Recuperando los bailes lentos: consejos de un maestro para volver a seducir en la pista

  • Sergio Dalma tenía clarísimo por qué había que bailar pegados. El psicólogo Luis Tejedor le da la razón

¿Qué ha sido de los bailes lentos? Irrumpían alrededor de la medianoche. Iluminación tenue, cuerpos agitados, aproximaciones insinuantes, anhelos de romance, algún desengaño y pretensiones que a veces se hacían añicos. Bailar apretados, o pegados, como diría Sergio Dalma. La intención se ajustaba bien a las necesidades juveniles y poníamos a prueba nuestro potencial de atracción. El deseo sexual era contagioso, pero no todos eran elegidos.

Algunos ritmos latinos, como la bachata, permiten hoy esa misma proximidad sensual. Luis Tejedor, psicólogo, sexólogo y maestro de la seducción en su escuela www.egolandseduccion.com, cree que, en general, cualquier baile es una expresión de nosotros mismos y una forma de comunicación bilateral”. Sin embargo, insistimos. Queremos darnos el capricho de rescatar los bailes lentos y esos momentos álgidos de voluptuosidad. Puesto que no se prodigan demasiado en las discotecas, Tejedor, nuestro maestro ceremonias, nos propone algún lugar más privado, “siempre que hayamos generado la suficiente confianza y complicidad”.

Sentidos, emoción y razón, los tres pilares de la seducción

Admitiremos que, dada la falta de costumbre, sentimos cierta incomodidad. ¿Cómo era aquello de bailar lento? ¿Cómo crearemos esa atmósfera de persuasión misteriosa que nos permitirá generar en nuestra pareja sensaciones, emociones o razones? Tejedor aplica al arte de bailar lento la metáfora de los tres cables de la atracción y la seducción (sentidos, emoción y razón), cada uno con su propia intensidad de corriente, pero afectándose unos a otros sinérgicamente. “La seducción es el arte de proponer aquello que todavía no ha sucedido mediante la comunicación de sensaciones, emociones y razones”. A partir de esta sentencia, nos va dirigiendo en esos tres cables que acaba de mencionar generando en nosotros una expectación casi descocada.

1. Debes generar expectativa a partir de los sentidos

El maestro lo llama el 'cable sexual', el que crea sensaciones. “Podemos generar una expectativa de calidad sexual, proyectar cómo seríamos a nivel más íntimo a partir de cómo estimulamos cada uno de los sentidos para despertar el deseo”. Y nos detalla uno a uno, empezando por el olfato. En la cercanía de los cuerpos, este nos permite estimular a la otra persona con sensaciones envolventes y sugerentes que desde la distancia serían mucho más difíciles. En este punto, Tejedor hace un alto para prevenirnos del error de asfixiar a nuestra pareja de baile con un perfume excesivamente intenso. “¡Que nos guste a nosotros mucha cantidad no quiere decir que le guste a todo el mundo!”.

El segundo sentido que entra en acción en el baile lento es la vista. “Al acortar las distancias podemos contemplar rasgos y detalles que nos permitirán justificar por qué nos está gustando más esa persona. Un color de ojos, hoyuelos, un lugar en la comisura de los labios…” De nuevo, el maestro hace su particular recomendación para que esos elementos en los que nos fijamos sean precisamente los que el otro puede apreciar de sí mismo.

Uno de los elementos con mayor magnetismo cuando dos cuerpos se aproximan es el tacto. “Es importante -aclara Tejedor- respetar las distancias para que la otra persona no se sienta invadida. Con las manos, pero sin apretar, debemos transmitir convicción y firmeza. Con seguridad, igual que tocaríamos a alguien cercano. Bailaremos transmitiendo cómo seríamos en la cama. Es decir, cómo tratamos y cómo nos gustaría ser tratados. Obviamente, teniendo presente que en los momentos de intimidad todo necesitará de una expresión más explícita”.

Oído y olfato, y el gusto, cuando hay mayor intimidad, juegan un papel fundamental en el baile de parejas

La pista de baile, al aproximarnos, ofrece la posibilidad exclusiva de comunicarnos en un tono más pausado y sentido, diferente a cualquier otra situación o forma de diálogo. Entra en juego el oído y su inabarcable poder de seducción. “A medida que avanza la música, podemos expresar nuestra satisfacción, mensajes sobre cómo nos estamos sintiendo o sugerencias en cuanto a los pasos”. Su consejo es usar un tono relajado, incluso susurrante, que refleje la autenticidad del momento.

¿Y el gusto? ¿También puede participar? “Digamos que este sentido lo vamos a dejar solo a las personas que se hayan besado ya o cuando la relación o fase de seducción ya están avanzadas”, previene Tejedor.

2. Crea un juego de complicidades

Al bailar pegados, estallan emociones. La idea es que, en el intercambio de señales verbales y no verbales, se despierte la complicidad, la confianza, la provocación e incluso el romanticismo. “Nuestras miradas, formas de bailar y sobre todo los mensajes verbales ayudan a fomentar ciertas emociones positivas que nos resultarán ventajosas”, añade.

3. Transmite un interés

De los tres cables, este es el de las razones, el que va aún más allá, según el psicólogo, del erotismo y de este espléndido universo emocional que enciende un baile lento. “Todos -explica- queremos sentir que el tiempo que le dedicamos a alguien nos es útil. Además de erotizar, queremos aportar razones a la otra persona para que invierta tiempo en nosotros”.

Hasta aquí los tres cables. Ahora bien, ¿qué puede ocurrir si somos patosos con los pies o si hemos perdido el sentido del ritmo? “Entonces juega con tus debilidades”. Así de sencillo es lo que propone Tejedor. “Es mejor ser honestos y admitir que no somos buenos bailarines, pero no por ello dejaremos de bailar. Le pediremos que sea paciente comprensivo. Hay que reírse un poco de uno mismo”.

Independientemente de si hay o no atracción, el baile arranca como un deseo de disfrutar de la música y de sentirnos bien con una actitud respetuosa, pero de puro deleite. Mientras dura la canción, iremos buscando el consenso para ir de la mano hacia lo íntimo y siguiendo el mismo ritmo. “Es importante ser gradual, de menos a más, en los halagos, en las propuestas y, sobre todo, no hacer nada sin asegurarse de que la otra persona está de acuerdo. Se puede hacer con mucha sutileza: Por ejemplo, con una sucesión de frases que avanzan hacia lo íntimo”. Una vez que acaba la canción, la pareja percibe qué ha ocurrido y si se ha generado la intensidad suficiente. Sea cual sea el resultado, las lecciones de este experto han servido para recuperar mil anécdotas y lanzar una petición: ¡Que vuelvan los lentos!

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