De sucesora de Steve Jobs al mayor fraude de Silicon Valley: ¿quién es Elizabeth Holmes?

  • Durante años, Elizabeth Holmes estuvo considerada como la sucesora de Steve Jobs y la gran promesa de Sillicon Valley

  • En 2014, esta joven californiana acaparó portadas y se convirtió en la mujer más joven en entrar en la lista Forbes de las 400 personas más ricas de Estados Unidos gracias a Theranos, su startup de biotecnología con la que prometía ser capaz de analizar la sangre de una persona con tan solo un pinchazo

  • Ahora, sin embargo, tanto la emprendedora como su jefe de operaciones, Ramesh Balwani, se enfrentan a una docena de cargos por fraude y conspiración que podrían llevarlos a la carcel durante 20 años

El pasado miércoles 8 de septiembre, después de cuatro años de retraso, una pandemia y un embarazo de por medio, comenzó el juicio contra Elizabeth Holmes, la fundadora de Theranos y otrora gran promesa de Silicon Valley. Acompañada por su esposo y su madre, esta joven emprendedora nacida en Washington D.C. llegó a los juzgados de San José (California, Estados Unidos) y se sentó en el banquillo de los acusados para enfrentarse a una docena de cargos por fraude y conspiración que, de probarse su culpabilidad, podrían llevarla a la cárcel durante 20 años.

El juicio, que todavía sigue en marcha y que podría alargarse hasta el próximo mes de diciembre, se ha convertido en uno de los más mediáticos de todo Estados Unidos. Y no es para menos. A sus 37 años, Elizabeth Holmes se ha convertido en una de las figuras más interesantes, controvertidas y fascinantes del mundo de los negocios.

Su historia es la historia del ascenso y hundimiento de un nuevo imperio, de una gran promesa caída en desgracia. Llamada a ser la próxima sucesora de Steve Jobs según los grandes empresarios de Estados Unidos, en tan solo cinco años Holmes dinamitó un patrimonio millonario y se convirtió en el mayor fraude de la historia de Silicon Valley.

Pasó de ocupar portadas en revistas como Forbes y Fortune a protagonizar artículos, documentales y podcasts sobre fraudes, y hay incluso un biopic protagonizado por Jennifer Lawrence (Los juegos del hambre, El lado bueno de las cosas) y pendiente de estrenar que narra toda su historia en base a las investigaciones de John Carreyrou, el reportero de “The Wall Street Journal” que destapó todo el fraude de Theranos, la empresa por la que ahora se enfrenta a las acusaciones de fraude.

La gran mentira de Elizabeth Holmes

Todo comenzó en 2003, año en el que Holmes, que por aquel entonces tenía tan solo 19 años, decidió abandonar sus estudios en la Universidad de Stanford y fundar Theranos, una startup especializada en biotecnología, con el dinero del fondo que sus padres habían ahorrado para pagarle los estudios. Su objetivo, al igual que el de muchos otros gurús de Silicon Valley, era revolucionar el mundo, aunque no sería hasta 2014 cuando irrumpiría en el mercado ocupando grandes portadas que anunciaban una gran revolución.

Para aquel entonces, Theranos, su compañía, había empezado a fabricar los llamados dispositivos Edison, unas máquinas que, supuestamente, podían analizar la sangre de una persona con tan solo un pinchazo, y Holmes, que en realidad venía de una familia rica, se había creado la perfecta imagen de mujer exitosa y hecha a sí misma que tan solo buscaba hacer el bien. Ataviada con outfits que emulaban a los de Steve Jobs (sus jerseys de cuello vuelto son icónicos), la joven apareció como la gran promesa de Sillicon Valley y de todo el sector farmacéutico, y el mundo decidió creer en ella.

Con inversores entre los que se encontraban personalidades tan destacadas como Rupert Murdoch, que aportó 125 millones de dólares a la empresa, la familia fundadora de Walmart, los Walton, con 150 millones, o la familia DeVos, con 100 millones, y con un consejo con figuras como Henry Kissinger o George Shultz, Theranos llegó a estar valorada en más de 9.000 millones de dólares, y en 2015 Holmes se convirtió en la mujer más joven en entrar en la lista Forbes de las 400 personas más ricas de Estados Unidos. Todo parecía indicar que el futuro de Holmes sería brillante. Sin embargo, el imperio cayó.

Fraude y juicio

En 2014, el año en el que Holmes acaparó las portadas y Theranos alcanzó la cúspide de su patrimonio, se empezaron a comercializar los dispositivos Edison de la compañía en las farmacias de la cadena Walgreen y algunas tiendas de Safeway. Los estadounidenses podían, por fin, probar la magia de estas máquinas que iban a cambiar el mercado farmacéutico, uno de los más caros y polémicos de todo el país.

Con los Edison, Theranos prometía a los estadounidenses que ahorrarían tiempo y dinero en sus análisis de sangre. Bastaba un pinchazo: con solo uno, el invento de Holmes podría analizar la sangre de sus clientes y detectar cientos de enfermedades, como el colesterol o el cáncer. Hacer un análisis sanguíneo nunca sería tan asequible, ni rápido. Solo había un problema: las máquinas no funcionaban. No eran eficaces. Las promesas de Holmes estaban vacías: los dispositivos no podían dar los resultados que prometían, no, al menos, con exactitud.

En 2015, tan solo un año después de que los Edison saliesen al mercado, The Washington Post publicó un reportaje con varias denuncias contra Theranos que negaban la efectividad de los dispositivos. Según el artículo, la mayoría de las pruebas diagnósticas que, supuestamente, habían hecho estas máquinas se habían realizado, en realidad, con máquinas de Siemens, mientras que aquellas que sí se habían hecho con los Edison habían arrojado resultados erróneos.

Ante las acusaciones, Holmes y la compañía se defendieron. Trataron de evitar el descalabro, el hundimiento. “Esto es lo que pasa cuando intentas cambiar las cosas”, declaró la joven emprendedora durante una entrevista con la CNBC. “Primero te llaman loca, luego se enfrentan a ti y al final acabas por cambiar el mundo”.

Su obstinación era patente, pero la realidad era otra: Theranos era una farsa. Después de que el reportaje de The Washington Post saliese a la luz, el Departamento de Justicia Estadounidense empezó una investigación y, a raíz de ella, denunció a Holmes y el jefe de operaciones de Theranos, Ramesh Balwani, que también había sido pareja de la emprendedora, por fraude y manipulación de pruebas. Según los fiscales, tanto Holmes como Balwani sabían que su tecnología no funcionaba, pero aun así engañaron a empleados, clientes e inversores para conseguir dinero.

En Silicon Valley, ahora, los analistas se dividen entre aquellos que piensan que Theranos fue un completo fraude y aquellos que opinan que no fue más que un ejemplo del “fake it until you make it” (finge hasta que lo consigas, en español), una filosofía muy presente en el mundo de los negocios. Theranos pudo haber sido un engaño premeditado o una idea que se vendió con la esperanza de que, finalmente, sí pudiese funcionar.

Sea como sea, tanto Holmes como Balwani, que se han declarado no culpables, se enfrentan ahora a una condena de hasta 20 años en prisión. Sus casos están siendo juzgados por separado y Holmes, en su defensa, arguye que fue víctima de manipulación y abuso por parte de Balwani, quien le saca treinta años y quien, según sus abogados, era el que controlaba la tecnología y movía los hilos, encargándose Holmes solo de la parte de comunicación. Balwani, por supuesto, lo niega todo, pero para conocer el final de este culebrón debemos esperar. Tanto Holmes como Balwani tienen varias semanas para demostrar quién de los dos miente.