El alcalde enrollado que cena cada noche en casa de un vecino: “Cuando te acercas a la gente, la crispación desaparece”

  • Frente a la discordia que reina en la política actual, Michel Montaner (58) ha apostado por una iniciativa amable para conocer en primera persona las necesidades de sus conciudadanos

  • “En las treinta y tantas cenas que he tenido hasta ahora —explica—, me he encontrado lógicamente con gente que no era afín, y me han despedido con un abrazo”

  • “Lo que jamás te contarían en un despacho, en su casa te lo cuentan. Se vuelcan. Te tratan como a un familiar”, revela el regidor

“Adivina quién viene a cenar esta noche”, título de la deliciosa película que en 1967 protagonizaron Spencer Tracy, Katharine Hepburn y Sidney Poitier, es también una de las frases más repetidas en los últimos meses en la localidad valenciana de Xirivella. La respuesta: el alcalde. Desde octubre de 2022, Michel Montaner (58), regidor de este soleado municipio de 30.000 habitantes, culmina sus jornadas visitando las casas de sus convecinos para cenar. El condumio, por supuesto, es una excusa: el objetivo es que estos le transmitan en primera persona, y en ambiente distendido, sugerencias y quejas con respecto a Xirivella; un pretexto para hacer entre todos una ciudad mejor.

Es Montaner un firme defensor de la política de proximidad. “Tenemos que estar cerca de los ciudadanos —sostiene—, y para mí siempre ha sido una prioridad el pisar la calle, hablar con la gente en una tienda, en el mercado o a la puerta de un colegio… Los políticos estamos para intentar mejorar la vida de las personas, para hacerlas más felices. ¿Cómo conocer sus inquietudes para saber qué podemos mejorar? Pues o vienen a tu despacho, cosa que hacen algunos…, pero para mí lo mejor es que el alcalde o la alcaldesa se acerque a ellos, se adapte a ellos”.

Así que si la montaña no va a Mahoma… Convencido de que debía ser él quien se tomase la molestia de acudir allí donde están los votantes, y no al revés, difundió su número de móvil (“lo tiene todo el mundo, pues es un servicio público”) y les animó a que contactasen con él. Describe la respuesta de los habitantes como una “avalancha increíble” de llamadas y mensajes de WhatsApp a través de los cuales le decían: “Sí, alcalde, quiero cenar con usted”. Tiene la agenda ocupada hasta marzo.

Cenas “como de Nochebuena”

Aunque trámite secundario, la gastronomía desempeña un papel importante en su iniciativa. Aunque Montaner les insiste en que no se compliquen con el menú, reconoce que lo que los residentes le preparan en cada domicilio es algo parecido a “una Nochebuena”. Así lo explica: “Viene el alcalde y es una alegría. El otro día el párroco, venezolano, me elaboró unos platitos de su país, todo cocinado por él; unas vecinas de origen andaluz me pusieron una tortilla con un aceite de Jaén buenísimo; he tenido cenas con vecinos ucranianos, búlgaros… He comido de todo, de solomillo Wellington a perdiz en escabeche. No he conseguido que sea una cena con una simple ensalada”. Montaner pone el postre: “Les llamo y les pregunto: ¿qué os gusta más, una tarta de chocolate, de fruta…; alguna alergia?”.

Tan singulares encuentros deparan entrañables anécdotas. Un grupo de vecinos le aguardaba impaciente en el patio de la casa y Montaner, que iba derecho a un piso y una puerta, casi pasa de largo; unos jóvenes lo citaron en una cafetería; una niña, Victoria, le regaló un dibujo. Vecinos con mascotas las esconden, por si no son del agrado del alcalde. Pero este les insta a que las saquen. “He llegado a tener una mascota en los brazos”, explica.

Asegura que al 90% de la gente con la que cena no la conoce. Aun así, “he conseguido que en esa intimidad ellos se abran, te lo cuenten todo. Lo que jamás te contarían en un despacho, en su casa te lo cuentan. Se vuelcan. Te tratan como a un familiar”. Y tras el postre, y aunque las veladas suelen concluir pasada la medianoche, acepta un café. “Tengo la facilidad de dormir bien”, dice, presumiendo de conciencia tranquila. “Salgo de esas cenas muy satisfecho. Es una experiencia maravillosa. Me gustaría que fuese tendencia”.

Y mientras casi cada noche sale a cenar fuera, ¿qué opinan en su propia casa del continuo plantón? Montaner vive con sus hijos, Michel de 19 años y Carla, de 15. “Me conocen, nos lo contamos todo, y no tengo ningún secreto para ellos sobre mi trabajo. Ven que su padre es un luchador nato y ellos también se impregnan de estos valores. Me han conocido así: cuando eran pequeños los llevaba en el carrito de la compra y me ponía a hablar con la gente en el supermercado. Lo bueno es que también lo disfrutan”.

Un antídoto contra la crispación

Si la medida de Michel Montaner por sí sola se basta para causar asombro, si no admiración, cuando se sitúa en el contexto de una política marcada por la discordia como la actual, su valía aumenta. En verdad no es lo mismo gobernar en lugares pequeños, donde las distancias son cortas y abundan las caras conocidas, que administrar un país, pero no menos cierto es que alcaldes de poblaciones reducidas hay muchos y solo Montaner ha tenido la ocurrencia de promover estos coloquios cara a cara con sus gobernados, en su terreno y ante un plato de comida, lo que siempre fomenta la confraternización.

Como es fácil suponer, no todas las personas empadronadas en Xirivella comparten la doctrina de Montaner, quien en sus periplos vespertinos ha recalado en viviendas de anfitriones con ideas diferentes, a veces opuestas, a las suyas. Pero su afable maniobra ha demostrado que cuando se opta por la cordialidad y la unión en vez de por la hostilidad y la división, tiende a reinar la armonía. “En las treinta y tantas cenas que he tenido hasta ahora —explica—, me he encontrado lógicamente con gente que no era afín, y me han despedido con un abrazo. O me han dicho: ‘No sabía que usted era así’. Han recuperado la ilusión en la política y en los políticos. La gente no sabe si soy de un partido u otro, y si lo sabe no lo tratamos. No hablamos de votos, sino de cómo puede mejorarse la ciudad. No debemos ser políticos de despacho. El estar cerca de la gente funciona. Esa crispación desaparece”.

“Una persona de personas”

De acento delicado y habla ligeramente atropellada, como si sospechase que no hay tiempo suficiente para expresar todo lo que desea contar, Michel Montaner es un tipo de aspecto pulcro, incluso atildado; con la americana azul que suele ponerse en las cenas y el cabello gris primorosamente atusado, podría pasar por cantante de orquesta de verano o concursante de certamen de talentos con dotes de Nino Bravo, tan habituales en su tierra. Hijo de emigrantes que fueron a Francia en los años sesenta en busca de un futuro mejor —su padre nació en Xirivella; su madre, en la cercana Mislata—, regresó a España al cumplir los 25.

Asegura que ya de pequeño se manifestaba en él su afán de colaborar con los demás. “Siempre que en cualquier parte pedían un voluntario, yo levantaba la mano”, recuerda. Tras pasar por diferentes trabajos —“de joven he hecho de todo”, dice—, entre ellos el de director comercial de una empresa de formación, logró primero un puesto de concejal en el consistorio de sus amores para después, en 2015, convertirse en su alcalde; en 2019 los vecinos renovaron su confianza en él.

En su tiempo libre escucha música de décadas pasadas (“soy de los ochenta y los noventa, mucho de remember”, reconoce. “Aunque si escucho el reguetón de mis hijos no pasa nada”) o disfruta del cine y la literatura. Su película favorita es “La lista de Schlinder” (“me atrae todo lo que tenga que ver con la defensa de los derechos humanos y la democracia”) y entre sus libros de cabecera están aquellos con los que creció en el país vecino: “Los miserables”, de Víctor Hugo, “El principito”, de Saint-Exupéry, u obras de Rousseau. Es amigo del pintor valenciano Antonio Camaró, reconocido internacionalmente por su compromiso con la concordia y la paz. Y, ante todo, se define como “una persona de calle, de personas. Si hay que ayudar a cualquiera, voy adelante. Es mi leit motiv”.

(Nota final: hemos omitido conscientemente en este reportaje el nombre del partido en el que milita Michel Montaner. No es esta una pieza sobre política, sino un perfil humano o social, y, en cualquier caso, su iniciativa es marcadamente personal. No obstante, si el amigo lector desea conocer su filiación, puede saciar su curiosidad pinchando aquí.