¿Ni hablar del peluquín? “Me puse una prótesis de pelo moderna y es mejor que los microinjertos”

  • n tiempos en que el microinjerto se ha convertido en la panacea, una versión 2.0 del clásico bisoñé se erige como alternativa poco invasiva. Quienes la usan están encantados.

  • Hablamos con la experta Rosa Crespo, que nos explica que puedes dormir y ducharte con él, y no se mueve en casi un mes

  • Y con Emilio (51 años), que se decidió a probarlo: “Habrá calvos que estén felices, pero yo no lo estaba, y ahora me veo mejor y más a gusto conmigo mismo”, explica

El peluquín, ¡qué producto! Su sola mención remite a Varón Dandy, películas de Alfredo Landa y copazo de sol y sombra. Pero aquel que conocimos ha pasado a la historia y ha sido relevado por unas modernas prótesis 2.0, que hacen las delicias de calvos incipientes que no pueden o no quieren pasar por el quirófano. Otro universo técnico y estético ha llegado. Y ya no se nota que lo llevas. "Había olvidado lo que es que el viento te mueva el pelo. Ahora lo notas, y te permites pasarte una mano para peinarte. Eso es increíble", nos cuenta Emilio, de 51 años, a quien le ha subido la autoestima y le cambiado la vida.

Estas prótesis tuvieron su momento de notoriedad —y casi de glamur— en 2016, cuando un joven llamado Miguel sorprendió en GH 17 retirándose su exuberante cabellera para mostrar un cráneo desnudo. ¡Nadie se lo había notado! Pero, ¿cómo son en realidad estas prótesis de pelo natural modernas?

Lo primero que destaca es que son semipermanentes, no de quita y pon como las de antaño. Una vez plantada en el centro dermatológico, el paciente no tiene que quitársela para nada. Duerme con ella. Solo se la retira en la clínica cuando acude a la puesta a punto periódica.

Nos da más detalles Rosa Crespo, directora de sistemas de integración y segunda piel de Instituto Médico Dermatológico, donde, de hecho, a estas prótesis las denominan segunda piel. "La tecnología ha cambiado mucho", dice. Están fabricadas con cabello natural. "Cuando viene un paciente, estudiamos su pelo, su tonalidad, la densidad que tiene, la textura, si es pelo fino o rizado. El que se emplea en nuestro laboratorio procede de donantes; hay mucho pelo que viene de la India, donde por religión deben donar su pelo una vez en su vida; de China, y últimamente mucho de países del este de Europa, de donde vienen unos pelos rubios maravillosos. A continuación, el cabello es procesado, desinfectado y se utiliza para este sistema".

La parte que se fija a la cabeza

Un tul finísimo, del mismo color de la piel del paciente, acoge todo ese nuevo pelo y es lo que se fija a la cabeza. "Hasta la raya del pelo parece el cuero cabelludo", asegura Crespo. Esa delgada capa es hipoalergénica, lo mismo que el pegamento con que se adapta al cartón.

Proceso de aclimatación

Empieza entonces un proceso de aclimatación. Para cualquier calvo, verse de un día para otro reflejado en el espejo con un esplendoroso tupé puede suponer un shock. Para que se vaya acostumbrando a su nueva imagen, la cantidad de pelo que se implanta en el tul va aumentando gradualmente en sucesivas sesiones. "Al principio, la prótesis se hace con densidades muy bajas", indica Crespo. "Ni siquiera así se nota. De hecho, hay pacientes que se ven bien así y no quieren aumentarla. Lo habitual es que a medida que el paciente se va acostumbrando a la primera densidad, poco a poco, de tres a seis meses, vayamos incrementándola".

Revisiones periódicas

Así que uno no sale por la puerta del centro dermatológico o estético con una voluptosa melena para el resto de sus días. Además del progresivo aumento de densidad, a las prótesis hay que darles un repasito cada cierto tiempo. "La durabilidad del pegamento va en función de lo que transpire el señor. Si es de sudar mucho, nosotros cada quince días se lo cambiamos; ¿que no es de sudar tanto? Pues puede ir cada 23 o 24 días. Somos partidarios de cambiarlo todos los meses. De este modo oxigenamos la piel, la protegemos. Una vez retirada la prótesis, sometemos al paciente al ozono, para que se recupere su piel”.

¿Y cuánto dura una prótesis?

El proceso entero puede durar entre nueve meses y un año. Pasado ese tiempo, tendrá que cambiar la prótesis por una nueva. Tan asentada queda en la cabeza que el paciente puede tratar su flamante cabello (casi) como si fuera el suyo. Incluso parece que el momento de la ducha es sumamente placentero: "El material es tan ligero que el agua penetra en su propia piel. El paciente lo nota, tiene la sensación de que realmente se ha lavado la cabeza", afirma Rosa Crespo. Eso sí, debe cuidarlo con cremas y mascarillas, destinadas sobre todo a hidratarlo para evitar que se seque o pierda tono.

¿Para quién son?

Las prótesis capilares 2.0 están especialmente indicadas para aquellos varones en los que, bien por la escasa densidad en zonas potencialmente donantes, bien porque su alopecia es tamaño campo de fútbol, el microinjerto no puede practicarse. "Cuando eso no es viable, tenemos que ir a la segunda piel", sostiene la experta. "Le explicamos que al microinjerto no puede cubrir sus expectativas y que la segunda piel es una opción muy buena".

El caso de Emilio

Es lo que le ocurrió a Emilio (51), funcionario madrileño que nunca había llegado a aceptar su calvicie. "Empecé a perder pelo bastante joven, como a los 20 años", nos cuenta. Como tantos otros, decidió que la mejor manera de camuflarla era raparse, de modo que nadie supiera si su yerma cabeza era una tara o una decisión estética. Hace cinco años se planteó hacerse un implante de pelo, pero no pudo ser.

"Acudí a una clínica especializada, y tras realizarme un examen de mi cuero cabelludo me dijeron que en mi caso la operación no daría buenos resultados”, explica. "La superficie que había que cubrir ya era muy grande y el pelo de la parte de atrás de la cabeza, de donde debían extraerse los folículos para trasplantarlos, era demasiado fino y escaso. Previamente, mientras buscaba información en Internet sobre los implantes había leído acerca de estas prótesis. En un primer momento me echaban para atrás. Pensé que sería como ponerse un peluquín. Tenía serias dudas sobre si se notaría o no, y no quería que, si se notaba, la gente se riera de mí. Porque hasta no hace mucho la calvicie o los problemas de erección eran motivo de burla".

Aún hay prejuicios

Con frecuencia, los prejuicios derivados del peluquín antediluviano provocan que a algunos clientes les cueste decantarse por las prótesis capilares actuales. Otros no les ponen reparos. Como describe Rosa Crespo, "al paciente que ha llevado bisoñé toda la vida no tienes que convencerlo, sin embargo hay un paciente que es joven, que por temas económicos o porque tiene una alopecia muy avanzada, sí es receptivo a la segunda piel y lo acepta bien".

En la clínica a la que acudió Emilio le expusieron las características de las prótesis. "No son peluquines. Solo comparten con aquellos el que son pelo que se pone en la cabeza. Pero ni los materiales, ni su sujección, ni su apariencia tienen algo que ver", dice.

Tras dos años como excalvo, se muestra muy contento del resultado. "Llega un momento en que no te acuerdas de que la llevas puesta. Si un día te apetece engominarte, puedes hacerlo tranquilamente. Solo tienes que tener alguna precaución en la playa, pero más que nada para que no se deteriore con el agua salada. Los compañeros de trabajo creen que me he hecho un implante", explica.

Una sensación en concreto resume su bienestar. "Había olvidado lo que es que el viento te mueva el pelo. Ahora lo notas, y te permites pasarte una mano para peinarte. Eso es increíble. Habrá calvos que estén felices, pero yo no lo estaba, y ahora me veo mejor y eso hace que en general me sienta más a gusto conmigo mismo", admite.

El único riesgo que entrañan es una posible alergia, que rara vez se da. "Antes de proceder hacemos una prueba con el pegamento", dice Crespo. Por otra parte, las prótesis le hacen menos daño al bolsillo que los injertos, incluso que aquellos made in Turkey. Una operación de implante en una clínica seria ronda los 8.000 euros, mientras que uno puede agenciarse una prótesis a partir de los 600. Rosa Crespo no quiere decirme cuánto cuestan en su centro, pero apunta que "son perfectamente asequibles para muchas economías". Tendrá que pasar tiempo hasta que los usuarios de estos productos confiesen que los llevan. La sombra del peluquín es alargada… Pero quizá llegue el día en que lo cuenten… con pelos y señales.