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La industria de los videojuegos se ha convertido en uno de los negocios más fructíferos de nuestros tiempos. Bastante atender a los datos para comprobar que se trata de un pasatiempos muy extendido, también en nuestro país: casi 16 millones de españoles entre 6 y 64 años disfrutan de este entretenimiento tecnológico, según datos de la Asociación Española de Videojuegos. En los últimos años, además, se ha extendido una nueva forma de consumir videojuegos, alejada de la tendencia de la primera y mitad de la segunda década del siglo XXI.
Con el objetivo de alcanzar audiencias mucho más masivas que antaño, muchos creadores de videojuegos parecen haber dado en la tecla correcta para conseguir sus objetivos. Tal y como explica Dani Sánchez-Crespo, diseñador de videojuegos, en su cuenta de Twitter, a “alguien” se le ocurrió que la forma de ampliar espectro de público potencialmente jugador se iba a lograr, nada más y nada menos, que ofreciendo el videojuego de forma gratuita.
Esto rompe completamente con lo que habíamos entendido como ‘industria del videojuego’. Antes, la persona que quería jugar compraba los ejemplares en la tienda y disfrutaba de series como Super Mario, Pokémon, Fifa, Uncharted, Assasin’s Creed… Títulos que han marcado a la industria desde los inicios del siglo XXI y definían, de esta forma, el consumo de los juegos ‘online’. Si bien esta tendencia se mantiene en el tiempo con las nuevas consolas, lo cierto es que los verdaderos reyes hoy son otros.
La pregunta es clara. Si nadie paga por jugar a un determinado juego, ¿de dónde sale tanto dinero? ¿Por qué tanta publicidad y masividad? La clave la explica Sánchez-Crespo en su cuenta de Twitter, en un hilo en el que también analiza y define los NFT (Non Token Fungible, que ya te explicamos en Uppers en algunas ocasiones). "Igual antes vendías un millón de copias a 30 euros. Pero es que ahora, como es gratis, igual se lo bajan 50 millones de personas", comienza explicando.
Lo que hacen estos videojuegos es llenar el juego de aspectos, habilidades y, en definitiva, ‘extras’ de pago. Puede ser desde trajes hasta armas, bailes, accesorios, celebraciones. Un montón de extras que terminan suponiendo el verdadero ingreso, según el experto. “A la gente le encanta la quincalla coleccionable, es un instinto hurraca que todos tenemos. Evidentemente, no todo el mundo comprará algo, pero algunos sí. Y esa gente que gasta, gasta mucho por vicio”, advierte.
¿Quién está haciendo esto? Los ejemplos son variados y ejemplifican cómo se articula la nueva industria del videojuego. Tenemos como ejemplo paradigmático a Fornite, gratuito en una primera instancia, que se rellena con trajes o bailes de los monigotes que configuran el juego. Pero también todos los juegos de Supercell, una de las marcas más prestigiosas de juegos para móvil: Clash Royale, Brawl Stars, Clash Of Clans… Juegos a los que difícilmente hayas jugado, pero que tus hijos conocen a la perfección.
League of Legends también funciona de la misma forma. Se puede modificar el aspecto de los personajes a través de disfraces. De esta forma, las empresas ganan dinero y notoriedad, y con ello viene todo lo demás: publicidad, torneos, visibilidad y mayor desarrollo.