Historia de un 'placer proscrito': quiénes siguen fumando puros en España

  • La edad media del fumador de puro ronda los 50 años

  • Un buen estanco te puede ofrecer puros a 1,50 euros, Cohibas de 42 euros o incluso un Behike edición especial de 375 euros

Toca hablar de un placer proscrito, el puro, y nos acercamos a dos auténticos templos del habano, Pasión Habanos y el Club de los 100 Puros, para comprobar que quienes disfrutan de este hábito, han convertido su calada en pretexto para citarse con la cultura, la gastronomía o la vida misma. Llenan su conversación de anécdotas, confidencias y reflexiones. No es fácil decidir cuánto tiene de emoción y cuánto de liturgia este arte de fumar en puro que Guillermo Cabrera Infante definió como "la gloria en la tierra". Para estos hombres y mujeres, es el disfrute de todo un estilo de vida que incluye saborear y apurar cada instante.

La edad media del fumador de puro ronda los 50 años. Aunque la leyenda del puro la han escrito artistas y políticos, aquí hay abogados, jueces, periodistas, jubilados, curritos, farmacéuticas… Hablan del habano con pasión, de su origen cubano y de cómo se crea toda una obra de artesanía. Cada ejemplar es único, torcido a mano siguiendo una técnica centenaria. La magia empieza en el momento de cortarlo y encenderlo, todo un ritual en sí mismo.

Observamos, además, cómo el puro se ha adaptado a los tiempos. "Los tradicionales maridajes del habano con cognac, brandy o ron siguen vigentes, pero están llegando nuevas propuestas y armonías con el mundo de la coctelería, las cervezas artesanas o los vinos de Jerez. Son algunas de las opciones que enganchan con el habano y demuestran la versatilidad de este producto, que permite ser disfrutado en diferentes momentos y con diferentes compañeros”, nos cuenta Manuel Gutiérrez, vicepresidente del Club de los 100 Puros. Y con él empezamos este encuentro con el placer en estado puro.

Manuel Gutiérrez: “No es lo mismo un habano jugando al mus, que tumbado en un sillón”

Este apasionado del habano puede hacer del gesto de encender un puro una ceremonia tan minuciosa y sofisticada como la del té en Japón o tan sencilla y elemental como cuando un paisano enciende su faria para acompañar al carajillo. Habla al tiempo que corta o perfora la perilla, es decir la parte que se llevará a la boca para aspirar sin esfuerzo. Luego da calor continuo y suficiente en la boquilla o pie, que es la parte abierta del puro y por donde se enciende. "El fumador de puros -aclara- no suele tragar el humo. Saborea la fumada, la mezcla de hojas, el aroma y luego lo expulsa".

Inevitablemente, en la conversación van asomando los entresijos del habano. Cada ejemplar guarda los suyos. "No es lo mismo un habano jugando al mus, que tumbado en un sillón leyendo un libro. Hay puros de fumada rápida, para un aperitivo, y otros de fumada lenta, de dos horas, para el partido de fútbol o la corrida de toros. Todo depende del momento y del entorno. Yo, por ejemplo, solo fumo por las tardes, pero cuando estoy en La Habana me resulta imposible no encender un puro con el daiquirí de la mañana".

Adentrarse con Manuel en el universo de los puros es similar a poner un pie en un viñedo. Cuenta que tienen su añadas, sus cosechas buenas y menos buenas y sus diferentes zonas de producción. Hay puros dominicanos, canarios y de muchas otras regiones del mundo. "Pero, sin duda, los habanos, producidos en Cuba, son los de mayor prestigio y, en general, los de mayor calidad. Son hechos a mano, absolutamente artesanales y sin ningún producto añadido que no sean las hojas de tabaco que componen la tripa y la capa. Es como una hoja de acelga enrollada sin más. Más ecológico, imposible".

¿Algún secreto para distinguirlos? "El aroma. Es una de las cualidades que distinguen a un buen puro. Otra es el color y la consistencia de la ceniza en la fumada". Dice que en España, que es el segundo consumidor de puros, se puede encontrar la más amplia gama de puros del mundo, más incluso que en EEUU, que, siendo el primer consumidor, no tiene fácil acceso a los habanos. "Un buen estanco te puede ofrecer puros a 1,50 euros, Cohibas de 42 euros o incluso un Behike edición especial de 375 euros. En general, tienes un buen puro por 10 euros y un habano extraordinario por 16".

Imposible despedirse sin preguntarle por una de las exigencias más conocidas del puro, su maridaje. ¿Qué consejo nos daría? "Es una cuestión de gustos y estos son muy variados. Un buen ron o whisky de malta, un Pedro Ximénez. Muchos lo acompañan de gin-tonic y los hay que disfrutan más del puro con una cerveza".

Paula González: “Sigue llamando la atención una mujer con un puro entre los dedos”

Fumó su mejor habano, un Trinidad Vigía, junto a un compañero de trabajo en un paladar de La Habana, en la zona de Miramar, y acompañado de un daiquirí frappé. "¡Espectacular! Con vistas a las aguas cristalinas del Caribe. Sin lugar a dudas, el mejor habano que he fumado". Así cuenta cómo descubrió el placer del puro, precisamente en esta tierra caribeña: "Cuando estaba en la universidad, hice un viaje a Cuba con unos amigos extranjeros y uno de ellos se compró un habano. Sentí curiosidad y al día siguiente compré yo uno para acompañarle en su momento copa-puro en una playa de Varadero".

Estuvo años sin volver a probar un habano. Hasta que, casualidades de la vida, le surgió un trabajo de marketing en el sector. "Inevitablemente, renació ese placer". Para ella, cualquier puro que caiga en sus manos es un envite a conocer la historia de la marca, quién la fundó, la razón del logo, en qué condiciones y año, y cómo ha ido evolucionado a lo largo del tiempo. "Sin duda, hay una gran historia detrás de todas las marcas de habanos. Todas tienen algo que contar. Cuando compras un habano no sólo estás comprando un cigarro único por las características de la tierra en el que se cultivado. Cada uno tiene su propio encanto".

Paula asiste a catas exclusivas para mujeres que se celebran en Madrid y en Barcelona. A diferencia de otros fumadores, no sigue ningún ritual. "Escojo ocasiones especiales y el momento que me apetece. Sin rituales ni postureo. La clave es la compañía". No puede evitar que a la gente le llame la atención una mujer con el puro entre sus dedos, que se le acerquen y pregunten… "¡Como si este mundo del placer del habano estuviese reservado para el hombre".

Pedro Merino. El testimonio de una pasión heredada

De casta le viene al galgo. Así fue en el caso de Pedro, socio de Pasión Habanos. Casi por herencia. "Mi padre y mi abuelo fumaban y los habanos siempre han estado presentes en casa. A diferencia de un cigarrillo corriente, un habano nunca se fuma por rutina. Al contrario, se busca y se planea el momento. No se traga el humo. El placer está en saborearlo y disfrutar de la fumada". Como buen conocedor del habano, lo primero que hace es ver el tiempo del que dispone. A partir de ahí, elige la vitola (el tipo de habano) que fumará. "Según el momento del día o si la comida será más o menos contundente, elegiré la fortaleza y el habano a fumar".

Para él, el deleite del puro es solitario. Es su momento y no pide más compañía que el habano. "No significa -matiza- que no disfrute fumando con gente que empieza o con buenos amigos, grandes aficionados como yo. Me gusta fumarlo con brandy y vinos del marco de Jerez o con cualquier propuesta de cata que hacen en las actividades del club, que van desde champagne hasta whisky, pasando por vermú, jamón o foie-gras".

Su mejor anécdota le traslada a Cuba, junto a uno de los vegueros o cultivadores más famosos del país, Iván Máximo. "Nos invitó a comer en su ranchón y pasar el día en su vega de San Luis, en Vuelta Abajo. Aprendimos el proceso del habano, desde la semilla hasta que la hoja es enviada a la fábrica, al tiempo que una conversación irrepetible sobre las cosas pequeñas y grandes de la vida".