Once mujeres contra el fuego: "Es una relación de amor odio; no quieres un incendio, pero te dispara la adrenalina”
La periodista vallisoletana Franca Velasco nos presenta su libro 'Viaje a las mujeres de fuego', un compendio de historias y reivindicaciones de once españolas que cada día arriesgan su vida
Han tenido que superar micromachismos y pelear hasta para tener uniformes de sus tallas o baños propios
Carmen Orellana, primera mujer agente forestal y una de las entrevistadas por la autora, nos cuenta en primera persona su historia
Las mujeres en la extinción de incendios forestales siguen siendo una anomalía. Más por su invisibilidad que por su escasa presencia. Con sus trajes ignífugos de talla sobredimensionada y los numerosos complementos de protección con los que hacen frente al fuego, las altas temperaturas y otras adversidades, nadie se ocupa de poner género al bombero. Es algo que llamó la atención de la periodista vallisoletana Franca Velasco hace un tiempo. "¿Habrá mujeres bajo esos uniformes?" La curiosidad le llevó a investigar por sí misma y fueron tantas las historias que descubrió que su pretensión inicial, escribir un reportaje, se le quedó pequeña. Publicó el reportaje, pero enseguida llegó el libro que ahora nos presenta: 'Viaje a las mujeres de fuego', editado por Pepitas de Calabaza.
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En sus páginas son sus protagonistas las que toman la palabra. "Once mujeres de diferentes edades que trabajan en los operativos de prevención y extinción de incendios forestales. Tuvieron que abrirse el camino en un terreno tradicionalmente reservado a los hombres y, por tanto, inexplorado y no siempre amable con ellas. Para hacernos una idea, han tenido que pelear hasta para tener uniformes de sus tallas y preparados para mujeres. Incluso para tener sus propios baños", cuenta Franca.
Belén Carballo, investigadora de la Universidad de León y autora del prólogo de 'Viaje a las mujeres de fuego' achaca la escasez de mujeres a una errónea concepción ciudadana de la lucha contra el fuego: "Se centra en una competición entre la naturaleza y el ser humano donde la fuerza y el liderazgo son vistos como los atributos más valiosos. Ambas cualidades se asocian a la masculinidad, lo que hace que se haya excluido a las mujeres de las tareas de extinción".
Mayor resistencia muscular a la fatiga
Este argumento, que se ha esgrimido por costumbre para justificar la ausencia de mujeres como profesionales de las emergencias, se desmorona cuando Franca habla de sus protagonistas. "Para empezar, ellas presentan una mayor resistencia muscular a la fatiga y una mayor capacidad de recuperación muscular que los hombres. Aunque tuviesen menos fortaleza física que sus compañeros, aportan visión, estrategia y otra manera de ver el trabajo que generalmente no se cuenta"
En su periplo por toda España, más de 4.000 kilómetros, Franca ha sido testigo de cómo cualquier diferencia en la capacidad de trabajo físico estas mujeres acaban superándola con sus entrenamientos y una preparación adecuada que les permite realizar el trabajo en las mismas condiciones que los hombres. "Tanto las once mujeres presentes en el libro como el resto de las profesionales que trabajan en tareas de emergencia rompen con ese pensamiento que asocia muchas de las cualidades que se exigen en estos trabajos con la masculinidad. He entrevistado a pilotos, agentes forestales, conductoras, especialistas en drones y bomberas, mujeres valientes por haber desafiado muchos prejuicios. Su testimonio es importante para reconocer su talento y las excepcionales habilidades que aportan a la hora de extinguir los incendios forestales, pero también como referentes para las niñas que se sienten atraídas por estos oficios".
Pilar: "el fuego te crea una extraña dependencia"
Una de sus entrevistadas es Pilar Fuentetaja, de Aranda del Duero (Burgos), vigilante de la torre de incendios de La Calabaza en Aranda de Duero (Burgos). "Pilar, en la más absoluta soledad, diez horas al día cada verano, desde hace quince años, en turnos de dos y tres días, y otros tantos de descanso, repartidos con su compañera, atisbando humo en una cuenca visual de en torno a cincuenta kilómetros que, en alguna ocasión, les ha permitido avistar incendios allá, en Herrera o Peñafiel", relata Franca.
Es arqueóloga y, cuando puede, excava en yacimientos. Pilar, que se define a sí misma como una cabra montesa, revalida lo que ha observado Franca en sus conversaciones con estas profesionales. "Aportamos mucho al operativo. Podemos con las mangueras, conducimos camiones. He conocido muchas con mucho más empaque que algunos hombres en primera línea, aunque se siga hablando del operativo en masculino. Además, en puestos como este, nos orientamos igual o mejor. Es un trabajo meticuloso en el que tienes que estar muy atenta, y las mujeres tenemos mayor capacidad para la concentración, la organización, atinamos los humos con minuciosidad".
Habla también de esa extraña dependencia que crea el fuego, "como cuando estás frente a una chimenea, que te quedas embobado". Cuando da aviso de fuego, la adrenalina se le dispara. "Es una relación de amor odio. No quieres que se genere un incendio, pero cuando estás en él, estás a tope".
Lucía Vita, el ejemplo de un oficio nómada
"Este trabajo no es ni para todos ni para todas. Te tiene que gustar, y tienes que hacerte un hueco, pero… no creo que haya que ser de una pasta especial», le responde la palentina Lucía Vita a Franca cuando le pregunta de qué pasta está hecha. Esta mujer, italiana de nacimiento, se siente nómada. "Voy allí donde me ofrecen trabajo". Dice Franca que con esta frase sale a relucir la inestabilidad laboral de buena parte del colectivo forestal. "Contratos temporales, fijos discontinuos, subcontratas, unos meses dentro y otros fuera… Buscarse la vida y esperar a en una bolsa de empleo a que te llamen".
Hemos tenido el privilegio de hablar con la gran pionera, Carmen Orellana, la primera mujer agente forestal de España. "Tuve que pelear en los años ochenta para que se me reconociese ese derecho a la no discriminación por razón de sexo incluido en el artículo 14 de la Constitución española", avanza. Vive en Menorca y acaba de retirarse, pero mantiene intacta su pasión por la naturaleza.
"Es una inclinación que me viene de niña. Nací en un pueblecito de Ciudad Real y, aunque nos mudamos a Madrid cuando tenía diez años, siempre busqué el modo de seguir en contacto con el campo. Los fines de semana me escapaba a hacer escalada, hacía senderismo con los Boy Scouts, etc. Cuando me enteré de la existencia de una escuela en Huesca para estudiar guarda forestal, no lo pensé. Era un internado subvencionado por el Gobierno de Aragón que incluía clases, cama y comida".
"Un profesor me preguntó qué hacía en una escuela para hombres"
Ese año, 1979, entraron cuatro mujeres en esa Escuela de Capacitación Forestal, pero solo acabó ella. "Supongo que no tendrían una vocación tan clara como la mía, pero también influyó el ambiente machista. A mí un profesor me preguntó qué hacía en una escuela para hombres". Ese primer verano, al terminar su primer curso, ya trabajó como brigadista en retenes de incendios. Una vez que tuvo la certificación de capataz forestal, se presentó a las oposiciones de Guardería Forestal del Estado. "Lo que no sabía es que se exigía ser varón y tener el servicio militar cumplido. Entonces presenté un recurso de inconstitucionalidad. Tuve que esperar a la siguiente convocatoria y, aunque ya no exigían ser varón, insistían en el requisito del servicio militar o equivalente. Me presenté y aprobé con buena nota, pero mi nombre no aparecía en el listado de seleccionados para una de las plazas".
En Mallorca un ingeniero jefe que antepuso su formación al sexo la reclamó para trabajar como capataz de brigada en el servicio de extinción de incendios de la isla. Allí le sorprendió uno de los fuegos más complejos, el de la zona de Alcudia. Pero no se dio por vencida en su deseo de ser agente forestal y un año más tarde se presentó de nuevo al examen de oposición. Ahí por fin apareció en el número uno y tomó posesión el 1 de febrero de 1984. Asegura que los episodios machistas han sido escasos, sobre todo en forma de chistes vulgares o sexistas y comentarios entre ellos en voz alta.
Después de conocer a mujeres como Carmen, Lucía, Pilar y el resto de las profesionales que aparecen en su libro, Franca quiere transmitir que no hay límites de ningún tipo. "No depende de la edad que tengas, ni de dónde hayas nacido o criado. Eres capaz de hacer muchas más cosas de las que crees que puedes. Y hay que pelear hasta el final: ellas no se tomaron la adversidad como un fracaso, sino como una oportunidad".