Aprovecha el encierro y pon a punto tu barba: cuidados básicos para dejarla perfecta

  • Mantén una rutina simple: hidratar una vez al día, lavar cada tres.

  • Usar muchos productos para cuidarla no es tan buena idea como piensas

Si eres de los que piensa a menudo en ese dicho secreto que dice que la barba es el maquillaje de los hombres, te habrás preguntado cómo cuidarla ahora que tu barbero de confianza tiene la barbería cerrada y tú solo tienes en casa esa maquinilla de pelo vieja que emite ruidos sospechosos. Bien, no todo está perdido. Con un poco de maña y un kit sencillo también se pueden hacer milagros: recortadora o peine, según tu tipo de forma; champú y aceite.

Antes de nada, tienes que saber esto: la barba debería cuidarse con tiento. Lavarla e hidratarla en exceso y cortarla todos los días solo conseguirá que acabes pareciendo un mapache o un cuadro de expresionismo abstracto.

Te contamos algunas rutinas simples para que su aspecto sea el de un gentleman y tus plantas no se avergüencen de ti en este confinamiento solitario.

Cortarla

Tu barba es una criatura libre, lo que significa que, por lo general, no todo el pelo crece ahí a la misma velocidad. Conocer cómo lo hace es importante.

Antes de cortarla o despoblarla, es importante (muy importante) que la desenredes, viejo amigo. No eres escultor, pero tienes un peine, que puede abrirte las puertas del cielo de los barbudos. Lo ideal es que la mano siga la dirección del pelo y deshagas los remolinos. Una vez peinada, verás dónde asoman los pelos sobrantes y en qué zonas han crecido más que en otras. La tijera deberías utilizarla como un pincel, con cortes suaves y alfilerazos que la vayan igualando. No te pases. Solo el barbero o una paciencia de artesano pueden darle el acabado profesional y el cuidado que necesitas, pero desde luego tú puedes ayudar mucho.

Si vas a descargártela con la máquina para regresar a esa longitud media o corta, recuerda utilizarla hacia abajo. Si lo haces hacia arriba te llevarás una tonelada de pelo y de paso habrás creado una estupenda carretera nacional.

El paso anterior también puedes hacerlo con un peine de púas y unas tijeras.

Lavar al monstruo

El consenso entre barberos y especialistas dicta que lo mejor es utilizar un champú especial, ya que el pelo de esa zona es más duro que el de la cabeza y necesita cuidados específicos. Este tipo de productos, si son de calidad, suelen respetar la composición del pelo y harán que se vea mejor y crezca más sano. Como siempre, cuanta menos química contenga el producto, mucho mejor. Si en la composición lees ingredientes como parabenos, sulfato de sodio o propilenglicol haz la señal de la cruz. El champú con ingredientes naturales (aloe vera o Karité) es tu mejor amigo. Si el presupuesto te lo permite, puedes utilizar también un exfoliante.

Lavarla cada dos o tres días es suficiente, por más que muchas guías digan lo contrario. Sécatela bien. La barba es maravillosa si está bien cuidada y perfilada, redime a los hombres, a los corderos les da mentones de lobo y caras más afiladas, pero no es ajena al crecimiento de las bacterias.

Hidratarla

No seas barbaplanista, de esos que rezonga y da la turra con que él no necesita ocuparse de ella. Los productos como el aceite o el bálsamo son útiles: la hidratarán, le darán un olor agradable y harán que se vea con un aspecto renacentista, brillante y cuidado. También te librarás del picor y regenerarás la piel que hay debajo (sí, tienes algo valioso debajo de la barba, aunque a veces no te lo parezca y los rayos del sol no hayan entrado ahí desde 1990). Ve sumando efectos a esta lista de milagros, como por ejemplo que una barba suave irrita menos la barbilla y los labios de tu pareja en ese beso furtivo de cuarentena. Cariño, por favor...

El precepto, una vez más, es simple: elige un aceite con componentes naturales. Evita la química como el mitin de un político. El número de gotas depende de la longitud de tu barba (2 para las cortas, 6 o 7 para las cortinas de ducha).

Extiéndelo primero en las palmas de las manos y luego aplícalo, siempre en sentido descendente; procura que los dedos también masajeen el interior, para que el aceite llegue a la piel que tienes debajo.