Cancelar un divorcio: cómo saber si no te estás equivocando al volver

  • Sylvester Stallone y Jennifer Flavin se reconcilian un mes después de anunciar su separación y cancelan el divorcio

  • A veces se puede volver por dependencia emocional; si los límites están difusos, hay siete señales que indican si el amor está roto o debemos dar marcha atrás

  • Cuando estamos en proceso de separación o divorcio, existe la posibilidad de solicitar legalmente la reconciliación para que el matrimonio vuelva a ser efectivo

Apenas un mes después de separarse, Sylvester Stallone y la empresaria Jennifer Flavin han decidido darse una nueva oportunidad como marido y mujer, después de una larga conversación en que ambos, según el representante del actor, lograron superar sus diferencias. De esta manera, la pareja, que lleva 25 años casados, con más de 30 de relación, y tiene tres hijas en común, ha decidido dar una nueva oportunidad a su relación, como muestran las redes sociales de Stallone.

A todos nos gusta una reconciliación. Casi siempre parece una buena noticia, pero ¿y si la pareja en cuestión se estuviera equivocando? A veces, es la dependencia emocional (y en muchos otros casos, económica) la que nos obliga a dar marcha atrás. Cuando los límites entre la voluntad y la necesidad están difusos, hay siete señales que, según los expertos en terapia de pareja, nos pueden ayudar a determinar si la reconciliación es o no es una buena idea.

No hay confianza

Este el principal síntoma de que una pareja está rota. La confianza nos aporta bienestar, la sensación de que somos queridos, estamos protegidos y, por tanto, podemos iniciar nuevos proyectos porque formamos parte de un equipo. Cuando eso se rompe, es muy difícil que vivamos una relación placentera porque estaremos en guardia y no disfrutando de la relación.

La infidelidad es la primera causa que nos viene a la cabeza cuando pensamos en pérdida de confianza, pero no es la única. Cuando se oculta cualquier hecho relevante relacionado con el trabajo, las finanzas, la educación de los hijos o algunas cuestiones de salud o estilo de vida (decir que no fumamos cuando sí lo hacemos, por ejemplo) la confianza se va erosionando. De repente, esa persona adquiere una dimensión negativa porque ha sido capaz de mentir u ocultar algo importante para la estabilidad familiar o de la pareja.

No hay complicidad

Dicho de otra manera: el buen rollo brilla por su ausencia. En cada pareja, la complicidad se declina de diferentes formas, pero hay señales sutiles (a veces nada sutiles) que muestran ese índice cómplice. Si entre ellos hay cierta agresividad verbal, tienden a magnificar los fallos del otro, en sus conversaciones abundan los reproches o no respetan los turnos de palabra... no puede hablarse de complicidad.

El lenguaje no verbal es importante aquí. ¿Cómo se sientan en público? ¿Hay cercanía entre ellos? ¿Hay gestos de cariño o se percibe cierta rigidez?

Dinámicas tóxicas

Indudablemente, hay personas tóxicas. Pero, a veces, no son las personas, sino la dinámica de pareja en la que han entrado. Lo cierto es que los años sí pueden pesar en forma de agresividad más o menos latente, falta de respeto, codependencia o roles poco adecuados que pueden impactar en la pareja.

Lo peor en este caso es cuando se ha interiorizado y normalizado. El daño está hecho y cada día crece un poco más, aniquilando constantemente las posibilidades de recuperar la relación.

No hay voluntad de cambio

Con los años todos cambiamos, forma parte del proceso de la vida. Algunos cambios vienen impuestos y otros son voluntarios, motivados por la propia experiencia y las ganas de mejorar. Estos últimos requieren cierta introspección, disciplina y esfuerzo, y no todo el mundo está dispuesto a vivir la aventura. "Estar bien" es uno de los argumentos más habituales para no querer cambiar y puede ser letal para la pareja.

Un adagio inglés dice que "el matrimonio son dos columnas en un mismo templo". Cada 'columna' soporta una parte del compromiso y si hay cambios en la manera de afrontarlo, lo lógico, para que el 'edificio' no se derrumbe, es que la otra parte también cumpla su parte de responsabilidad.

Distinta evolución, distintos sueños

Si se cambia o evoluciona de manera distinta, lo lógico es que los nuevos proyectos también sean distintos. Es importante que los sueños sean compartidos porque renunciar a ellos tiene un coste altísimo y el balance puede ser el de una vida mal vivida.

Estar solo cuando antes todo se hacía a dos puede dar vértigo, pero es preferible ser sincero con uno mismo o con la otra persona antes de hacerse daño.

El sexo no existe o no funciona

La sexualidad puede ser un motivo de ruptura. A veces porque no hay sexo (o no hay sexo compartido) y, otras, porque es una manera de manipular al otro, hacerle sentir mal si no le apetece o no siendo receptivo a los deseos o los problemas de la otra persona. Esto es especialmente crítico durante la menopausia, un momento en el que el deseo sexual se ve alterado y para el que es necesario encontrar un cómplice que ayude a solventar esos trastornos. Por su parte, a partir de los 50, los hombres pueden empezar a padecer disfunción eréctil. La biología no ayuda en esta etapa, pero sí se puede reinventar el sexo a dos, aunque puede ser complicado si los dos miembros de la pareja no están convencidos.

En cualquiera de los casos, el reto es superar la situación y buscar una relación mucho más empática y sana.

Se rompió el amor

Admitir que el amor se ha roto requiere cierta valentía. No somos dueños de nuestros sentimientos y mucho menos de los demás. Cuesta asumir que nuestro modelo de pareja ha cambiado mucho en los años de convivencia y que está completamente desgastado. Vivir o no con ese nivel de desgaste depende de las expectativas de cada persona. Pero no podemos mentirnos indefinidamente: la infelicidad se nota. Todos conocemos a personas que trabajan 24 horas, que siempre están fuera de casa, que nunca encuentran tiempo para compartir con los suyos... En ese caso, mejor dar el paso y admitir lo ineludible: quieres a esa persona, podrá contar contigo toda la vida, pero ya no deseas vivir con ella como tu pareja. Paradójicamente, estos adioses son los más difíciles.

¿Y si ya nos hemos divorciado o separado y queremos volver?

Si nada de lo anterior te afecta y tienes claro que prefieres retomar la vida en pareja y aún no hay sentencia de divorcio, podemos solicitar la reconciliación, el medio legal por el que las partes comunican juzgado que es su voluntad libre el reanudar la convivencia, reactivando los efectos de su matrimonio entre las partes. Por tanto, es el medio de reactivar el lazo matrimonial previamente suspendido por el proceso de separación.

La reconciliación se puede pedir en tres momentos claves: tras las medidas provisionales (pero siempre antes de que se dicte sentencia de divorcio o separación), tras la sentencia de separación y durante la tramitación del divorcio.

Tras las medidas provisionales, la solicitud de reconciliación es viable, dejando sin efecto los acuerdos respecto a los hijos, vivienda o reparto de responsabilidades. El vínculo matrimonial se retoma como si no hubiera pasado nada.

Después de la sentencia de separación, se puede realizar la solicitud de reconciliación porque en la separación no se extingue el vínculo matrimonial, solo se deja en pausa, a espera de que la decisión de separación definitiva se revoque o no. Durante la tramitación del divorcio es posible dar marcha atrás y reactivar el vínculo matrimonial. El Código Civil regula ambos casos en los artículos 84 y 88, respectivamente.

¿Cómo nos reconciliamos legalmente?

Parar los trámites de separación o divorcio se realiza a través de una solicitud de reconciliación. Se trata de un escrito por el que los interesados comunican al juzgado su deseo de reconciliación conyugal con el fin de no continuar con los trámites de separación o divorcio. Esta solicitud debe ser comunicada por ambas partes al juzgado, para que se puedan iniciar los tramites de la reconciliación matrimonial.

El juez citará a ambos esposos a ratificar ese deseo en reconciliarse. Durante este trámite, el juez tratará de probar que el deseo de reconciliarse es espontáneo, libre y voluntario, y dejará constancia escrita de que no existe coacción o presión de ningún tipo, por el que esté obligado a realizar este trámite. Este trámite se recogerá en un acta de ratificación de reconciliación y posteriormente el juzgado emitirá un auto por el que reactivará el matrimonio.

Si la pareja se había separado legalmente, volverá a activarse el vínculo matrimonial, cesará la suspensión de convivencia establecida por la sentencia de separación y, si estaban en proceso de divorcio, dejará sin efecto su deseo en extinguir el vínculo matrimonial, el cual quedará vigente. Es decir, se vuelve a estar en la misma situación previa a cuando se iniciaron los trámites de divorcio o separación.