Vacaciones a lo Robinson Crusoe: el español que organiza experiencias en solitario en una isla desierta

  • Docastaway, el proyecto vital y empresarial del malagueño Álvaro Cerezo, te ofrece la posibilidad de pasar unos días en una isla desierta en el fin del mundo.

  • Puedes ir acompañado, pero la idea es encontrarte a ti mismo buscándote la vida solo.

"Fui porque quería vivir deliberadamente; enfrentar solo los hechos esenciales de la vida y ver si podía aprender lo que ella tenía que enseñar. Quise vivir profundamente y desechar todo aquello que no fuera vida… para no darme cuenta, en el momento de morir, que no había vivido". La cita corresponde a la obra "Walden. La vida en los bosques" del filósofo y naturalista del XIX Henry David Thoreau, y resume bien el espíritu que llevó a Álvaro Cerezo a crear Docastaway. "La gente quiere escapar, vivir algo totalmente diferente. Cuando viajaba con mis amigos a islas remotas muchos querían volver, así es que me lo planteé como negocio". De eso hace 12 años, y ahora su empresa ofrece exactamente eso, perderse durante unos días en una isla desierta. Sólo tienes que enviarle un correo electrónico y plantear qué tipo de experiencia quieres vivir.

"Nosotros preparamos todo el viaje, recogemos al cliente en el aeropuerto, le llevamos a la isla, y de vuelta al aeropuerto el último día. Durante su estancia, permanecemos cerca de su isla y acudimos en caso de emergencia", cuenta Álvaro para quien la experiencia "te cambia la vida, pero no para que desees vivir solo para siempre, más bien al contrario: la gente siempre está deseando volver a la civilización y valora mucho más las comodidades", comenta Cerezo.

Experiencias a tu medida

La opción más auténtica que ofrece Docastaway son las aventuras en solitario. Experiencias donde te dejan en una isla desierta, y tú eliges hasta qué punto quieres vivir una experiencia extrema de supervivencia. Un teléfono de contacto será tu único asidero con la empresa, por si surgen problemas o decides que no lo puedes soportar. A partir de ahí, a buscarse la vida. Deberás proporcionarte el alimento, cazar, recolectar cangrejos u otros moluscos y crustáceos, pescar, encender fuego... todo lo necesario para sobrevivir en una isla desierta por tus propios medios.

El primer día y antes de partir hacia la isla, te proporcionan, si quieres, una tienda de campaña, las materias primas y utensilios necesarios para cocinar los alimentos, un fusil de pesca para intentar conseguir un aporte extra de marisco o pescado, y unas nociones sobre los peligros que puedes encontrar. Un 20% de las experiencias extremas fracasan, y hay que ir a buscar a los viajeros que no han soportado la prueba, pero hay otras personas que encuentran en este tipo de viajes exactamente lo que buscaban, y repiten la aventura en diferentes islas. "No hay que pasarlo mal por narices: esto son unas vacaciones. Es cierto que gusta probarse, pero lo primero es disfrutar y pasarlo bien. De hecho, hay islas por las que alguna vez pasa algún pescador, de tal manera que puede ayudar con algo de pescado o un poco de charla, que quizás no venga mal en pleno aislamiento", cuenta Álvaro.

Pero como no todos buscan experiencias extremas, los menos atrevidos pueden alojarse en modernas instalaciones perfectamente equipadas, luz, agua, duchas, aseos, camas... con la particularidad de evitar cualquier tipo de contacto con otras personas, en islas desiertas y en contacto directo con la naturaleza virgen.

Precios al alcance de casi todos

Lo más caro es llegar a los diferentes destinos, islas remotas de Indonesia o Filipinas. En algunos destinos se tarda hasta tres días en llegar, ya que las islas están situadas lejos de las capitales. El viaje corre de tu cuenta, pero una vez allí, los precios no son desorbitados. Por ejemplo, en la isla de Flora, en Filipinas, te puedes alojar en cabañas de bambú por 85 euros la noche, y se incluyen las comidas y los vuelos locales. En este caso la isla se comparte con un número reducido de visitantes.

Una da las propuestas con más demanda es la de la Isla del Lago Azul. Una isla desierta perdida en un rincón de Indonesia y rodeada de aguas transparentes de azul turquesa y coral. Hay que llegar a Kuala Lumpur o Yakarta, y desde allí la empresa se hace cargo de todos los traslados hasta la isla. Sin luz eléctrica, y absolutamente desierta, un lugar de ensueño para vivir una experiencia inolvidable. Su precio, 185 euros por persona y día. Las estancias están gestionadas por la población local, que trabajan como autónomos en colaboración con Álvaro, y esto permite que los precios sean tan asequibles para los bolsillos occidentales.

Aunque la empresa tardó casi tres años en despegar ahora iba viento en popa con cinco viajes contratados al mes y una media de 2.000 euros de gasto por cliente en 15 días de estancia. El coronavirus ha frenado en seco la progresión, pero esto no preocupa a Álvaro. "Creo que en cuanto reabran las fronteras la gente va a seguir viniendo, puede que la gente haya tenido más tiempo para pensar sobre qué están haciendo con sus vidas y busquen otra perspectiva", reflexiona.

Robinsones del siglo XXI

Hace 27 años, el australiano David Glasheen estaba a punto de cumplir los 50, vivía en Sídney, presidía una empresa dedicada a la extracción de oro en Papúa Nueva Guinea y su patrimonio ascendía a 29 millones de dólares. El 'Lunes negro' de 1987 su compañía se despeñó en la bolsa, su fortuna se esfumó y su mujer le pidió el divorcio. Esto desencadenó una crisis vital que hizo que en 1993 decidiera dejarlo todo y perderse en la deshabitada Isla Restauración, al norte de Australia. Con la única compañía de su perro, aprendió a vivir de manera diferente, construyó una casa, plantó vegetales y hoy fabrica incluso su propia cerveza. "He aprendido mucho en estos años, especialmente a tener en cuenta sólo aquellas cualidades que de verdad merecen la pena, como la honestidad, el respeto y la confianza. Las cosas sencillas…", declaraba en una entrevista al diario británico The Telegraph. A sus 76 años sigue viviendo en la isla, y no lo cambiaría por nada del mundo.

Ian Argus Stuart es uno de los primeros clientes que tuvo Álvaro. A los 64 años, este aventurero millonario voló a Indonesia en primera clase y tras alojarse en el mejor hotel de la ciudad, fue directamente a la isla desierta de Amparo con solo un machete y otros pocos artículos. Dormía todos los días en el suelo, a la intemperie, y buscaba su propia comida. Durante su experiencia, incluso comió un panecillo y un repollo que trajo la marea. A veces, cuando sus labores de supervivencia habían terminado, subía a la parte más alta de la isla para poder conectarse con la Bolsa de Londres y comprar y vender sus acciones. Ahora, con 70 años Ian ha viajado ya a seis islas desiertas y superado 180 días viviendo de la naturaleza.

A los 54 años, el empresario francés Gauthier Toulemonde pasó 40 días en una isla desierta en compañía de un perro, un gato, una gallina y un gallo. Esta vez el náufrago tenía un propósito concreto: demostrar que se podía dirigir un negocio teletrabajando desde cualquier parte del mundo. Usaba paneles solares para conseguir la energía de su ordenador y su conexión vía satélite. Para Toulemonde "esta pandemia nos ofrece una oportunidad excepcional para reinventar nuestra forma de vivir y trabajar, más en línea con la necesidad de preservar el medio ambiente. La situación de hoy me parece interesante porque tal vez nos obligará a reconsiderar nuestro modelo económico, nuestra forma de trabajar, nuestra forma de vida, simplemente", reflexionaba en declaraciones a The Conversation.