Ciudadano García y su amor por la cocina: "Quien diga que toda la comida de su madre estaba buena es gilipollas"

  • Ciudadano García acaba de publicar el libro 'Algo suena... en la cocina' junto con el cocinero Sergio Fernández y el nutricionista Aitor Sánchez

  • El periodista cuenta sus anécdotas más íntimas, personales y divertidas relacionadas con la comida

  • De la radio a los fogones, un repaso por todos los momentos vitales marcados con platos buenos y no tanto

Pese a haber desarrollado su carrera profesional y ser considerado uno de los referentes radiofónicos del país, Ciudadano García (Madrid, 1962) asegura no ser un apasionado del medio. Su programa, Esto me suena…, nació en 2008 y ahora, entre sartenes, cazos, cucharas y tenedores, el periodista publica un libro que nos transporta de la radio a los fogones. Junto con el chef Sergio Fernández y el nutricionista Aitor Sánchez nos hace un recorrido por el recetario tradicional español aportándole un toque de modernidad, curiosidades nutricionales y todo aderezado con anécdotas y comentarios históricos que producen entre sorpresa, morriña y carcajada. Hablamos con el autor sobre 'Esto me suena... en la cocina'.

¿Cómo se llevan la radio y la cocina?

La radio y la cocina se llevan perfectamente, pero claro que depende de cómo lo hagas. Hay que contar todo de otra manera porque la gente no puede verlo. Siempre que tengas en cuenta que no puedes dar un listado de productos como en la tele y que hay que explicarlo de manera más reducida y sencilla, funciona. Además, la cocina no es sólo una receta, sino que es hablar de experiencias, de gastronomía, de restaurantes, de ideas…

¿Te ha gustado la cocina desde siempre? ¿eras de los que apuntabas las recetas de tu abuela a papel y boli?

Para nada. En casa cocinaba mi madre y nunca apunté nada suyo ni de mi abuela. En esa época no era partidario de cocinar. Empecé por obligación, cuando me quedaba solo. Luego cuando me casé y me independicé le cogí el gusto y al coincidir con Sergio en la tele, en un programa de cocina, aprendí una serie de cosas que no sabía y cada vez me ha ido gustando más y más.

¿Tu madre cocinaba con la radio puesta?

No tengo ese recuerdo, sí que cosía con ella puesta pero tampoco era una persona muy radio y yo tampoco lo soy.

¿Cómo puede ser? Te dedicas a ella…

Soy un profesional de la radio. Trabajo en ella y lo hago lo mejor que puedo. Per, al igual que un pastelero no come solo pasteles, cuando yo salgo del estudio no escucho la radio. No voy en el coche con la radio todo el rato y tampoco me acuesto con ella. Yo soy de los que apaga la radio.

Y volviendo a los fogones, ¿hay algún plato, alguna receta, que te recuerde muchísimo a tu madre?

Mi madre era de cocina sencilla. No puedo decir que fuera una excelentísima cocinera porque creo que no lo era, pero es cierto que los sabores que consideramos normales, a los que estamos acostumbrados, son a los de nuestra madre. Pero siendo sincero, mis recuerdos de mi madre en cuanto a cocina son malos. Hay un capítulo del libro que hablo de las alcachofas y, la gente es gilipollas y no dice que la comida de sus madres estaba mala, pero las alcachofas de antaño eran una mierda. Las de mi madre eran cocidas y venga a chupar hojas porque no consentía que se tirase el 60% del producto para limpiarlas bien, era horripilante. Mis recuerdos son de cocina pobre porque éramos una familia humilde. Entonces era comida muy básica, de aprovechamiento total, hasta que no me fui de casa no probé el jamón bueno.

Precisamente muchas de las recetas del libro, por no decir la mayoría, son tradicionales, ¿cuál es tu favorita?

No podría elegir una, pero te digo la que primero preparé: espárragos blancos al horno con ajo y miel.

Este libro no es un recetario al uso. Además de la receta en sí, incluye un apartado nutricional y de comentarios. ¿Cómo ha sido escribirlo?

Las recetas y los trucos son de Sergio Fernández, el cocinero. Después, yo lo que hago es un comentario sobre sobre esa receta, un texto que puede ser o bien histórico o relacionado con mi vida, con mi experiencia personal. Detrás, va el apartado de nutrición de Aitor Sánchez, que es dietista nutricionista.

En mi caso, al principio empecé haciendo comentarios más históricos de las recetas, pero a la tercera o cuarta entendí que tenía más valor que fuesen personales. Al final nuestros lectores serán, en parte, nuestros oyentes, y ellos ya saben cómo soy y quieren saber más cosas sobre mí, me parecía que tenía más gracia y así seguí, supe que se iban a sentir identificados con muchas de ellas.

¿Te ha sido fácil relacionar cada receta con un recuerdo?

Si te pones a pensar, salen cientos de recuerdos relacionados con la comida de una manera o de otra. Preparaciones, anécdotas, momentos… en la receta de la manzana asada cuento cuando iba con mis amigos del pueblo a robarlas. Otras han sido más complicadas y he llegado, incluso, a recurrir a juegos de palabras. Por ejemplo, la quinoa no la he comido nunca ni voy a hacerlo, pero he contado la historia de cuando, tras los bautizos, iba con mis amigos al bar a por un vaso de quina. Una bebida que, cuando era pequeño, se consideraba reconstituyente y la tele la recomendaba, no sé cómo los padres no se daban cuenta que tenía quince grados de alcohol, que nos emborrachaba.

¿Cuál es la historia más personal que cuentas?

En la última receta, la del plumcake de naranja y pasas, hablo del naranjo de mi abuelo. En la casa del pueblo, teníamos un naranjo en el patio y nunca daba frutos, tanto mi abuelo como mi padre se empeñaron en quitarlo, pero mi abuela nunca quiso. Muchos años después del fallecimiento de mi abuelo, nos sorprendió, de repente, una flor que empezó a crecer. De ahí salió una naranja y mi abuela la miraba todos los días hasta que uno decidió que quería comérsela estando todavía verde. No nos dio ni un pedazo. Fue lo último que comió. Dos días después enfermó y, al tercero, cayó en coma. Un día despertó y se despidió de todos nosotros, releyó la última carta que le había dejado mi abuelo y se murió. Justo en la habitación de al lado del naranjo, justo un 25 de enero, el día de San Pablo. Mi abuelo se llamaba Pablo. Desde entonces el árbol no ha parado de dar naranjas.