La curva de la felicidad: por qué todo mejora a partir de los 50, según la ciencia
La infancia y la madurez tardía son las edades en las que podemos considerarnos verdaderamente felices, según un estudio científico
Al alcanzar los 50 la felicidad comienza a florecer, nuestras expectativas se centran y nos sentimos más satisfechos con nuestros logros
"A medida que nos hacemos mayores nuestros cerebros se vuelven más resistentes al estrés, experimentamos menos remordimientos, somos emocionalmente menos volátiles y aprovechamos más el momento", explica Jonathan Rauch
¿Por qué siempre dibujamos caritas felices con la boca en forma de U para expresar alegría? Porque en realidad la felicidad sigue ese patrón. Según una investigación de los economistas Andrew Oswald y David Blanchflower, los picos de nuestro bienestar se dan en dos momentos concretos de nuestra vida: en la infancia y en la madurez tardía.
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Aunque muchos ni siquiera lo recuerden, somos mucho más felices en la niñez, cuando nuestro conocimiento de la vida real es más superficial. Después de los 20 años tendemos a sentirnos más infelices y emprendemos la línea descendente de esa U, hasta llegar a la crisis de los 40, cuando nos cuestionamos nuestra vida, nuestros logros y nuestro futuro. Pero a partir de los 50 la silueta vuelve a ser ascendente. Somos capaces de disfrutar más de los pequeños detalles y disponemos de las herramientas que nos permiten enfrentarnos a los vaivenes de la vida.
Un cambio de valores lento y gradual
El periodista Jonathan Rauch corroboraba esta tesis en la BCC. El prestigioso autor de 'La curva de la felicidad: por qué la vida mejora después de los 50' cayó en una profunda crisis de insatisfacción tras cumplir los 40, a pesar de tener salud, dinero y amor en proporciones generosas. En realidad "no es una crisis, es una transición de la mediana edad", atestigua. Lo describe como un "cambio de valores lento y gradual, perfectamente natural pero bastante desagradable, que tiende a pasar en los 40. La buena noticia es que tiene un fin".
"A medida que nos hacemos mayores nuestros cerebros se vuelven más resistentes al estrés, experimentamos menos remordimientos, somos más positivos, somos emocionalmente menos volátiles, aprovechamos más el momento, conectamos mejor con la gente e incluso tenemos cierta protección frente al daño emocional causado por la pérdida de salud", explica Rauch, quien para escribir su libro entrevistó a economistas, psicólogos y neurocientíficos.
Felicidad floreciente a los 50
Una vez que se alcanzan los 50 años, la felicidad comienza a florecer, nuestras expectativas se centran y nos sentimos más satisfechos con nuestros logros. El famoso estudio que la Universidad de Harvard realiza desde hace 80 años sobre la felicidad también apunta a esta dirección: a partir de los 60 la gente es más feliz.
"Creemos que es porque tenemos el sentido de los limites de la vida y de que la muerte es algo real y eso nos hace más felices, porque cambiamos nuestras vidas. Nos quitamos obligaciones de encima, amistades que no nos hacen felices o reuniones que no nos gustan", explica el psiquiatra Robert Waldinge, uno de los directores de este trabajo.
Está claro que no todo el mundo va a tener una tercera edad apacible. Nuestra salud puede deteriorarse y vamos perdiendo a nuestros seres queridos. Además, otros factores como pueden ser un divorcio el desempleo o una enfermedad grave pueden obstaculizar nuestra felicidad. Pero si obviamos esos problemas, la U se mantiene. "Hacia los 60 y 70 se supone que vamos a ser miserables y resulta que es una de las épocas de la vida más emocionalmente gratificantes y satisfactorias", añade Rauch.
Menos estrés con la edad
A medida que cumplimos años nos estresamos menos y reducimos el riesgo de que el cortisol cause estragos en nuestra salud física y mental. Otro estudio de la Penn State University demostró que los factores estresantes diarios y la reacción negativa de las personas a esos factores disminuye con la edad.
Los investigadores de la Penn State analizaron durante 20 años datos de la vida diaria de más de 3.000 adultos que tenían entre 25 y 74 años al inicio del estudio. Comprobaron que a medida que sumaban años tenían menos estrés. Por ejemplo, las personas de 25 años informaron factores estresantes en casi el 50% de los días, mientras que las personas de 70 años informaron factores estresantes solo en el 30% de los días.
"Una persona de 25 años es mucho más gruñona los días en que experimenta un factor estresante, pero a medida que envejecemos, realmente descubrimos cómo disminuir esas exposiciones", apuntaba el profesor David Almeida, que dirigió el estudio. La edad en la que las personas se ven menos afectadas por la exposición al estrés es a partir de los 50. No es que todo nos resbale más entonces, es que nos enfrentamos a las cosas de forma más madura y eso nos ayuda a distinguir lo que de verdad importa.
Las marcas y los uppers con dinero para gastar
Las marcas saben que la generación silver actual poco tiene que ver con aquella visión en la que los mayores se quedaban encerrados en casa. Ahora los sénior son activos y les gusta viajar, cultivar sus aficiones y probar nuevas actividades. Tienen más dinero para gastar y ganas de gastarlo. Así que las empresas cada vez les tienen más cuenta en sus estrategias y proliferan los contenidos especialmente diseñados para conectar con ellos, que además cada vez son más: 16 millones de españoles tienen 55 años o más, el 33% de la población.
El 36% de las empresas dicen ter previsto desarrollar actividades específicas para los mayores de 55 años en los próximos años, según un estudio de Mapfre. Y muchas firmas ya no temen contar con personalidades senior en sus campañas publicitarias, como cuando Zara escogió a Angela Molina, de 67 años y con melena canosa al viento, para protagonizar su colección Thirteen Pieces. La vieja cantinela de que los mayores no aportan y no consumen no tiene ya sentido cuando suponen un 25% del PIB español. El consumidor sénior (y feliz) ha llegado para quedarse.