Si no es en casa, como en casa: el tipo de residencias en las que querrán vivir los que ahora tienen 60

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Siempre me han fascinado los hoteles de lujo, sus salones, sus bares, sus suites, sus alfombras, sus secretos... y a pesar de que un hotel es un alojamiento temporal de personas, hay muchas y muy conocidas que han vivido y viven permanentemente en ellos.

El Ritz de Paris fue el hogar de Coco Chanel, María Callas, Scott Fitzgerald y Zelda, el de Madrid lo fue por temporadas de Ava Gardner, el mítico Hotel Chelsea de Nueva York de Leonard Cohen y Janis Joplin, y hasta incluso el Roosvelt de Hollywood lo fue de Marilyn Monroe. Lorenzo Caprille, sin ir más lejos, reside a día de hoy en un hotel de Madrid.

No es difícil imaginar las vidas de estos célebres moradores en sus grandes suites, con servicios a la carta, fiestas privadas, conserje, 24h room service, gimnasio, spa, piscina, limpieza invisible, tintorería, minibar y hasta incluso mayordomo, pero en este cóctel soñado habría que añadir la libertad de poder irse cuando uno lo desea, el agradable anonimato de unos huéspedes cambiantes, el cartel de no molestar, la discreción del personal y que el cliente siempre tiene razón.

Vivir en un hotel en estas condiciones, y no en una habitación compartida con otra persona en uno de dos estrellas, es en realidad una opción posible para muy pocas personas. Y a pesar de que nos parezca muy apetecible y glamuroso, muchos de nosotros cuando viajamos por periodos largos, estamos deseando que llegue el momento de volver a casa. Ese lugar en el que vivimos, donde tenemos nuestros recuerdos y objetos, y hacia el cual sentimos un lazo emocional, además de un sentimiento de seguridad y confort.

Desconozco el numero de personas que viven en un hotel de manera permanente en nuestro país, ni tampoco la categoría de los establecimientos en los que lo hacen, pero sí el número de las que residían en residencias de personas mayores, que según el CSIC eran 333.920 antes de la pandemia Covid-19.

Una residencia para personas mayores es un centro de servicios sociales, no hospitalario, destinado a procurar una alternativa de alojamiento -temporal o permanente- para personas mayores. Sus objetivos son la atención de las necesidades personales básicas, terapéuticas y socioculturales de los residentes y el mantenimiento del máximo grado de autonomía de las personas que se alojan en las mismas. En ellas se debe procurar alojamiento, manutención, y una atención integral que favorezca el desarrollo personal.

Dependiendo de cada Comunidad Autónoma, ofrecen servicios de rehabilitación, atención social y psicológica, manutención con seguimiento de las dietas y prescripciones médicas, vigilancia y cuidados del estado de salud, cuidados personales, lavandería, peluquería, podología, actividades ocupacionales y culturales/religiosas.

De titularidad pública o privada, ubicadas frecuentemente en la periferia de las ciudades y pueblos, su diseño viene dictado por la necesidad de eficiencia y consiguiente ahorro económico en la gestión.

Es curioso observar que a pesar de ser una residencia permanente para muchas de esas personas, su tipología, eminentemente hotelera y en altura, de largos pasillos, grandes espacios comunes en planta baja y en el 25% de los casos con mas de 100 plazas -en habitaciones dobles en muchos casos o individuales-; las ha convertido en lugares anónimos donde la atención personalizada a quienes allí viven hace cuando menos utópico tener un proyecto de vida pleno y autónomo.

Cabe señalar también, que en los últimos años su decoración ha cambiado para parecerse cada vez más a los hoteles, y dependiendo del precio, nos podemos encontrar categorías que van desde un dos estrellas hasta cuasi un hotel de lujo-63 euros/día 150 euros /día-, aunque no existe una calificación oficial.

Pero no nos engañemos, son instituciones y no hoteles por varios motivos: sus usuarios no son huéspedes, sino residentes permanentes y en muchos casos pacientes, todos de un mismo rango de edad, con unas normas muy concretas para ser cumplidas por todos -horarios, comidas, menús, etc. Los servicios no son glamurosos ni a la carta. El espacio privado del que se dispone es de media de unos 12m2 y en muchos casos se debe compartir habitación y baño con desconocidos. La mayoría de sus moradores, ni siquiera han elegido voluntariamente estar allí ni tampoco pueden irse cuando lo deseen, ya que se utilizan como último recurso en caso de que no se puede continuar residiendo en el propio domicilio.

No es de extrañar entonces que sean el lugar peor valorado por las personas mayores para vivir, que prefieren quedarse en su propia casa el mayor tiempo posible (age in place).

Deberíamos en este punto preguntarnos ¿si no son hoteles y la mayoría de sus residentes son permanentes, por qué no son casas?

Diversos expertos de la geriatría, con el objetivo de fomentar la autonomía, respetar la autodeterminación personal, mantener las responsabilidades sobre la propia vida y el derecho a recibir apoyo, demandan desde hace años, una revisión total del modelo actual de residencias, modelo institucional abandonado ya hace décadas en otros países de nuestro entorno.

Proponen como alternativa extender la independencia y la autonomía de las personas mayores al máximo prolongando la estancia en viviendas independientes el máximo posible, con modelos de atención centrados en las personas, radicalmente nuevos, y con unidades de convivencia mucho más pequeñas, asimilables a unidades familiares. Desgraciadamente esto todavía no ha sucedido.

La Covid-19

La pandemia del Covid-19 ha colocado a las residencias de mayores en el punto de mira. La mortalidad de residentes en ellas ha sido aparentemente muy superior de la observada entre los residentes en sus propias viviendas, según nota publicada el 24 de abril por el CSIC.

Está claro que este horrible virus ha demostrado ser muy letal especialmente para una edad, y que la media de edad en estos centros es de mas de 80 años, pero no olvidemos que muchas personas muy mayores han superado el virus, personas que por vivir en sus viviendas pudieron acceder a los recursos sanitarios para su tratamiento. Derecho al que no han tenido acceso los residentes de estos centros según hemos conocido por los medios de comunicación.

Pero también es verdad que la ausencia de recursos médicos en ellas, la tipología hotelera y la masificación de las mismas, han convertido en misión imposible aislar con dignidad a las personas, controlar la pandemia y tener acceso a la sanidad. Intentemos solamente imaginar el terrible confinamiento que muchos residentes están sufriendo, 24h durante 60 días, en una celda compartida con un espacio vital ridículo.

Esta situación confirma desgraciadamente lo que los expertos llevamos demandando desde hace tiempo: las propias viviendas han resultado ser los lugares más seguros para las personas mayores y las tipologías de las residencias de mayores existentes no han sido adecuadas.

Es difícil por ello no preguntarse: ¿se deben medicalizar? ¿debemos repensar la tipología?

Una vez que esta crisis acabe, por supuesto que habrá que revisar los protocolos de manera que todas las personas residentes reciban la atención médica que precisen, pero no deberíamos caer en la tentación de convertirlas en hospitales o en edificios que prioricen la seguridad por encima de todo, se trata de cuidar y no de curar. Ser mayor no significa estar necesariamente enfermo y nadie quiere vivir en un hospital.

Por supuesto que debemos repensar su tipología, ya que en España, cada vez hay más personas mayores con una esperanza media de vida saludable y con un nivel cultural medio- alto, que gestionan su vida y su tiempo libre a su manera y que no están dispuestos a ser institucionalizados.

No se trata solamente de resolver correctamente edificios adecuados para la gente que hoy es mayor, sino también en anticiparse y pensar que necesidades presentará la población que será mayor en el futuro.

Todos en algún momento de nuestras vidas seremos mayores y si en un momento de nuestra existencia necesitásemos ayuda externa y tuviésemos que cambiar de domicilio, deberíamos pensar desde ahora cómo, dónde y en que condiciones queremos envejecer.

Las soluciones a aportar ahora, deberían ser tan diversas como lo son y seremos las personas mayores pero nunca una única solución para todos, tal y como se ha venido haciendo hasta ahora.

Habrá quien quiera hacerlo en un hotel, o en un crucero de lujo, como Mama' Lee Wachstetter, una americana de 91 años, que tras enviudar, y para poder levantarse tarde, asistir a clases de baile, comer todo lo que deseaba, conocer gente nueva, realizar excursiones y descubrir sitios lejanos a los que por su edad le era difícil llegar, decidió hace 10 años vivir en el Crystal Serenity.

Pero la mayoría, según apuntan las encuestas, lo querrán hacer en sus casas, eso sí, adaptadas y con cuidados a domicilio de calidad, en entornos amigables y con comunidades de apoyo (Tunea tu guarida y Tu barrio importa más de lo que crees).

Otros desearán mudarse a viviendas con servicios especializados donde te lo dan todo hecho -senior living o viviendas tuteladas-. Muchos se lo montarán por su cuenta querrán compartir vivienda con sus amigos (Coliving a los 70), aunque otros preferirán vivir cada uno en su casa pero con sus amigos autogestionando los espacios comunes -cohousing-.

Y si finalmente tenemos que trasladarnos a una residencia comunitaria, esta debería ser pequeña, con habitaciones que nos hiciesen sentir en casa: individuales y adecuadas. Con espacio suficiente para realizar las actividades posibles de la vida cotidiana: baño individual, pequeño salón, incluso una pequeña kitchenette, y una pequeña terraza que contribuya al bienestar, también durante una futura eventual cuarentena.

Agrupadas en unidades de convivencia de 16 personas máximo u otros modelos más pequeños y autónomos que contasen con espacios donde los residentes puedan vivir, socializar, realizar actividades y comer juntos en grupos más pequeños, como si fuesen pequeñas casas.

También con hotelito para familiares y amigos que vengan de visita y con espacios de vida, cafeterías, tiendas, peluquerías, spa, gimnasio abiertos a toda la comunidad generando que permitan la integración y la participación social de las personas residentes.

Personalmente, lo tengo claro, Yo de mayor quiero fumar y meterme en una residencia con drogas y rock and roll ya que si no es en casa pues como en casa…