Marilé Zaera, relaciones públicas del Pachá de los ochenta: "Hice malabares para que amantes y esposos no se cruzasen"

  • Esta empresaria maña se escapó de casa con 18 años, en plena dictadura franquista, y se convirtió en la perfecta anfitriona de la noche madrileña

  • Ha presenciado grandes historias de gente célebre que se daba el gusto de vivir en la mítica discoteca mucho más allá de lo que la sociedad permitía

  • Después de 30 años en silencio, ha decidido aparcar su discreta vida para fundar la asociación 'Espíritu de los 80' junto al empresario Ricardo Urgell, también conocido como el arquitecto de la noche

Cuando Marilé Zaera pisó Madrid por primera vez, recién cumplidos los 18, lo hizo con tal garbo que la gente creyó que venía de la mítica discoteca Studio 54, el epicentro de la noche neoyorquina de los años setenta. Realmente llegaba desde el Valle de Benasque, en el Pirineo aragonés. Huérfana de madre, escapaba de un padre extremadamente exigente y un entorno muy conservador. "Me sentía abrumada y con mucha curiosidad por la vida. Era la España franquista y yo solo sabía que estaba dispuesta a comerme el mundo. Ahora lo recuerdo y pienso que fui una inconsciente total", dice.

Su primera parada fue Cerebro, una discoteca situada en la plaza de los Cubos frecuentada por los personajes más relevantes de la sociedad española. Allí se podía ver a Francisco Umbral, según contó él, "enmarañando y desenmarañando a Shakespeare bajo el ruido y la furia". Marilé conocía a sus dueños y les convenció para ser su relaciones públicas. Era un oficio desconocido que la joven, gracias a su descaro, simpatía y un poquito de mano izquierda, ejerció con éxito. "Puedo decir que fui la pionera en nuestro país", dice. Ahí ya vio cómo más de un reputadísimo señor caía por la escalera de cristal hasta dar de bruces en la cascada de agua que la decoraba.

Los chicos malos de casa bien querían conocer el lado golfo de la vida

Su destreza en la noche madrileña y su don de gentes no pasaron desapercibidos y cuando abrió Pachá, en 1980, su fundador, Ricardo Urgell, la contrató. Trabajó como relaciones públicas de esta emblemática sala, que luego pasó a ser propiedad de Pedro Trapote, hasta 1992, y la convirtió en un hervidero de personajes conocidos, cada uno con sus andanzas, vicisitudes y anécdotas. "La discoteca -relata- tenía dos flancos: derecha e izquierda. El primero reunía a aristócratas, políticos, príncipes y otros famosos ilustres. A la izquierda estaba la bohemia: artistas, diseñadores, cineastas y gente liberal. A los chicos malos de casa bien les encantaba conocer ese lado más golfo de la vida. Y viceversa. Al final, se unían unos con otros en una amalgama muy divertida y envidiable. El ambiente propiciaba libertad y relaciones clandestinas".

Marilé habla con pasión de aquella época "única e irrepetible", en la que se difuminaba cualquier línea divisoria. "Santiago Carrillo charlaba amistosamente con Felipe González. Una vez en Pachá, los clientes se olvidaban de sus apellidos y cargos. La noche era una fiesta tan divertida que se hacía inacabable. A las ocho de la mañana las señoras de la limpieza tenían que preguntar a más de uno si no tenían casa".

Con redes sociales, aquella magia habría sido imposible

Afortunadamente, aún no existían las redes sociales y la gente estaba más ocupada en vivir la noche que en hacerse fotos. "Eso permitió vivir con espontaneidad y naturalidad. Todo lo que allí pasaba era auténtico. Fui testigo de grandes escándalos, de historias de gentes que en Pachá se daban el gusto de vivir mucho más allá de lo que la sociedad permitía. Podría contar anécdotas atrevidas, episodios loquísimos, de mis malabares para que amantes y parejas oficiales no se cruzasen, pero mi mayor credencial ha sido y es la discreción".

Eran los días de vino y rosas de la beautiful people. Los Falcó, los Cortina, los Alcocer, Preysler, Boyer… Juntos, pero no siempre revueltos. Pachá era su templo y el Cielo, el restaurante VIP del segundo piso, el espacio donde se rubricaron muchos acuerdos. Todo era pura desinhibición y había sitio para todos porque la única consigna era disfrutar. La expresión de la época era "vivir como un pachá".

Nada podía salir mal

Por Pachá pasaron artistas nacionales y de talla mundial, como Andy Warhol, Prince o los Rolling Stones, por mencionar a algunos. También aristócratas y royals, como Estefanía de Mónaco, Alberto de Mónaco, la duquesa de Alba o Carmen Franco. Los ministros de Felipe González eran clientes habituales. A Adnan Kashoggi, traficante de armas saudí y ex visitante ilustre de Marbella, le acompañaba un séquito de 18 médicos. La noche podía acabar con una actuación espontánea de Prince o un baile de Brigitte Nielsen mostrando el tatuaje de su trasero.

Lloraban sobre mi hombro y ahora tengo muchas cacas de gaviota

Marilé era la anfitriona perfecta y se desvivía para que todo saliera perfecto, a pesar de los entuertos que le tocaba resolver. Reconoce que su buena planta era una buena carta de presentación, pero sin delicadeza no habrían salido las cosas igual. Al final de la noche, aquella gente importante buscaba su hombro para llorar. "Ahora lo que tengo son muchas cacas de gaviota. He pagado un doble precio por todo aquello, la libertad, pero también la soledad", se lamenta. A pesar de este detalle, el sueño que lleva tiempo persiguiendo es recuperar el brillo y la armonía de aquella época y, por fin, le ha dado forma con la asociación 'Espíritu de los 80'.

Una asociación con espíritu ochentero

"El mundo ha cambiado tanto que es irreconocible. Me gustaría rescatar la libertad que se respiraba en Pachá. Aquello fue una eclosión de creatividad y expresión cultural en todos los ámbitos. Esa actitud tan divertida, esa época dorada en la que todo era un despropósito, es lo que quiero recuperar con la asociación". La iniciativa tiene como fin reivindicar el esplendor y la intensidad con que ella vivió esos años. En ella están involucrados Ricardo Urgell, que asume la presidencia de honor, y José María Suárez, hermano menor del presidente de la Transición. "Sería bonito reunir de nuevo a todos aquellos que salían de Pachá al amanecer". De momento, muchos nombres se han sumado ya a esa recuperación del espíritu ochentero, como Nacho Cano, José Coronado y Alberto Closas.

Marilé dirige su propia empresa de comunicación y organización de eventos, pero se le ensombrecen los ojos al hablar de este proyecto igual que describe José Luis de Vilallonga en 'La rosa, la corona y el marqués rojo' cuando la recuerda en una cena junto a su esposa Syliane, en 1986. De allí salió la loca idea de abrir un restaurante para noctámbulos enfrente del Congreso que se llamaría 'Pasta y basta' y terminó 'Basta de Pasta'. "Otra experiencia descabellada", recuerda entre risas.