Ana Rosa Quintana: "No suelo beber sola, pero cocinando me gusta una copa de manzanilla o blanco"

  • Pocos saben todo lo que Ana Rosa Quintana entiende de vinos... ¡que es mucho!

  • El escritor Manuel Juliá habla con la presentadora sobre sus vinos favoritos, con quién brinda y el porqué de esta pasión

  • En el vídeo puedes ver, entre otras cosas, qué tres vinos se llevaría a una isla desierta y con quién le gusta brindar

Vamos a recoger a Ana Rosa al estudio. La rescatamos de la ficción para entrar en la realidad. ¿O es al revés? Quizá vivimos en un inmenso estudio planetario donde se representa la obra de la vida. "La vida es un cuento contado por un idiota, lleno de ruido y de furia, que no tiene ningún sentido", dice Shakesperare en Macbeth. Pero también dice Marco Antonio, con la pluma del Bardo de Stratford-upon-Avon, que en la vida vamos todos de la mano hasta que el vino triunfante nos hunda en el dulce y plácido Leteo, el río del olvido.

Mientras caminamos por los blancos pasillos de Telecinco, superando máquinas de café, agua, coca-colas, los despachos, algunos estudios, le digo a Ana rosa que si no tiene la sensación de que todavía está en directo con su programa matinal, que dura cuatro horas y media.

-Bueno, a veces estoy comiendo en un restaurante, o en mi casa, y tengo la sensación de que hay una cámara que está grabando todo lo que hago y todo lo que digo.

Estamos llegando al pequeño estudio en el que se va a grabar la entrevista. Hace un día de frío y sol triunfante en el cielo azul o gris de Madrid, masacrado por las toses rugientes de los automóviles. Dice Pla que "el vino incendia de luz la mayoría de los rostros", y mientras miro el de Ana Rosa, plácido y sonriente, luminoso, frente a otro foco después de horas y horas de focos, le pido que me hable de su primera memoria del vino.

Recuerdos de la infancia

Ana Rosa viaja a la infancia. Recuerda que antes daban vino a los niños para luchar contra la anemia, "no una copa de vino ni un vaso de vino, pero sí el agua manchadita con un poquito de vino". Aceite, azúcar, vino y pan, el néctar de esta tierra, "y si estabas malito un ponche, vino y una yema de huevo".

Le recuerdo esas botellas de quina Santa Catalina que había en todas las casas, y que a veces daban a los niños en una cuchara, y ella me dice que también la tomaban mucho las abuelitas, y que "parecía que dormían mucho, y no es que durmieran, es que se habían pegado dos lingotes de quina Santa Catalina".

"¡Vino hasta que el mundo baile!", dicen Antonio, Octavio, Pompeyo y Lépido, en Cleopatra, y la pluma de ese gran amante del vino que fue Shakespeare toca lo sublime. La alabanza que hace Falstaff del jerez es insuperable. Qué es para ti el vino, Ana Rosa, le pregunto.

-Soy una amante del vino –dice elevando la voz y el entusiasmo-. Para mí el vino es cultura, es literatura, es arte, el vino es una cosa muy seria. Beber vino no es tomar cualquier otra bebida, beber vino es un lujo, es un placer para el paladar, para los sentidos, para la conversación, beber vino es un acto social.

Para mí el vino es cultura, es literatura, es arte, el vino es una cosa muy seria.

Para Baudelaire "el vino tiene alma". Escribió un poema, inspirado en el gran poeta persa Hafiz, que llamó "El alma del vino". En el poema el vino habla: "Disfruto de un placer inmenso cuando caigo/ en la boca del hombre al que agota el trabajo,/ y su cálido pecho es dulce sepultura/ que me complace más que mis frescas bodegas”.

Ana Rosa lleva un traje gris, una camiseta blanca y una pulsera morada en su muñeca derecha. Sus ojos oscuros tintinean alegres. Son de mirada chispeante y serena, quizá ahí esté parte del secreto de su poder de seducción ante las cámaras. Habla con voz algo cansada, pero cercana.

- ¿Por qué crees que se puede amar el vino?

- Porque es muy importante para el amor. Lo decía Dante, el vino es fuego para el amor. Creo que como se puede amar todo lo que da un pretexto para una buena conversación o un pretexto para un momento agradable.

El amor, el vino, la vida, los grandes contrarios del dolor y el gozo. Recuerdo que fue Stephan Zweig quien dijo que el amor, como el vino, a unos reconforta y a otros destroza. Sentimientos y pasiones van siempre unidos. Pero el vino, bebido con moderación, jamás destroza, alegra el alma, enciende la luz del pecho y los ojos.

Le diría a mi yo de los 20: 'Nunca tuviste estos sueños y hay alguien que ha hecho que se cumpla lo mejor'

- ¿Que tres vinos te llevarías a una isla desierta Ana Rosa?

- L´Ermita de Álvaro Palacios, un Pingüs, y un Valduero 2015 que tengo una barrica con mi nombre.

No es difícil de percibir que Ana Rosa es una mujer sensible, y que le encanta la poesía.

- Qué dices si digo vino y poesía.

- Pues que hay grandes poetas que han escrito sobre el vino, desde poetas griegos hasta Borges. La gente sensible sabe apreciar algo que es tan antiguo como la historia del hombre, incluso yo creo que la cultura al final empieza cuando aparecen las vides y los olivos.

-Y si te digo vino y pasión.

- Eso depende de los vinos que tomes –sonríe y pone la mirada algo pícara-.

- El vino sola o en compañía.

- En compañía. Una buena copa de vino con alguien con quien te apetece estar es un más a más.

- Si te pasara lo que más deseas, ¿con qué vino brindarías?

- Si es muy gordo, con un champagne rose.

- Con quién tomarías una copa de vino muy a gusto.

- Con Chelo Palacios, de Palacios Remondo, y con Carmen Valiño. Para mí Carmen es una de las personas que más entienden y tiene el mejor olfato no solo para los vinos, sino también para los perfumes. Y con mi marido. Compartimos este amor por el vino. Y si te digo con dos personas que no están entre nosotros, no tengo duda, mis padres.

- ¿Un vino para el amor?

- El champán.

Vino blanco, vino tinto. Hay un refrán que dice que "metidos en el laberinto lo mismo da blanco que tinto". Ahora vivimos una explosión de vinos blancos llenos de aromas y sutilidad y frescura. Pero con lógica Ana Rosa dice que no hay tal debate, y que cada vino tiene su momento: "En verano me apetece mucho vinos más ligeros o vinos blancos, los godellos me encantan, por ejemplo. Y el vino tinto es un vino con más prestancia, es un vino más reflexivo".

Igual que Omar Jayyan elevaba una copa y le hablaba al destino, le digo a Ana Rosa que se imagine hablándole a la que fue, cuando tenía 20 años.

- Ya ni me acuerdo de cuando tenía 20 años – se sorprende por la pregunta-. No, es una broma, yo le diría: "Nunca tuviste estos sueños y hay alguien que ha hecho que se cumpla lo mejor, sin ni siquiera soñarlo".

- Y con esa copa que le dirías a la que serás.

- Que sigamos bebiendo vino y bebiéndonos la vida.

- A quién le cuentas primero tus cosas buenas y malas.

- A mi marido.

Se va la mañana. Los vientos del mediodía se cuelan, con su sol blanco y su hambre, por los pasillos de Telecinco. Ya estamos en la vida. O quizá todavía estamos en la ficción, porque la frontera entre ambas es tan delgada como una hebra de la luz del tiempo.

La cámara se apaga. La luz del foco gris se apaga. Me despido de Ana Rosa y le agradezco que haya aceptado la entrevista. El viento exterior de Madrid, lleno de gases y sombras, de luces y ruidos y silencios, le espera lejos de la intensa mañana de noticias y comentarios.

La tarde, en las huellas de Machado, es la luz del alma.

- Ana Rosa, ¿hay algo más que desees decir?

- Sí, que sigamos bebiendo y que me sigas enseñando y descubriendo nuevos vinos y nuevos sabores.