¿Tu hijo tiene que ir a juicio por divorcio? "Los niños deben ser ayudados por un profesional especializado en trauma"

  • Durante los juicios, es habitual que se actué sin tener en cuenta las necesidades de niños y jóvenes, los más vulnerables del proceso

  • Paradójicamente, las actuaciones judiciales que se ponen en marcha para intentar reparar el daño pueden acabar causando nuevos traumas

  • Cristina Cortés, psicóloga: "Deberíamos apuntar hacia la creación de un lenguaje común entre terapeutas, peritos y jueces"

A veces, en el núcleo familiar pueden darse situaciones que pueden requerir la intervención de los servicios sociales o del sistema judicial, una circunstancia que afecta mucho a niños y jóvenes. Es habitual que cada institución que interviene en el proceso maneje sus propios conceptos y tenga sus propios códigos y prioridades, muchas veces ajenas a lo que necesita alguien que está formándose como persona, como es el caso de los más pequeños, quienes terminan convirtiéndose en los elementos más vulnerables del proceso.

Paradójicamente, las actuaciones que se ponen en marcha para intentar reparar el daño pueden acabar causando nuevas situaciones traumáticas. La comunicación y el entendimiento entre los profesionales clínicos y los jurídicos se revela fundamental para que la persona, sobre todo si se trata de un niño o una niña, pueda iniciar el proceso de superación de un trauma. ¿Cómo debemos actuar cuando en el horizonte hay un proceso judicial que implique a uno de nuestros hijos? Cristina Cortés, psicóloga infantil, explica las claves en las Jornadas 'Familia, Justicia y Trauma', organizadas por la Asociación EDMR (Eye Movement Desensitization and Reprocessing).

¿Actualmente, a qué se someten los niños que tienen que pasar por procesos judiciales?

La Convención sobre los Derechos del Niño, aprobada en 1989 por Naciones Unidas, recoge que la opinión de los menores sea tenida en cuenta en los procesos administrativos y jurídicos. Sin embargo, hay muchas formas de escuchar, interpretar y atender lo que dicen los menores. Además, partimos de la premisa de que los menores pueden hablar y relatar la experiencia que están viviendo. Sabemos lo difícil que resulta a los propios adultos hablar de algo que los sobrepasa, en el caso de un niño esa dificultad es mucho mayor. El cómo y la forma lo van a hacer desde estructuras y significados diferentes a los adultos. Por otro lado, los procesos judiciales provocan más dolor y desconcierto en los menores llamados a comparecer ante la justicia, que a los adultos. Por otro lado, los procesos judiciales provocan más dolor y desconcierto en los jóvenes cuando no se atiende el dolor que viven y éste continua después del proceso.

¿Qué cosas deberían cambiar?

Es muy importante la forma en la que se recoge el testimonio, ya que debería ser atendido por especialistas en psicología del desarrollo y en trauma, para poder dotar de un significado adecuado a las declaraciones y a los silencios.

¿Cómo deberían actuar los padres para sobrellevar este trámite?

Hay que valorar lo que es más seguro para el menor, si el menor está preparado para participar en el proceso judicial y desde ahí propiciar las condiciones más seguras. En los conflictos entre los padres debemos ser conscientes de lo difícil que es para un niño o niña poder emitir una opinión sobre uno u otro, o narrar cosas que han sucedido si presienten que puede romper el vínculo que mantiene con cualquiera de ellos.

Es muy importante la forma en la que se recoge el testimonio para poder dotar de un significado adecuado a las declaraciones y a los silencios

¿Hacia dónde deben apuntar las reformas legales en favor del menor?

Hacia una especialización en psicología infantojuvenil y psicología del trauma y a comprender las respuestas esperables en esas circunstancias. A crear las condiciones más seguras, donde el niño pueda declarar como la cámara Gessel, a espacios y formas que preserven la seguridad, no solo física, sino también emocional.

¿Hasta qué punto es importante la coordinación entre todas las partes?

Deberían apuntar hacia la creación de un lenguaje común entre terapeutas, peritos y jueces. Hacia un proceso donde no se pierda el impacto del proceso en los menores, y que estos no sean utilizados por los abogados en sus defensas. Los intervinientes en los juicios, jueces, fiscales y abogados que se ocupan de asuntos de familia y casos de menores, van a influir en el futuro de ese menor, en la visión y la confianza que desarrolle sobre la justicia.