Pilar Justicia: "¿A qué edad es aceptable dejar de teñirse? Nadie debería decirme qué hacer con mi pelo, ni cuándo"

  • Justicia, @sueltateeltinte, ha pasado de pensar que llevar canas era algo "malo", como se pensaba en tiempos de sus mayores, a defender activamente la naturalidad y la belleza de la cana

  • Inició su transición blanca hace un año y medio, en el que ha ido viendo en su propio espejo (y tú a través de sus redes) su evolución. Su 'grey transition' acabó el 24 de diciembre.

  • "Porque algo que sé ahora y que no sabía entonces es que siempre vas a encontrar razones (que son más bien excusas) para no enfrentarte a tu miedo a no encajar, a ser rechazada o juzgada"

Periodista, escritora y 'activista capilar'. Se puede ser todas esas cosas. Eso es exactamente lo que hace Pilar Justicia desde @sueltateeltinte, la cuenta de Instagram en la que comparte su vida como 'Grey Pi'. Uppers ha hablado con ella sobre lo que significa dejarse las canas cuando tienes todos los elementos en contra, desde el momento profesional hasta los propios peluqueros, y, ¿cómo no?, el entorno cercano, que no opina con la palabra pero dirige silencios más que elocuentes ante una raíz gris. Pilar estuvo a punto de dejarse atrapar por la dinámica del teñido 'hasta que el pelo aguante'. Pero un día se dio cuenta de que la cosa no iba tanto de melenas como de prejuicios, tópicos, sexismo y edadismo. Y decidió que había que rebelarse y ayudar a otras personas.

¿Qué pensabas de niña cuando veías a alguien con canas?

¿La verdad? Que algo malo estaba pasando. Mi abuela paterna dejó de teñirse porque enviudó y perdió a un hijo muy joven, mi tío, en un accidente, en cosa de un año. Yo tendría unos cuatro o cinco años y lo recuerdo muy vagamente. Pero fue un golpe terrible para la familia, especialmente para mi abuela que nunca se recuperó de estas pérdidas. Imagino que desde entonces y de forma muy inconsciente he asociado las canas en una mujer al luto y a la tristeza... Aunque por otro lado, me parecía que su pelo era precioso, tan blanco y brillante.

¿Y cuando eras más joven?

Cuando era más joven creo que no pensaba en las canas. Solo pensaba en divertirme (risas). No sé tú, pero yo entonces no pensaba que envejecería o que muy pronto tendría canas. A los veintipico, me teñía por diversión, por cambiar de look, porque estaba de moda... Sin más.

¿Cuándo decidiste dejarte canas?

La decisión la tomé el verano pasado, en 2019. Aunque el runrún venía de unos meses antes.

¿Hubo algún hecho, alguna circunstancia que motivara tu decisión?

Fueron un cúmulo de circunstancias. Solo un año antes, en el verano de 2018, mi madre decidió dejarse de teñir, por un tema de salud. Tenía 66 años y siempre ha sido bastante presumida. Así es que su transición fue una sorpresa para mí. Últimamente, ya llevaba el pelo muy rubio, para poder disimular la raíz y espaciar más los tintes. Yo creo que ese color no le favorecía nada. Se veía muy artificial, sin brillo... Pero facilitó su transición. Descubrir su color natural fue toda una sorpresa: lo tiene casi todo blanco y le queda mucho mejor que el pelo teñido de rubio y, si no recuerdo mal, también le queda mejor que cualquiera de los colores por los que ha transitado durante estos últimos años. A partir de ese momento, de ver a mi madre con el color de pelo que más le ha favorecido desde que tengo uso de razón, comencé a hacer números. Y, aún siendo de letras, llegué a una conclusión: realmente, ¿me apetece seguir tiñéndome cada dos o tres semanas durante unos 20 años más?. Y tras ser 'disuadida' por un par de peluqueros/as comencé a hacerme la siguiente reflexión: ¿a qué edad es 'aceptable' dejarse de teñir? Lo siguiente ya fue casi rebeldía: nadie debería decirme qué hacer con mi pelo, ni cuándo.

¿Cómo fue la transición?

Muy difícil, al principio. Primero, porque tres de mis peluqueros de entonces no me apoyaban. Vivía a caballo entre dos países e iba cambiando de peluquería según el estado de mi raíz, la disponibilidad o lo que me quisiera hacer. Los tres coincidían en que me iba a ver mayor, que "todavía no". Así es que estuve un par de meses con raíz, sin saber muy bien qué hacer con ella. Si eres de las que te tiñes a menudo, ya sabrás lo incómodas que me resultaron esas semanas. Creo que ha sido uno de los peores momentos estéticos de mi vida, ¡jaja!

¿Cuál fue el punto de no-retorno?

Un día, caminando por la calle, me paré frente a una peluquería. Uno de los peluqueros estaba en la puerta y me acerqué para preguntarle si podía pedir hora. Él me preguntó -obviamente-: "¿color?" y yo le respondí: "No. No me quiero teñir más. Pero necesito ayuda". Y él me respondió con una sonrisa y una frase que no recuerdo y que me dio igual, porque sentí que por fin estaba en buenas manos. Fue el primer peluquero que no intentó disuadirme, sino acompañarme. Y esto facilitó el resto del proceso que, de todos modos, no me resultó nada fácil. Tengo el pelo muy fino y poca cantidad, así es que decidí hacer la transición a pelo o como le llaman las anglosajonas "cold turkey", es decir, dejando crecer la raíz. Estéticamente es una freakada. Pero a mí me terminó gustando el efecto y ahora me despierta mucha ternura ver a otras mujeres así por la calle. No les digo nada, pero les sonrío (ahora con los ojos, por encima de la mascarilla) por todas las sonrisas que eché de menos durante los primeros meses de mi transición. También decidí cortármelo bastante. Pensaba que así aceleraría el proceso, ¡jaja!

¿Qué momentos destacarías de esos meses?

Hubo tres momentos muy difíciles por muy triviales que parezcan: cuando me tuve que renovar el carné de conducir con una raíz gris incipiente pero visible, que me hacía sentir muy insegura y pensaba que sería espantoso verme así durante los próximos diez años; cuando estuve en dos procesos de selección, en ambos casos, en fases muy avanzadas, de la misma guisa y pensando -incluso antes de dejarme de teñir- que con 40 y tantos ya era demasiado mayor para que alguien quisiera contratarme, imagínate mostrando las canas con todo lo que yo creía que la gente podría percibir porque yo las mostrara (es dejada, está deprimida, es -más- mayor, etc); y, finalmente, cuando me tuve que enfrentar a un evento profesional presencial de cierta envergadura (porque yo ya teletrabajaba antes de la pandemia) y me daba una vergüenza sobrehumana que me vieran "así". En estas tres o cuatro ocasiones, estuve a punto de volverme a teñir. Y me alegro mucho de no haberlo hecho. Porque algo que sé ahora y que no sabía entonces es que siempre vas a encontrar razones (que son más bien excusas) para no enfrentarte a tu miedo a no encajar, a ser rechazada por ser diferente o a ser juzgada por tus decisiones ¿estéticas?

Hablando de eso, ¿crees que estás formando parte de un movimiento que supera la pura estética?

Superados estos momentos más críticos, creo que hay algo que va más allá del color del pelo. Lo pienso cada vez que una mujer me comenta públicamente o en privado que mi testimonio en @sueltateeltinte le ayuda a seguir adelante con su transición. Hay tres casos que siento casi como personales, porque parecía que no podrían sostenerlo y, finalmente, lo están consiguiendo. Una de ellas es mi hermana que tras decolorarse (y estropearse mucho el pelo), finalmente, decidió cortar por lo sano y terminó siendo totalmente canosa incluso antes que yo. También he ido sabiendo de otras mujeres que no han podido seguir con la transición. Y no pasa nada tampoco. Sé perfectamente que no es fácil y no tenemos que machacarnos tampoco si ahora no podemos con esto. A veces, simplemente, no es el momento.

¿Por qué el pelo, el color, el largo, en el caso de las mujeres es tan importante? Pensemos, por ejemplo, en la reciente polémica de Carolina Herrera sobre el cabello y la edad de las mujeres.

No tengo ni idea de por qué el pelo de la mujer es algo sobre lo que todo el mundo se atreve a opinar y sobre lo que nosotras, las mujeres, sentimos tantísima presión. Espero que se entienda la ironía. Es de lo que habla mi excompañera y amiga Ana Zaera desde su columna -en el diario digital Vilaweb- cuando dice que "Mis pelos son políticos", inspirándose también en el activismo estético de Desirée Bela. En el caso de las canas femeninas y, en mi contexto de mujer blanca privilegiada, he sentido que la cosa va de sexismo y de edadismo.

¿Ha cambiado tu vida? ¿Ha mejorado tu autoestima?

Creo que a mi autoestima le gustó mucho que una dependienta de unos 20 años en una tienda de gente joven y guapa (porque eso existe, ¡jaja!), me preguntara que dónde me hacía el color. Desde mi cuenta de Instagram he salido mucho del odioso espacio conocido como zona de confort. Me expongo como nunca creí que lo haría. Primero, para vencer mi miedo a la crítica. Y la autocrítica te aseguro que es la peor de todas. Pero, sin planearlo, me he dado cuenta de que exponiéndome y compartiendo mis cosas de canas estoy ayudando a otras mujeres. Y eso es un regalo que he recibido por atreverme a hacer algo que no tenía muy claro que fuera necesario hacer: documentar mi transición y abrirme en canal en una red social.

Otras cosas chachis que han pasado durante este último año es que la artista madrileña Ana Musma, me contactó también a través de Instagram para incluir mis canas en uno de sus proyectos virtuales durante la cuarentena (@calendario_raices); inspirar una columna de Ana Zaera, o mi reciente colaboración con la marca @lr3_community en la que he salido definitivamente de mi zona de confort y toda su periferia, sacando a pasear a una diva interior que no sabía que existía bajo estas canas, ¡jaja!

¿Qué consejo darías a todas esas personas que están valorando dejar el tinte?

Que tengan muy claro por qué quieren hacerlo. Cada una tenemos motivaciones distintas para dejarnos de teñir. Y, para mí, fue muy importante recordar mi(s) motivacion(es) en los momentos en los que flaqueaba. Yo quería dejar de depender de la "tiranía" de la raíz, tenía un peso insoportable en mi vida y me sentía muy mal cada vez que asomaba de nuevo, a los días de teñirme. Por otro lado, también sentía muchísima curiosidad por ver qué había ahí escondido. Y ésta ha sido la parte más lúdica del proceso, que también puedes vivirlo así, como un juego, para llevarlo mejor. Otra cosa que hice, al principio, fue aprovechar la distancia geográfica de mi entorno habitual. Y llevarlo discretamente. Cuando ya no quedaba más remedio que salir de mi refugio capilar y para evitar comentarios que pudieran afectarme avisaba: "me estoy dejando de teñir, porque no puedo más y porque siento curiosidad por ver cómo me quedan las canas". Y, normalmente, recibía muestras de apoyo. Y silencios, claro, ¡jeje!

¿A veces somos nuestros peores críticos?

Es muy fácil decirlo ahora que ya he pasado por esto, pero si hubiera tenido la posibilidad de darme un consejo a mí misma en esos momentos me hubiera dicho: "No pasa nada. Es solo pelo. La gente no está tan pendiente de tu raíz y de tus canas como lo estás tú. Si no te gusta, te puedes volver a teñir. Pero merece la pena intentarlo, porque está claro que teñirte constantemente te produce incomodidad, frustración e inseguridad".

¿Y a las que están en plena transición? ¿Qué es lo que van a encontrarse?

Yo les diría que tengan paciencia y que traten de disfrutar el proceso. A mí, los primeros meses se me hicieron eternos. Creo que estaba tan pelocéntrica que era insoportable, ¡jaja! Hasta que llegó un momento en el que hice clic y empecé a descubrir la nueva textura de mi pelo (mucho más suave y abundante) y los matices de mis canas, que cambian también según la ropa que llevo puesta o de la luz. Comencé a disfrutar de la transición y a dejar de estar pendiente de los demás. Lo más curioso es que ahora que aún me quedan algunas puntas teñidas, me está dando pena cortarlas y terminar con una de las etapas de mi vida de las que me siento más orgullosa. Por haberme atrevido y por todo lo que me ha traído, como conocer a mujeres maravillosas por todo el mundo en la misma situación o como estar aquí en una entrevista, que me hubiera gustado leer cuando comencé.

Temas