piano y la guitarra "ocupa el primer lugar. Es lo que más me apetece hacer. He redescubierto una pasión que tenía ahí dormida. Ahora, con el transcurrir del tiempo, cuando mi etapa laboral casi llega a su fin, o le queda poco, lo que intento es dedicarme más tiempo a mí y menos al trabajo. Como no tengo ningún objetivo concreto, de pasar de curso ni de terminar un método, sino ir aprendiendo poco a poco, sé que seguiré haciendo esto mientras mis manos me lo permitan".