Alberto Soler, psicólogo: “Pedir perdón a nuestros hijos no es ninguna humillación”

  • ”Si queremos que nuestros hijos sean flexibles y reconozcan sus errores cuando los cometen, deberíamos ser nosotros los primeros en hacerlo”, aclara el experto

  • Soler asegura que los modelos autoritarios implican mayores problemas para la salud física y emocional a medio y largo plazo

  • “En ocasiones, esa dificultad para disculparse y reconocer errores lo que esconde es inseguridad y miedo”, refiere Soler

La educación en la época de nuestros abuelos y padres implicaba autoritarismo y una total falta de introspección frente a la posibilidad de aceptar errores y lamentar el daño causado a los hijos. En la actualidad, podemos hablar de mayor consideración en los métodos de crianza y de un respeto que no solo se dirige de los hijos a los padres, sino que se devuelve. Asimismo, los progenitores llegan a entender que sus actos influyen determinantemente en el papel que decidan cumplir sus vástagos.

Alberto Soler Sarrió, psicólogo y director del Centro de Psicología Alberto Soler, escritor y autor de libros como 'Hijos y padres felices: Cómo disfrutar la crianza' (Editorial Kailas, 2017) o 'Tengo un nudo en la barriga' (B de Blok, 2022), escrito junto a Concepción Roger, destaca como receta ineludible en las familias, criar con solemnidad y afecto, sin olvidar dar naturalidad al entendimiento y asunción de los propios fallos y al pedir perdón. A continuación, el experto desarrolla su afirmación.

¿En qué se suelen equivocar los padres a la hora de educar y dar alguna norma o directriz? Pueden usarse expresiones como "porque yo lo digo y basta", "soy el/la que manda", "tu deber es obedecer"... ¿Qué consiguen los padres haciendo ese “abuso” para pretender quedar por encima del hijo, muchas veces, aun sin razón?

 Todas las familias lo hacen lo mejor que saben y que pueden; todos nos equivocamos, yo el primero. A veces esas frases vienen del miedo a hacer mal las cosas, a ser demasiado permisivos y que eso acabe repercutiendo negativamente en nuestra criatura. Pero la realidad es bien distinta; los modelos autoritarios son los que implican mayores problemas para la salud física y emocional a medio y corto plazo.

¿Puede el padre o la madre creer que ejerciendo cierto "poder" logrará que su hijo ceda y obedezca?

 Sí, y no le falta razón. Siendo autoritarios al final los hijos obedecen. El problema es que no todo vale, y no todo lo que funciona es deseable. ¿Funciona tomarse un vaso de whisky para dormir? Sí, sin duda. ¿Es recomendable? No, en absoluto. Son soluciones fáciles que a largo plazo traen más dificultades de las que solucionan. Pues la educación autoritaria igual.

Para que un hijo respete de un modo sincero al padre/madre: ¿cómo diría usted que debe actuar el adulto?

Debemos aspirar a un estilo educativo en el que combinemos el afecto con la rectitud y el saber estar; ser capaces de poner límites desde el amor y el respeto. No por gritar más tenemos más razón. Liberarse de limitaciones y superarlas para mejorar.

¿Qué hay tras una discusión o un debate, donde la parte adulta se equivoca? En esos momentos, ¿cómo habría que proceder con el hijo?

 De un modo natural y con humildad. Si queremos que nuestros hijos sean flexibles y reconozcan sus errores cuando los cometen, deberíamos ser nosotros los primeros en hacerlo. Debemos ser su modelo.

¿Qué aprende el hijo cuando el padre acepta su propia equivocación y pide perdón?

Obtiene un modelo de flexibilidad que le ayudará a mostrar esa misma conducta en un futuro, tanto en el hogar como fuera de él. Desde luego, con el modelo contrario aprenderá lo contrario.

 Hay personas adultas a las que les cuesta más que a otras disculparse. ¿Existe algún ejercicio que les sea de ayuda?

En ocasiones esa dificultad para disculparse y reconocer los errores lo que esconde es inseguridad y miedo. Identificar modestamente nuestras limitaciones y trabajar diariamente para superarlas suele ser de ayuda.

¿Cuál puede considerarse una apropiada forma de pedir perdón a un hijo?

Es importante hacerlo sin dramatismos, ya que pedir perdón no es una humillación ni debería ser algo extraordinario. Es óptimo comunicarlo de una forma clara, cálida, expresando lo que ha ocurrido. Por ejemplo, una situación hipotética podría ser así: “Mira cariño, ¿recuerdas cuando te dije que no podrías quedar con tus amigos en lo que queda de curso? Pues olvídalo, te lo dije estando muy cabreado y me pasé cuatro pueblos. Pero eso no quita que te equivocaras al hacer/decir X. Entonces, vamos a buscar una solución para que no vuelva a ocurrir”.