Muerte a las aplicaciones, lo nuevo es volver al bar para ligar: "Soy una firme defensora del flirteo real"

  • La psicóloga y sexóloga Ana Castro Liz organiza encuentros cuyo primer reclamo es una cata de cinco cervezas. El amor corre a cargo de los participantes

  • Por su empeño en que triunfe el amor, podría ser la versión femenina de Carlos Sobera en 'First Dates', pero sin cámaras

  • Frente a la eclosión de aplicaciones virtuales, es una firme defensora del flirteo real, el de siempre, ahora con canas y el bagaje de los 50

¿Cuántas ranas hay que besar hasta encontrar al príncipe azul? Aunque este es el título del primer libro de la psicóloga y sexóloga Ana Castro Liz, resultó también la pregunta que le hacían insistentemente los lectores que acudían a la boutique erótica de Lugo, su tierra natal, en la que lo promocionaba. Esto era en la primavera de 2016, curiosamente cuando Mediaset estrenaba el programa de citas 'First Dates'. "¿Cuántas ranas?" "¿Y sapos?", le preguntaban. Era evidente que sus parroquianos necesitaban un rescate urgente y, sin pensarlo, se decidió a montar su propio formato de encuentros. Igual que este espacio televisivo, empezó a organizar encuentros en los que los participantes tenían la oportunidad de disfrutar de un encuentro y decidir después si continuar quedando o no.

Pero añadió un detalle más a estos eventos, por cierto, muy cinematográfico. Ese primer vis à vis tenía que ser breve, igual que en la película 'Siete minutos', dirigida por Daniela Fejerman en 2009. Le gustó la idea y la adaptó. "Igual que los protagonistas de esta comedia romántica, un grupo de personas de lo más variado se irían encontrando de dos en dos y en siete minutos decidirían si estaban frente al amor de su vida. La fórmula es simple: citas rápidas y gente que quiere conocer gente, huir de la soledad y encontrar el amor. Un encuentro breve es suficiente para decidir si una persona te ha gustado y desearías una segunda cita o si prefieres pasar al siguiente pretendiente", explica.

Saturados de citas virtuales y perfiles engañosos

Castro Liz está convencida de que funciona y da fe de ello: "Se van formando parejas e incluso he asistido a alguna boda". En marzo de 2020, a punto de celebrar una de sus exóticas cenas, la pandemia interrumpió su oficio de casamentera, algo que, según asegura, hace por pura vocación y de manera totalmente altruista. Las cuarentenas, el confinamiento y las restricciones provocaron una búsqueda virtual del amor a la desesperada aprovechando la eclosión de aplicaciones de citas. Las estadísticas nos hicieron creer que nunca más volveríamos a ligar en la barra del bar, pero dos años después Castro Liz ha comprobado que estamos saturados de perfiles, filtros, algoritmos, horas de cribado y seducción a golpe de teclado para finalmente no dar con alguien ni siquiera medianamente interesante.

Es verdad que cada vez más gente fía a las aplicaciones la búsqueda del amor, pero también lo es que el 12% de las parejas que se encontraron de este modo rompen antes de cumplir su tercer aniversario. Sopesando éxitos y decepciones, ánimos y desánimos, la psicóloga preparó la vuelta con una nueva propuesta que inaugura esta primavera bajo el sugerente nombre de 'Cata de cervezas para solteros'. El maridaje no puede tener mejores ingredientes: cañas, citas y expectativas de amor. La cerveza calma la sed y levanta el ánimo. Con moderación, previene la depresión, fortalece los huesos, protege el corazón, previene la demencia y el envejecimiento y reduce el estrés. Y por si fuese poco, le añadimos el elemento universal del amor, aunque luego se quede en puro flirteo.

Celestina vocacional en pleno siglo XXI

La respuesta que están teniendo este tipo de eventos deja claro que, después de dos años sin contacto y hartos del Tinder, había ganas de volver al bar, trasnochar y alternar con personas que acabamos de conocer, de salir de la endogamia de los grupos burbuja y de mirarnos algo más de lo estrictamente necesario. Es la conquista en su forma más tradicional. Sencilla, pero fascinante. Castro Liz es una especie de Celestina moderna empeñada en que triunfe el amor y convencida de que la forma más auténtica del coqueteo, las citas y el flechazo ocurre cara a cara, en el cruce de miradas o en una conversación, más que dejando la elección en manos de una pantalla. "Es una manera de pasar un buen rato en la que uno se muestra tal y como es, sin filtros, sin falsos perfiles, sin necesidad de aparentar un estándar de belleza y, sobre todo, sin la cobardía del anonimato", insiste.