Las tres razones por los que los segundos matrimonios fracasan: "Casarse con los amigos no funciona"

  • Estás a punto de casarte de nuevo, pero una vocecita interior te dice que quizá no es tan buena idea; ¿y si estuvieras en lo cierto?

  • Para el psicólogo Stephen J. Betchen, la soledad pesa y la sociedad nos empuja a vivir en pareja, pero el roce no siempre hace el cariño

  • Cuando una pareja se casa porque son buenos amigos, la falta de deseo y de intereses comunes abre la puerta a nuevos amantes, al tiempo que cortocircuita la amistad

Te casaste una vez, no salió bien y te divorciaste. Con los años, encontraste una segunda pareja y todo va bien. Tan bien que estáis pensando en planes de boda. Pero una vocecita interior te susurra que quizá no es tan buena idea. Los años de matrimonio te han dejado escaldado y ahora no sabes si las inseguridades están condicionadas por esos años o quizá hay razones de peso que desaconsejan que vuelvan a pasar por el altar o por el juzgado.

No eres el único o la única que sientes cierta zozobra sentimental. La intuición es poderosa, pero, además, hay más que intuición o sensaciones, sino argumentos reales que cuestionan la decisión de casarse por segunda vez. Algunos de ellos han sido recopilados por Stephen J. Betchen en Psychology Today.

Por estar acompañado

La soledad pesa y la sociedad nos empuja a vivir en pareja. Algunos estudios, incluso, afirman que un matrimonio duradero protege del alzheimer. Parece conveniente matizar: un buen matrimonio protege de muchas cosas, ¿pero uno malo? El roce no siempre hace el cariño. Con la edad, de hecho, las manías crecen. El que empezó siendo el mejor amigo durante unos años, quizá no evolucione como un buen compañero.

Si lo que os mueva a dar el paso es el miedo a la soledad, puede haber contraindicaciones. "Está bien ser amigo de tu pareja, pero si intentas ir más allá, puede que te lleves una desagradable sorpresa", asegura Betchen. "He visto a un montón de amigos casarse y pronto descubren que no hay pasión entre ellos ni intereses comunes. Estas relaciones dejan la puerta abierta a los amantes y a la desaparición de su amistad", asegura el psicólogo.

Por no desentonar con el entorno (casado)

Hay personas que llegan a los 50 sin saber muy bien lo que quieren. Su vida ha sido una constante de aciertos y errores. Muchas de sus decisiones están basadas en el mantra 'es lo que te toca'. Es cierto que los años nos dirigen a un tipo u otro de experiencia, pero si no tienes claras tus prioridades, si no sabes lo que quieres en la vida o saber lo que quieres en la vida ni tampoco lo que eres, puedes verte empujado a tomar decisiones trascendentales a la par que equivocadas. Una de ellas es el matrimonio, ya sea en primeras o segundas nupcias.

Hacer del matrimonio la consulta de un psicólogo tiene mucho de temerario. No solo descubrirás que sigues sin conocerte y, probablemente, cometiendo los mismos errores que no consigues evitar, sino que también le harás daño a otra persona. Como pareja, podíais establecer 'zonas de seguridad'; como matrimonio, este perímetro de seguridad es casi imposible.

En definitiva, casarse para madurar puede meteros en un problema de difícil solución que solo cesa con otro divorcio en el horizonte o con una válvula de escape (salidas con los amigos, aficiones desmesuradas o búsqueda de terceras personas, entre otras estrategias) que ayuden a quitarle presión al matrimonio.

Por sentirse querido y deseado

La sensación de ser el objeto de deseo de alguien, y que ese alguien también te guste es impagable. Pero el deseo sexual tiene fecha de caducidad. De hecho, se evapora mucho antes de lo que pensamos. Casarse con quien más nos desea o a quien más deseamos no hace que el matrimonio prospere. Todo lo contrario. El deseo se perderá -algunos especialistas afirman que en torno a los cinco años de relación- y surgirán otras personas que sí serán capaces de encender la llama.

Según Stephen J. Betchen, las relaciones de pareja duraderas deben mantener un equilibrio entre los deseos físicos, mentales y emocionales. Un buen matrimonio apoya, protege y satisface a las personas que lo integran. Esa red de beneficios mutuos va alimentando los distintos niveles de la relación. La prueba infalible es pensar en las últimas veces que se ha mantenido relaciones sexuales. ¿Cómo eran las sensaciones antes, durante y después? Para el experto, hay que pensar de manera razonable en el nivel de satisfacción, no solo física, sino también emocional, y analizar después si es así cómo queremos pasar los próximos años, que, además, pueden ser los últimos de nuestra vida.