La hipoteca inversa, paso a paso: ¿qué es y qué peligros tiene?

  • Esta hipoteca puede sonar muy bien en un principio, pero mucho ojo porque en un futuro puede traerle más de un disgusto a tus herederos

Puede que hace unos años escuchases mucho hablar de ella, pero lo más probable es que ya ni te acuerdes de su existencia. Te hablamos de la hipoteca inversa, ¿la recuerdas? Poner tu casa como garantía a cambio de recibir una especie de pensión mensual por parte del banco. De primeras suena bien, maravilloso, nos gusta la idea, pero si nos paramos a pensar, a lo mejor no lo es tanto. Todo depende de cada caso, claro está. Pero si la sociedad en tantos años no ha querido saber mucho de ella, será por algo. ¿Quieres conocer como funcionan estas hipotecas y qué peligros puede traerte en un futuro?

Si crees que cualquiera puede acceder a este tipo de hipoteca, viene la primera regla, es para mayores de 65 años, o en casos especiales para personas que tienen un grado notable de dependencia. Y lo más importante (y obvio), que tengas una vivienda en propiedad que poder dar como garantía a la entidad bancaria. El principal cometido es que esta hipoteca sirva como complemento a la pensión pública que se recibe por la Seguridad Social. Por eso no es de extrañar que personas que perciben bajos ingresos opten por esta opción para poder tener una mejor calidad de vida.

Cómo se recibe la hipoteca inversa

Cuando alguien se decide a que el banco le pague por su vivienda tiene varias opciones en caso de que se la concedan. Una de ellas es la hipoteca inversa temporal, por la que se recibe una cuota mensual durante el tiempo que se fije en el contrato. Por lo que en el momento en el que el banco haya pagado el total del valor de la casa, la persona va a dejar de percibir esa “pensión mensual”.

Por otra parte está la hipoteca inversa vitalicia. En ella también se recibe una cifra de dinero mensual, con la diferencia de que en este caso será para toda la vida, hasta que se fallezca, por lo que la cantidad de dinero mensual es menor que en la temporal, pero se garantiza su recibimiento hasta el último día. Aquí hay que tener cuidado, porque puede pasar que llegue un punto en el que se supere el valor de la casa, por lo que será más dinero el que se acumula a la deuda. Y por último está la de disposición única, en la que a través de un solo pago, se recibe el total del valor de la vivienda de una sola vez cuando se contrata la hipoteca inversa.

¿Qué pasa luego?

Mientras se está recibiendo ese dinero, el hipotecado puede seguir viviendo en ese domicilio sin ningún problema hasta que se fallezca o mantenerla alquilada a otra persona. Pero el problema viene después de la defunción. Aunque los herederos tienen derecho por encima de la entidad bancaria a la vivienda, son ellos quienes se tienen que hacer cargo de la deuda que queda con el banco.

Es entonces cuando se da el principal problema, el pago. No solo hay que hacerse cargo del valor de la vivienda, sino también de los intereses, que han ido aumentando con el paso de los años. Por lo tanto, los herederos pueden pagar la totalidad de la deuda y quedarse con la vivienda. Esta sería la mejor opción, está claro. Pero como no todo es de color rosa, hay otros métodos dependiendo de las circunstancias. Como receptores de la herencia, pueden renunciar a ella, por lo que la vivienda pasaría a estar en poder del banco.

También pueden vender el inmueble si se ha revalorizado con el tiempo y saldar la deuda, quedándose con parte de los beneficios de la venta. Pero puede ocurrir que en vez de revalorizarse, su valor haya disminuido, por lo que con lo recibido por la venta de la casa no se salda la deuda en su totalidad.

Una hipoteca inversa puede sonar muy bien en un principio, no cabe duda. Recibir dinero por vivir en tu propia casa. ¿A quién no le gustaría? Pero como no todo lo que reluce es oro, lo mejor es leer la letra pequeña y los inconvenientes que puede acarrear este contrato. El hipotecado podrá vivir bien sus últimos años de vida, pero sus herederos y familiares más cercanos pueden llevarse un gran disgusto con la deuda final de la que se tendrán que hacer cargo.