Hablar con el acento andaluz: ¿sigue siendo un estigma o debe convertirse ya en orgullo?

  • Por su forma de hablar, al andaluz se le considera gracioso, inculto, incomprensible, pobre y otros estereotipos con los que se le intenta desacreditar

  • El escritor jerezano Javier López Menacho analiza por qué este desprecio y por qué se sigue usando como la lengua de los chistes, la de la gracia facilona

  • Un movimiento cultural y social reivindica cada vez con más fuerza el valor de este deje como parte de la identidad andaluza

El andaluz es fiestero, saleroso, chistoso y se come las letras. Son algunos de los tópicos, que surgen en lo cotidiano. Hasta la ficción recurre al acento andaluz para dar al personaje un tono cómico. "Cuando alguien habla catalán, suena a sofisticado, a empresario, pero el ceceo suena a mi abuelo, que recogía algodón… Hay quien entiende que los acentos andaluces sirven para cajera, chacha de serie o anuncio de limpieza, pero no para catedrático, empresario, Premio Nobel, poetisa, presentador o ministra", se queja el humorista y productor Manu Sánchez en Canal Sur y en las redes sociales. Analizamos en profundidad el debate entre los que siguen teniendo prejuicios y los que reclaman ya que la diferencia que le hace a uno único sea motivo de orgullo.

Andaluz: hombre "poco hecho" e "ignorante"

El andaluz recibe sopapos verbales en cuanto asoma ese característico deje que le lleva a dejar la 's' entre los dientes, a aspirar la 'j' o a aflojar la 'ch'. Su acento invita al chiste, a la parodia, a la burla y al estereotipo. Javier López Menacho, escritor y experto en comunicación y reputación digital, lo observó cuando dejó su ciudad natal, Jerez de la Frontera (Cádiz), hace ya más de quince años.

Al analizarlo, vio que el fenómeno venía de muy lejos y que, todavía hoy, sigue presente. En su libro 'Yo, charnego' recoge anécdotas como las declaraciones del político catalán Jordi Pujol, que llegó a decir que el andaluz era un hombre derrotado, "poco hecho" e "ignorante", alguien que "si por la fuerza del número" llegase a dominar, destruiría Cataluña.

Pujol no es el único. "Solo hay que ir a las hemerotecas para comprobar que políticos de todo el arco ideológico se han mofado del acento andaluz en alguna ocasión asociándolo a la falta de cultura y de conocimientos o a su escasa capacidad de trabajo", nos dice. Reconoce que tiene su punto pintoresco y especial, por el que muchas personas sienten atracción. Sin embargo, ha motivado una opinión clasista en buena parte del resto de España e incluso del mundo. "No es algo exclusivo de España, sino que sucede en casi todos los países. Los acentos más aceptados y que no extrañan son los que provienen de las grandes ciudades y centros de poder. Los que vienen de lugares periféricos y más pobres son considerados de peor manera", explica a Uppers.

Una visión supremacista

Quienes hacen mofa ni siquiera se molestan, desde esa lectura clasista y de supremacía que advierte López Menacho, en distinguir la idiosincrasia del habla en cada una de las diferentes regiones andaluzas. "Cuando se imita a alguien con poca cultura se adopta el acento andaluz. Ocurre en la calle, pero también en televisión y en la ficción". Es un acento que no se desprende de ese sambenito.

Tradicionalmente, Andalucía ha sido uno de los lugares más pobres de España. En los años sesenta, alrededor de un millón de andaluces emigraron a Cataluña en busca de nuevas oportunidades. Fue uno de los fenómenos demográficos del siglo XX y muchos lo hicieron con una mano delante y otra detrás. Pero es también tierra de genios. Antonio Machado y Gustavo Adolfo Bécquer eran sevillanos.

García Lorca, granadino. María Zambrano, malagueña, como Picasso. Góngora, cordobés, igual que Juan de Mena, Séneca, Antonio Gala o Julio Romero de Torres. Luis García Montero nació en Granada, como Enrique Morente. En Cádiz, Manuel de Falla, Camarón, Elvira Lindo o Alberti. La lista de grandes figuras andaluzas es interminable. ¿Se podrían definir como graciosos, incultos o vulgares? ¿Diríamos después de mencionar cualquiera de estos nombres que Andalucía es reducto de analfabetos?

Una vida intentando camuflar el acento

Lo peor de la lectura peyorativa del acento andaluz es, en opinión de López Menacho, que condiciona la vida de muchas personas. "Intentan camuflar su acento o se sienten incómodas en determinados círculos". Hace solo unos meses, la actriz Natalia de Molina, granadina, explicaba el lastre que ha supuesto su acento en los castings: "Llegaba hasta el final, pero me echaban siempre por el acento. Tenía un trauma grande y lo trabajé muchísimo. Al final, las grandes oportunidades han sido en mi tierra y siendo fiel a mis raíces".

La actitud de la actriz es la de miles de andaluces que están reclamando cada vez con más fuerza el orgullo charnego y la identidad andaluza. "Se palpa en la población, en círculos de escritores y manifestaciones culturales en las que el acento andaluz está presente. La identidad se está reivindicando y ocupando más espacio, sobre todo por parte de las generaciones más jóvenes, que están más formadas y tienen mayor autoconciencia. No obstante, aún queda mucho recorrido para luchar contra la andaluzofobia, la lectura clasista y el estereotipo", indica López Menacho.

La alegría, "la peineta envenená" y otros reclamos

En su manifiesto 'Como vaya yo y lo encuentre', la periodista y activista feminista Mar Gallego rescata la potencia de esas raíces que tantas veces es ridiculizada en otros lugares: "de nuestras abuelas, nuestras ancestras, nuestros taconazos, nuestros volantes, nuestras alegrías, nuestra peineta envenená, nuestros transformistas, nuestros Migueles de Molina, nuestras poetas… el ritmo maravilloso de nuestros acentos".

El catedrático sevillano José María Pérez Orozco dedicó parte de su tiempo a divulgar el andaluz como la deriva más culta del latín y la variedad más avanzada del español. Ponía como ejemplo la anáfora "no ni na", tres negaciones para intensificar una afirmación. "Es una figura literaria de primera categoría: son tres sílabas que son tres frases".

La profesora sevillana María Nieves López González remata esta idea en su ensayo 'La dignidad del habla andaluza': "No creo que exista un lugar donde la lengua tenga tanta riqueza léxica; donde la semántica encuentre un vocablo para cada pensamiento, para cada sentimiento; donde cada oración encuentre la estructura y la entonación perfecta para plasmar lo que el alma quiere sacar". Antes que ellos, el dramaturgo granadino José Martín Recuerda no dejó de lamentarse durante el tiempo que ocupó la Cátedra de Teatro Juan del Encina de la Universidad de Salamanca, en los años ochenta, del acento sin alma de sus alumnos castellanos. "Echo de menos la sustancia andaluza", repetía