Divorcio, polémicas y deudas: Imanol Arias, de 'sex symbol' de los 80 a encarnar como nadie al cabeza de familia medio

  • Pasó del anonimato al exceso de popularidad en un breve espacio de tiempo, y a lo largo de los 80 fue uno de los guapos oficiales del panorama artístico

  • A sus 66 años, y con una filmografía que supera los 60 títulos, es uno de los actores españoles más sólidos

  • La serie 'Cuéntame cómo pasó' relanzó su carrera, y su papel de Antonio Alcántara le ha puesto rostro y alma al español medio

Los más jóvenes quizá lo desconozcan, y quienes lo vivieron tal vez lo hayan olvidado, pero Imanol Arias fue, con sus ojos negros, su pelazo ídem y sus labios visibles, uno de los símbolos sexuales masculinos del cine español de los ochenta. Aquello pasó, naturalmente, porque la juventud dura lo que un parpadeo, pero desde que cumplió los 45 hasta hoy, su nivel de popularidad, en vez de menguar, se ha mantenido en lo más alto gracias a su convincente papel de Antonio Alcántara en la serie 'Cuéntame cómo pasó', la más longeva de la historia de la televisión española.

Aunque en los últimos tiempos ha acaparado más titulares por distintas polémicas de índole económica que por su condición de actor, su carrera como intérprete, con más de 60 películas en su haber, es de las más sólidas de este país. Abordamos, década a década, su vida de cine.

Los felices e insensatos 80 

Nació en Riaño (León) pero se crio en el País Vasco –en Ermua, en la provincia de Vizcaya–, donde comenzó a estudiar maestría industrial en electrónica, una rama de la Formación Profesional. Esos estudios nunca llegaron a término, puesto que decidió abandonarlos para dedicarse enteramente a la interpretación. Sus padres, gente trabajadora, humilde, querían que su hijo tuviera un trabajo estable y no el vapor de agua de la vida del actor, pero aquel paso había sido muy meditado y no tenía marcha atrás, por lo que se llevaron un disgusto considerable que, al cabo de los años, cuando el éxito llegó como un ciclón, se convirtió en pura alegría.

Tras actuar en distintas obras teatrales en su tierra de adopción, a mediados de los setenta se trasladó a Madrid, como tantos otros de su grey, porque era el lugar en el que había que estar si aspirabas a forjarte una carrera artística. Allí estaban los castings, los directores, las oportunidades. Y el sueño de ser actor profesional, que casi siempre se queda en eso, en un anhelo inalcanzable, a él le salió sin embargo mejor que bien. Su físico racial ayudó, y su personalidad seductora y la suerte hicieron el resto. Aunque no resultó un camino fácil.

Noches en el metro

Sus comienzos fueron, de hecho, durísimos, ya que vivía acuciado por la falta de dinero: dormía donde podía –a veces llegó a hacerlo en el metro–, y se llevaba a la boca lo justo para aguantar todo el día en pie sin desfallecer. En 1976 debutó en el cine con un papel minúsculo en 'La Corea', de Pedro Olea, y a partir de ahí, y gracias a la intervención del actor Juan Diego, a quien siempre le estuvo muy agradecido por confiar en él cuando no era nadie –tras su muerte escribió para 'El Mundo': "Un hombre que a muchos de nosotros, a muchos y a muchas, nos enseñó el valor de la palabra"–, trabajó en el teatro. Primero, en dos clásicos dirigidos por José Tamayo, ‘La vida es sueño’, de Calderón de la Barca, y ‘Los cuernos de don Friolera’, de Ramón María del Valle-Inclán, y luego en varias obras para el Centro Dramático Nacional, fundado por Adolfo Marsillach.

Como acredita su filmografía, y como el propio actor reconoció tiempo después, su gran año fue el 82, el mismo en el que la abrumadora victoria socialista certificó el fin de la Transición y el comienzo de una nueva era para España. Imanol había vivido dos años fuera del país, y en ese tiempo protagonizó, en Cuba, su primera película, ‘Cecilia’, de Humberto Solás. Y nada más regresar a Madrid la fortuna se puso de su lado y encadenó varios largometrajes: ‘La colmena’, de Mario Camus; ‘Demonios en el jardín’, de Manuel Gutiérrez Aragón; ‘Bearn o la sala de las muñecas’, de Jaime Chávarri, y ‘Laberinto de pasiones’, de un Pedro Almodóvar al que aún no le habían salido los dientes.

A las órdenes del Almodóvar más transgresor

La segunda película de Almodóvar es, junto a su ópera prima, ‘Pepi, Luci, Bom y otras chicas del montón’, la más subversiva y bestia de su carrera. Imanol encabezó el reparto, acompañado de Cecilia Roth, y dio vida al hijo homosexual del emperador de un país imaginario que recala en el Madrid desmelenadísimo de la Movida y se lanza a la vida disoluta: el momento en el que un joven y todavía desconocido Antonio Banderas abraza por detrás a Imanol y le magrea el paquete, en esa habitación con papel pintado al estilo de ‘Cuéntame’ en la que varias fotos de modelos masculinos desnudos comparten pared con un póster de Julio Iglesias y otro de Bruce Lee, es historia de nuestro cine. El periodista Carlos Ferrando, quien trabajó con Almodóvar en sus primeras películas, manifestó lo siguiente sobre las escenas de sexo entre ambos actores en el documental ‘Pongamos que hablo de Almodóvar’: “Les llamaba y les decía: ‘Os coméis la boca’, y lo hacían”. Y señaló que el director les pedía hacerlo con naturalidad: “Con lengua”. Años después, Imanol declaró: “Yo soy un superviviente de la Movida”, un estallido de libertad que él vivió a fondo.

La conquista de la popularidad, esa arma de doble filo

Tan solo un año más tarde, en 1983, la televisión le regaló la popularidad a partir de la cual se cimentó su carrera. Fue con la serie de televisión ‘Anillos de oro’, que protagonizó junto a Ana Diosdado, y en donde interpretó a Ramón, un atractivo abogado matrimonialista.

A raíz de ese trabajo su rostro aparecía con demasiada frecuencia en suplementos y revistas, y se convirtió en uno de los personajes más populares de la escena artística española. Las lectoras de la ya desaparecida revista ‘Dunia’ lo eligieron el Hombre del Año 1983 “por su gran atractivo y personalidad”. Tras él situaron al periodista Pepe Navarro y al cantautor Joan Manuel Serrat. Y muy por detrás, al entonces presidente del Gobierno, Felipe González, y al rey Juan Carlos. En ese momento estaba casado con la actriz Socorro Anadón, pero aquel matrimonio fue breve.

El 'bonito del norte'

En 1985, el diario ‘El País’ publicó una nota en la que se refería a él como “el hombre de moda para las revistas del corazón”, y señalaban el “revuelo” que había levantado “entre la población femenina” de Pamplona cuando asistió al estreno de la película ‘Fuego eterno’, que protagonizó junto a Ángela Molina y que resultó sin embargo un fracaso de público. Por esas mismas fechas, el Gobierno vasco lo contrató para protagonizar un anuncio que explica de manera gráfica su condición de ‘sex symbol’ del momento: fue el rostro del bonito del norte. Su sobreexposición era entonces total, y su caché se había disparado. Cobraba entre siete y ocho millones de pesetas por película, lo mismo que Ángela Molina, un dineral solo superado por la actriz más cotizada del momento, Ana Belén, que llegaba a los 10 kilos. 

El actor se mostraba agradecido por lo bien que lo estaba tratando la vida, aunque renegaba de su condición de “galán de moda” e hizo esta reflexión sobre el físico en una entrevista para ‘El País’: “El factor físico te acompaña, es algo irremediable. La cámara se aproxima y capta tus elementos. Me parece un riesgo trabajar con lo evidente, que es el físico. Esto puede llevarte a una dinámica nada creativa. El físico es tu sello personal y todos los grandes tienen este sello, pero también poseen esa capacidad de transformación y de distanciamiento sobre uno mismo a la hora de actuar que me interesa”.

Y en cuanto a la fama, aún no había cumplido los treinta y reconoció que llegó a subírsele a la cabeza: “No me importaba montar el número, hasta que me quedé sin esos amigos que me decían que me estaba volviendo idiota y que mi ego me lo debería comer yo. Ahora me gusta el pretexto de mis películas para hablar de muchas cosas, sin más”.

Larga relación con Pastora Vega y los hijos de ambos

Otras importantes películas que protagonizó en los ochenta fueron ‘La Muerte de Mikel’, de Imanol Uribe, en la que interpretó a un farmacéutico homosexual que se enfrenta a los prejuicios de la España profunda; ‘El Lute: camina o revienta’, la cual le valió la Concha de Plata al mejor actor, y su secuela, ‘El Lute II: Mañana seré libre’, en la que trabajó con la mujer con la que por entonces compartía su vida, Pastora Vega, y con la que a lo largo de los ochenta formó una de las parejas de moda.

Nieta del matador de toros Gitanillo de Triana y biznieta de la bailaora Pastora Imperio, la actriz se hizo popular a principios de esa década como presentadora del programa de televisión ‘Y sin embargo, te quiero’. Se conocieron en el transcurso de una entrevista que ella le hizo para una conocida revista del corazón y se enamoraron en el acto. Estuvieron juntos un cuarto de siglo y fruto de esa unión nacieron dos hijos varones, los cuales han seguido los pasos artísticos de sus padres. El mayor, Jon Arias, formó parte del grupo Layabouts, del que fue vocalista y bajista (tienen varios discos editados), y después se hizo actor. Coincidió con su padre en algún episodio de ‘Cuéntame’ y en la obra de teatro ‘Muerte de un viajante’. Y el pequeño, Daniel, que es físicamente clavado a Imanol, también participó en algún episodio de la famosa serie de televisión y trabajó con su padre en ‘Anacleto: Agente secreto’, película sobre el famoso personaje de tebeo de los años sesenta.

Como resumen de esa década, en 2003, en una entrevista para ‘El País’, Imanol explicó por qué había alcanzado el éxito: “En los principios de los ochenta nos fue muy fácil a algunos, porque se buscaban caras nuevas, y luego con la ‘ley Miró’ se hacían muchas películas. Hemos tenido mucha suerte, también somos una generación sin leyendas”.

Los 90, el tránsito a la madurez

El actor terminó los ochenta interpretando a un comisario de policía de etnia gitana, Manuel Flores, en la serie de televisión ‘Brigada central’, dirigida por Pedro Masó –quien lo dirigió en ‘Anillos de oro’– y escrita por el novelista Juan Madrid, a la que le siguió, ya en los noventa, ‘Brigada central: la guerra blanca’, las cuales tuvieron un gran éxito.

Y aunque a principios de esa década seguía siendo portada de suplementos y hablaban de él como “el gran seductor”, en los siguientes años hizo cuanto pudo por desprenderse de la etiqueta de guapo oficial y se esforzó por demostrar su condición de actor de raza y su calidad interpretativa, algo que acreditan sus numerosos premios y nominaciones.

De los noventa son las películas ‘Una mujer bajo la lluvia’, de Gerardo Vera, que protagonizó junto a Ángela Molina y Antonio Banderas, y la adaptación cinematográfica del libro de Arturo Pérez-Reverte sobre la guerra de Bosnia ‘Territorio comanche’, a cargo de Gerardo Herrero, y en la que Imanol da vida a un reportero de guerra que es, en realidad, el propio escritor. El actor hizo la siguiente reflexión sobre el duro papel que interpretó: “Los protagonistas han vivido el horror de decenas de guerras, conflictos que no son suyos como si lo fueran. Quieren ser neutrales, pero al mismo tiempo saben que están implicados”, y habló de la visión escalofriante que ofrecían “pueblos enteros destruidos al lado de pueblos donde apenas se ven huellas de la guerra”.

También trabajó en ‘La flor de mi secreto’, de Almodóvar. Aquella sería su segunda y última vez a las órdenes del cineasta manchego, y años después declaró, sin un gramo de ironía ni de pesar, que no debía de gustarle mucho al famosísimo director, ya que de lo contrario habría contado más con él. 

En el ecuador de esa década debutó como director de cine con ‘Un asunto privado’, una cinta de suspense protagonizada por su mujer, el actor cubano Jorge Perugorría y Antonio Valero que se rodó en Portugal. En una entrevista que concedió para ‘El País’ declaró: “Siento que empiezo una nueva etapa”, y al ser preguntado si como director había comprendido mejor las “angustias del actor”, dijo: “He basado toda mi labor como director en el conocimiento de los actores, y más en esta película, en la que era necesario que elaboraran personajes ante la locura de algunas situaciones, desde una libertad absoluta y una entrega que es siempre dolorosa. Con la tranquilidad que te da ver que el que se despelleja es el actor, pero con el conocimiento que tienes de cómo ayudarle”.

Steven Spielberg y Harrison Ford, en la punta de los dedos

En esa década le llegó la gran oportunidad de su carrera: trabajar a las órdenes de Steven Spielberg en el drama sobre la esclavitud ‘Amistad’, protagonizado por Matthew McConaughey y Morgan Freeman. Pero aquello se malogró por una falta de acuerdo con los severos sindicatos de Estados Unidos. Ya había intentado antes el salto a Hollywood en una película junto a Harrison Ford, solo que su precario inglés lo apeó de la conquista del sueño americano: la directora del casting, según confesó años después el actor, lo miró “con mucha tristeza” y le dijo: “No te he entendido nada”. Y aunque el tiempo sanó esas heridas, algunos años más tarde manifestó que le gustaría ser “como Giancarlo Giannini, hacer personajes en películas que vengan a rodar a Europa. Como una experiencia”.  

Los 2000, el regreso de la popularidad superlativa

Los 2000 supusieron para Imanol Arias una segunda vida como actor a raíz de su solvente interpretación de Antonio Alcántara en la serie ‘Cuéntame cómo pasó’, que arrancó en 2001 y llega hasta el presente. A través de las vicisitudes de una familia española de clase media, esa serie de ficción con una fuerte base documental aborda una parte importante de nuestra historia reciente –desde 1968, aún bajo la bota franquista, a 1994–: el desarrollismo, la Transición, la llegada del PSOE al poder, el tsunami de la heroína, la liberación sexual y la emancipación de la mujer, entre otros muchos asuntos. Con más de 400 capítulos, sus primeras temporadas obtuvieron unos excelentes datos de audiencia, aunque en los últimos años ha ido perdiendo seguidores.

El amor, de nuevo

En 2009, el mismo año en el que se separó de la actriz Pastora Vega tras un cuarto de siglo de convivencia, Imanol inició una relación con una fotógrafa sevillana 20 años más joven, Irene Meritxell, a la que le presentaron amigos comunes. La pareja vivió unos años de estabilidad y pasó también por diversas crisis, y en 2018, después de un periodo de separación, se casaron. Pero al cabo de tres años de la boda anunciaron públicamente la ruptura definitiva.

De polémica en polémica

En el último lustro, distintas polémicas han empañado los incontestables logros de Imanol como actor. Primero fue su presencia en los ‘papeles de Panamá’, una sociedad ‘offshore’ (paraíso fiscal) para el blanqueo de capitales. Después se supo que la Fiscalía y la Abogacía del Estado solicitaban para él una multa de diez millones de euros y una pena de 27 años de cárcel por delitos contra la Hacienda Pública entre 2009 y 2017 (el juicio aún está pendiente, aunque el actor asegura que ha pagado ya todo el dinero que se le reclamaba).

Su último escándalo ha surgido a raíz de unas declaraciones realizadas en un programa de la televisión vasca, en donde Imanol acusó a un miembro del consejo de administración de RTVE, “socialista y mujer”, de estar detrás del supuesto final de la serie ‘Cuéntame’ porque abordaron algunos de los escándalos de corrupción socialista de principios de los noventa y aquello era “muy malo para el PSOE”. Arias habló a su vez de una cadena pública con “1.700 millones” de presupuesto y “9.000 personas que no hacen nada, que sobran”.

Pero enseguida llegó la rectificación y un “lo siento” con mayúsculas y negrita. El actor atribuyó sus declaraciones a que se le calentó la boca, un rasgo fieramente humano. Aquellos dardos han causado un profundo malestar en el seno de RTVE, y desde el sindicato de UGT de esa cadena lo tildaron de “desagradecido” y, a modo de venganza, revelaron su cuantioso salario: 47.000 euros por capítulo.

La continuidad de la famosa serie está en el aire, pero con ‘Cuéntame’ o sin ella, Imanol seguirá adelante porque, como dijo en una ocasión, “soy actor como una forma de activismo”. El trabajo ha sido el motor de su vida y la palabra “reinventarse” es para él una vieja amiga. “Yo no tengo ningún miedo, en absoluto”, ha declarado en una reciente entrevista con la periodista Mercedes Milá. El otrora “bonito del norte” es hoy un superviviente puro.

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