San Valentín, a favor y en contra: así afecta a las parejas celebrar o ignorar el día de los Enamorados

  • No todas las parejas conmemoran esta fecha, que algunas ven como una imposición comercial

  • Carmelo (52 años, a favor), y Luis (54, en contra) nos explican el porqué de sus posturas y cómo repercuten en sus respectivas relaciones

  • Una psicóloga nos ilustra además acerca de la importancia de los ritos y de exteriorizar los sentimientos, aún sin fecha concreta

El odio es lo contrario del amor, y como es de amor de lo que trata San Valentín, evitaremos decir que Luis (54) odia el Día de los Enamorados. No, no lo odia. Le tiene tirria, gato, manía; le desagrada, le repatea y lo critica sin compasión. "Jamás he celebrado San Valentín", anuncia, así de entrada. Y luego sigue: "Es como el Día de la Madre: un invento creado simplemente para que se consuma más. Me considero una persona cariñosa, pero no me lo planteé nunca, ni si quiera al principio, cuando mejor estaba con mi pareja. Nunca me ha gustado". Y prosigue con el argumento que es de esperar: "Si estás enamorado, cualquier momento es idóneo para regalar una rosa, una caja de bombones o invitar a cenar".

Ya sin freno, y recurriendo a una comparación inapelable, añade: "Es como el Día de los Difuntos: ¡vamos todos al cementerio a recordar a los muertos! Pero ¿por qué? A los muertos se les puede recordar todo el año. ¿Por qué tiene que haber aglomeraciones el 2 de noviembre? Como está instituido… Pues no. A los muertos uno va a verlos cuando tiene necesidad o le apetece. Y si no quieres ir, no pasa nada. Esto me parece similar: si estás enamorado y de buen rollo, ¿qué importa el 14 de febrero?".

"En Reyes no nos hemos regalado nada"

Luis lleva 25 años casado, y a su esposa, Sara, sí le gustaría celebrar la romántica fecha. No es una furibunda defensora del patrón del amor, pero opina que cualquier excusa es buena para expresar tan bello sentimiento. Según ella, ¿qué tiene de malo aprovechar ese día para tener un pequeño detalle con tu pareja? Negarse categóricamente a ello, opina, es casi tan impostado como festejarlo por norma.

No cree, sin embargo, que el manifestarse a favor o en contra deba derivar en un conflicto de pareja; además, después de tantos años de convivencia, admite que en parte se han mimetizado. "En Reyes no nos hemos regalado nada", concede Sara (53). "Es estúpido el salir corriendo a comprar algo. Es tontería. Somos demasiado prácticos".

Con todo, el "jamás" que nos espetó Luis al principio es relativo: recuerda que con su primera novia algún detalle que otro tuvo por San Valentín. "A ella le gustaba, y si yo no le regalaba algo a lo mejor le sentaba mal; pero como sí le regalaba… Era un poco obligado. Era una relación diferente, porque ella vivía en su casa y yo en la mía, y cualquier evento era una excusa para juntarnos… Cuando estás conviviendo a diario con una persona, ¿vas a celebrar algo especial en San Valentín? Depende de la relación. También influye la edad. Cuando eres más joven, ese tipo de tontadas te van más; no podías estar un puente sin salir, y si no salías eras un fracasado. Pero llega un momento en que te planteas si salir o no y prefieres quedarte en casa, y tan felices".

"Ese día es como cualquier otro"

Carmelo (52) encarna el polo opuesto: lleva seis años de relación con su pareja y nunca han conmemorado juntos San Valentín. Es su chica quien no le ve la gracia. "No soy el típico tío empalagoso —nos dice—, pero sí me apetecería aprovechar ese día para hacer algo especial". En sus anteriores relaciones siempre lo celebró, y cuando a los pocos meses de empezar a salir con Nerea (48) afrontaron su primer 14 de febrero juntos, le sorprendió que ella no manifestara ilusión al respecto.

"Aquel primer San Valentín le propuse salir a cenar a un restaurante romántico —recuerda—, y ella rechazó la idea: me dijo que veía ese día como cualquier otro. Que es forzado. Por supuesto, que es un invento de los centros comerciales. Que los restaurantes estarían llenos, de modo que tendría mucho más encanto salir a cenar cualquier otro fin de semana. Ella cuestiona incluso el origen de la festividad: ¿tenía el santo algo que ver con el amor de pareja? Dice que es un montaje", cuenta Carmelo.

"Aun así, yo ya le había comprado un regalo, y cuando llegó el 14, se lo di. Ella se quedó como: 'Vaya, pues yo no te he comprado nada'. Se sintió incómoda, y como a mí en el fondo tampoco me va la vida en ello, y soy de los que piensan que los conflictos que pueden evitarse hay que evitarlos, he terminado cediendo".

El papel social de San Valentín

Lo cierto es que el Día de los Enamorados genera dinámicas complejas. Es cosa de dos, y como todo lo que atañe a más de uno, debe guiarse por el acuerdo. No puede celebrarlo uno y el otro no; no puede regalar uno y el otro no. Por otra parte, está tan implantado en la sociedad, y la publicidad a su alrededor es tan feroz, que rechazarlo puede dejarle a uno a ojos de terceros como poco romántico o desatento con su pareja (aunque en la intimidad le lleve a diario el desayuno a la cama). Muchos lo celebrarían si no lo vieran como una obligación. Para enredar más el asunto, cabe admitir que dedicar un día al amor es bonito. Como dice Carmelo, "al final optas por lo que crees que es mejor para tu relación".

A la hora de expresar cariño, lo ideal es el equilibrio entre la espontaneidad y los ritos, afirma Elena Daprá, psicóloga experta en terapia de pareja. Los segundos son especialmente importantes, dice, "porque hay parejas muy cenutrias que no tienen vida en ese sentido. Este tipo de fechas les dan la oportunidad, casi socialmente, de que tengan algo especial. Si no lo tienen, se aburren", explica.

¿Celebración u obligación?

"Si yo entiendo que por estar juntos todo lo demás viene dado, y me quedo ahí, eso aboca al aburrimiento. Lo vemos a diario en consulta: personas que están enamoradas, que no quieren estar con nadie más, pero cuya relación ha caído en el hastío. De las personas nos cansamos. ¿Qué la hace especial? Lo que hacemos. Si no hacemos nada, nada la hace especial. Con San Valentín se obligan a dar un refuerzo a la otra persona, al demostrarle que es querida".

Si a las dos personas les apetece hacerlo, salir a cenar o intercambiar regalos en tan señalada fecha es positivo: supone echar condimento a la relación, que en Psicología se trata como un ente propio, y no como la suma de dos amantes. "Para decir ‘te quiero’ o expresar el cariño de cualquier modo no se necesita un día especial", subraya Daprá. "En todo caso, se necesitará un día especial en pro de la relación, no de los sentimientos mutuos. En terapia trabajamos con tres elementos: los dos miembros de la pareja y la relación, como ente propio". Es decir: si se celebra, que no sea en beneficio de los miembros de la pareja, sino de ese ente que, juntos, han creado.

Exteriorizar los sentimientos

Sea en San Valentín o en cualquier otra fecha, expresar a la otra persona que estamos coladitos por ella es de capital importancia. Hay gente que amparándose en que es de naturaleza fría o poco efusiva, prefiere esconder la cabeza. ¿Puede aprenderse a exteriorizar el cariño? "Al final se trata de tener habilidades sociales", dice Elena Daprá. "Es parte de la inteligencia emocional. Hoy en día mucha gente no lo exterioriza porque lo interpretan como implicarse demasiado, y eso no está de moda; está de moda el no implicarse".

Esto explicaría también por qué, en general, los hombres somos menos dados a fomentar el romanticismo. "Directamente lo interpretan como: 'Vaya estupidez", asegura la psicóloga. "Es un tema social y cultural. Me acuerdo de que cuando era pequeña había una serie que se titulaba 'Los hombres no lloran'. Desde ese punto de vista, el Día de los Enamorados es un sentimentalismo que no puedo permitirme como hombre porque se me vería vulnerable".

Solución: buscar el término medio

Desarrollar las habilidades que permiten expresar todo el amor que llevamos dentro pasa, antes que nada, por ser capaces de visualizar las conscuencias de no hacerlo. "Si no lo exteriorizas, tiene unas consecuencias, y si lo exteriorizas mucho, puede tener otras. Todo, por defecto o por exceso, puede ser un problema, y más con las emociones. Ante todo, hay que tener empatía para conocer lo que demanda la otra persona", señala la experta.

La discrepancia (en este y en cualquier tema de pareja) solo se resuelve mediante la negociación. Elena Daprá: "Puedes decir: 'Vale, este año lo celebramos; el que viene no, ¿te parece?'. O bien: 'Vale, no celebramos el 14 de febrero, pero el martes nos vamos a cenar a un buen restaurante, ¿te apetece?'. Es negociación pura y dura". Hasta en el amor hay que regatear...