¿Cómo afecta la inflación en nuestro día a día?

La inflación en nuestro país ha vuelto a batir récords. Después de cerrar el mes de febrero con una subida interanual en el Índice de Precios de Consumo (IPC) del 7,6%, el dato más alto desde 1986, la inflación ha vuelto a escalar y a situarse en el nivel más alto desde 1985.

De acuerdo a los últimos datos del Instituto Nacional de Estadística (INE), el pasado mes de marzo la variación interanual del IPC se situó en un 9,8%, un porcentaje que supera en 2,2 puntos a la tasa alcanzada en el mes de febrero y con el que el índice encadena su decimoquinta tasa positiva consecutiva.

Esta escalada, que se ha visto condicionada por el estallido de la guerra de Ucrania y que deja a nuestro país ante la frontera del temido 10%, obedece a un incremento en los precios de la energía, los combustibles y los alimentos y bebidas no alcohólicas. De acuerdo a los datos del INE, la vivienda ha sido el componente que más ha subido en su tasa interanual, hasta alcanzar un 33,1%, principalmente a causa del incremento de los precios de la electricidad y el gasóleo para la calefacción.

Le sigue el transporte, que ha registrado una tasa del 18,6%, seis puntos más que en el mes anterior, por la subida de la gasolina y el gasóleo, mientras que los alimentos y bebidas no alcohólicas han experimentado un incremento mensual de más de un punto porcentual y se han situado con una tasa del 6,8% como consecuencia de la subida generalizada de todos sus componentes.

Por su parte, la inflación subyacente (que no incluye los valores más volátiles, como los alimentos no elaborados o los productos energéticos, y que resulta, por tanto, más fiable) se ha situado en un 3,4%, una cifra que, si bien reduce el índice general, supone la tasa más alta desde 2008.

La inflación, lejos de ser un mero dato estadístico, puede tener importantes efectos en la vida de los ciudadanos, aunque a veces no nos demos cuenta.

Uno de los problemas más evidentes derivados de la inflación es la pérdida de poder adquisitivo a la que se enfrentan los ciudadanos, ya que si los precios aumentan y los sueldos se mantienen estables, podrán acceder a menos bienes y servicios.

Lo mismo ocurre con los ahorros que se tengan en el banco, que pierden valor a medida que aumenta la inflación. Como consecuencia, cuando la inflación crece, el consumo disminuye, ya que los ciudadanos deben medir mejor sus adquisiciones, lo que puede afectar gravemente a la economía.

Además, puede darse el caso de que los préstamos hipotecarios se encarezcan. Para combatir la inflación, los Bancos Centrales de las distintas economías pueden decidir subir los tipos de interés que se aplican a este tipo de productos financieros, lo que haría que los consumidores que tengan una hipoteca de tipo variable (es decir, aquella que está sujeta a un índice de referencia, como el euríbor) vean cómo aumenta la cuota mensual que tienen que pagar. O lo que es lo mismo: el coste de su crédito.