El método de Harvard para negociar en las empresas que puede serte útil con tu hijo adolescente

  • Cuando el salón de casa es el escenario de la enésima batalla campal entre padres e hijos, Harvard y su método de negociación acuden al rescate

  • El método de negociación de Harvard rompe con las estrategias agresivas, impositivas, o de defensa y ataque

  • Según este método, hay que superar los prejuicios individuales, especialmente los que afectan a la otra parte, y estar dispuesto a atacar el problema y no a la persona con las que negocias; es decir, tu hijo

Hay días que el salón de casa se convierte en el escenario de la enésima batalla campal entre padres e hijos adolescentes. Pero evitar el conflicto de manera efectiva es posible con un protocolo que garantiza el éxito de la negociación. Palabra de Harvard.

Otro método Harvard

La famosa universidad norteamericana acude de nuevo en nuestra ayuda. Si antes nos enseñó a quedarnos plácidamente dormidos en minutos, ahora nos enseña a negociar. El método de negociación de Harvard es, originalmente, un proyecto creado en la Escuela de Leyes de Harvard en 1979 por el antropólogo social William Ury y el profesor en derecho Roger Fisher para resolver conflictos siguiendo una serie de principios. En 1981 publicaron un libro, llamado 'Getting to Yes: How To Negotiate Agreement Without Giving In', en el que explican los principios básicos de la metodología y cómo llevarla a la práctica.

Positivo para todas las partes

El método de negociación de Harvard rompe con las estrategias agresivas, impositivas, o de defensa y ataque. Su objetivo es promover colaboraciones entre las partes involucradas con el propósito de llegar acuerdos de beneficio mutuo a través de debate estructurado en base a objetivos claros y precisos.

Se trata de una metodología flexible, que no se limita a un campo en específico. Como señala Ury y Fisher en su libro, la negociación basada en principios “puede ser utilizada por diplomáticos de Estados Unidos a la hora de mantener conversaciones sobre control de armas con Rusia; por abogados de Wall Street que representan a 500 empresas y por parejas que quieren decidir cualquier cosa". Y sí, también entre padres e hijos cuando la cosa se pone fea. Estos son los cuatro pasos ineludibles.

1. Separa a la persona del problema

A los seres humanos nos gusta sentirnos dentro de un grupo. También somos emocionales y tendemos a forjar creencias según nuestra experiencia y nuestro nivel de socialización.

En situaciones de conflicto con otras personas, es probable que perdamos las buenas formas, precisamente, por mezclar, inconsciente o voluntariamente, las razones objetivas del problema con emociones personales asociadas al conflicto. Sin embargo, en la negociación de Harvard esto no puede ocurrir: debes superar tus prejuicios individuales, especialmente los que afectan a la otra parte, y estar dispuesto a atacar el problema y no a las personas con las que estás negociando.

En un caso concreto: tu hijo lleva sin ordenar la habitación unos días y tu paciencia ha llegado al límite. La dinámica habitual es enfadarse y llamar a tu hijo desordenado. Para Harvard, separar a la persona del problema sería decirle que tiene que arreglar el desorden de la habitación. Ser desordenado es algo negativo. Poner solución al desorden nos convierte en el héroe del día.

2. Concentrarse en los objetivos

En una negociación, lo habitual es que se enfrenten posiciones diferentes y hasta opuestas. Tras esas posiciones hay una necesidad real que satisfacer o un problema por solucionar.

El método Harvard propone perseguir el interés, con independencia de las posiciones. La idea es que ambas partes puedan mantener parte de su posición a cambio de solucionar el problema. ¿Cómo se hace? Volvamos al salón de tu casa, tú quieres abrir la ventana para que entre aire fresco y tu hijo cerrarla para que haya corriente. Ninguno de los dos cedéis. ¿Cuál es la solución? Abrir la ventana de la habitación de al lado y dejar las puertas abiertas. El aire se renueva y no hay corrientes. En este caso, se concilia, se logran los dos objetivos sin perjudicar a nadie.

3. Persigue el win-win (ganar ambas partes)

En la negociación de Harvard es importante entender los intereses de todas las partes, así como lograr acuerdos que sean beneficiosos para todas las partes. Sin embargo, en un contexto de tensión, encontrar estas alternativas no es necesariamente un proceso sencillo y por eso Fisher y Ury proponen distintas acciones para lograrlo.

La primera es no juzgar las propuestas. Hay que ser creativo en las opciones, sin opinar sobre ellas. Sé abierto con cada propuesta y piensa en los objetivos que realmente se persigan, en que sean beneficiosos para todos y en el largo plazo. No pienses en términos de vencedor o ganador porque la solución, entonces, no será sostenible y volveréis al punto de partida.

Volviendo a la habitación desordenada, el objetivo final es que tu hijo se comprometa a mantener la habitación en orden. Para facilitar la dinámica, crea una agenda flexible -dos o tres días en los que sea factible hacer la tarea- y, por tu parte, ofrece una alternativa: puedes ayudarle si ese día tiene muchos deberes o le ofreces cocinar su plato favorito. Tú ganas una habitación en orden y él, una cena rica.

4. Siempre criterios objetivos

Cualquier negociación siempre persigue acuerdos ventajosos para todas las partes. Sin embargo, si hay conflicto de intereses, el resultado debe estar basado en algún criterio justo, independiente de la voluntad de las partes. En el caso de una empresa, estos criterios o principios objetivos están presentes en reglamentos o contratos.

¿En una familia? Es algo más complicado. En este caso, priman las reglas de convivencia de cada familia, las que se han ido elaborando a lo largo de la convivencia. Indudablemente, se trata de la parte más compleja, ya que los criterios de los adolescentes y los adultos pueden ser muy dispares. Pese a esta diferencia y aunque no lo expresen aparentemente, los adolescentes sí saben reconocer las situaciones justas o injustas y el rol que juegan en ellas. Es decir, hablemos con ellos sobre lo que supone su actitud y las consecuencias de un entorno descuidado. Puede parecer que no hace caso, pero los argumentos calan. Hasta que lo hagan, paciencia, la cualidad que sobrevuela en todo el método de Harvard.