Bailar en los bares: por qué los clientes que no lo hacen consumen más y otras cuestiones clave

  • El estudioso de los bares José María Espinosa analiza en esta nueva entrega dos tipos de clientela: la que nunca baila y la que baila siempre

'Uppers' continúa con su homenaje a los bares con otro capítulo inédito de 'Viva el bar' de José María Espinosa. El experto analiza una curiosa tipología de establecimiento: los bares con música, y, dentro de ellos, los que reciben a clientes que nunca bailan y aquellos que bailan con ganas y hasta en modo karaoke.

Capítulo I: sobre el concepto de bar

Capítulo II: sobre el cliente fijo

Capítulo III: sobre el bar y su nombre

Capítulo IV: sobre la ubicación de los baños

Capítulo V: sobre los bares y el baile

Admitiendo que existe la raza de bares "bares donde se puede bailar", nos encontramos con dos tipos de clientes: los que bailan, siempre o en ocasiones, y los que nunca bailan. Vamos a ocuparnos de los segundos, dejando el análisis del comportamiento de los primeros para después.

Taciturnos, poco dados a la sonrisa y buenos bebedores

A bote pronto, no debe esperarse que haya clientes que frecuenten "bares donde se puede bailar" si ellos no bailan nunca. Pero la realidad es otra, y curiosamente estos bares cuentan con un nutrido grupo de fieles cuyo cuerpo ni se inmuta al son de la música. Son los clientes que nunca bailan. Ante este llamativo hecho, intentaremos dilucidar las causas de este aparente contrasentido.

Para ello, en primer lugar analicemos el comportamiento que muestra esta tipología de cliente en el bar. El género masculino que nunca baila suele ser de carácter taciturno, poco dado a la sonrisa y buen bebedor. Revolotea a pasos cortos alrededor de la barra, hasta que consigue un hueco donde apoyar el codo en posición bípeda, momento a partir del cual no se mueve más, a veces durante horas, mirando al tendido consumición tras consumición. Es frecuente verlo en pareja o en pequeños grupos, aunque a veces actúa en solitario.

El género femenino que nunca baila es más escaso que el masculino. Es también poco dado a la sonrisa y no tan buen bebedor, dándose incluso casos de grave abstemia. Tiende también a situarse en la barra, pero en posición sentada y sin mirar al tendido, a diferencia de su homólogo masculino. Jamás actúa en solitario, y lejos de mostrarse taciturno, no para de hablar de forma atolondrada.

Objetivo: facilitar el emparejamiento entre clientes

En segundo lugar, vamos a describir las principales características de estos locales. Los bares pertenecientes al grupo "bares donde se puede bailar" forman parte de una red de locales (sean bares o no) que cumplen una función social muy concreta, que es facilitar el emparejamiento entre clientes, colaborando así en gran medida a garantizar la continuidad de la especie humana. Esto es un hecho incontestable, y es precisamente el desempeño de esta función la razón primordial del éxito de esta variedad de bares. Suelen ser de horario más bien nocturno, ya que por razones que se nos escapan, los humanos no tendemos a bailar de día, salvo que no hayamos dormido en toda la noche o nos dediquemos profesionalmente al oficio de la danza.

Por tanto, blanco y en botella. Concluimos que una gran parte de clientes que nunca baila, sean del género que sean, acuden a "bares donde se puede bailar" con la esperanza de emparejarse, bien sea de forma puntual o permanente, dependiendo de la honestidad y nobleza de sus intenciones. En realidad, una mayoría de los que bailan también suelen perseguir este mismo fin, pero no caen en ninguna contradicción, ya que emparejen o no emparejen al menos bailan en los bares donde se puede bailar.

El cliente que nunca baila consume más

Por otro lado, el colectivo de clientes que bailan presenta comportamientos más complejos que los que nunca bailan. Es decir, además de bailar puede mostrar otras conductas adicionales que hacen que los podamos subdividir en grupos específicos. Curiosamente, estos atributos añadidos influyen en los hábitos de consumo, concretamente en el número de consumiciones que el cliente se despacha por unidad de tiempo. Esta conclusión, que puede tener gran interés para el colectivo de propietarios, la hemos deducido a partir de un riguroso estudio de campo propio y los resultados se detallan en la siguiente tabla:

Tabla: Hábitos de consumo de la clientela dependiendo de la conducta mostrada ante la música. Fuente: Estudio de campo propio. Tamaño de la muestra: 246 hombres y 262 mujeres. Variables comportamentales estudiadas: Baile y cante. Ubicación geográfica: Diversos locales de las provincias de Madrid, La Coruña, Sevilla y Cádiz.

Por tanto, se concluye que el hombre consume más que la mujer en todos los grupos, y el cliente que baila consume en general menos que el que nunca baila, ya sea masculino o femenino. Es de resaltar también la drástica disminución en el consumo que se observa en el colectivo que, además de bailar, canta y se sabe la letra, que se atempera sin embargo si no canta o canta y se inventa la letra.

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