Así era El Lerele, la casa en la que Lola Flores organizó fiestas memorables y pasó sus últimos días

Hace ya cinco años que El Lerele, tal y como lo conocimos, no existe. Fue una de las casas más famosas e icónicas de la farándula española, las paredes en las que vivió La Faraona, Lola Flores. La misma casa de La Moraleja en la que crio a sus hijos. Una mansión que en 2018 dejó de pertenecer al clan Flores. Un total de “626 metros cuadrados, cinco habitaciones, siete baños y un jardín de 2.000 metros cuadrados con piscina en La Moraleja”, como se describía en un portal inmobiliario.

Rosario la vendió

Su última propietaria fue Rosario Flores, que vendió la propiedad por 1.995.000 euros, casi un millón menos que el precio por el que estaba valorada en un principio. Una casa que pese a todos los recuerdos que tiene para el clan, como las fotos de Lola Flores y El Pescaílla en su entrada, “ya pesaba” a Rosario, explicó entonces su sobrina Alba Flores, que afirmaba que para sus primos, Lola y Pedro Antonio, “era una casa aburrida”.

El matrimonio llegó a La Moraleja a finales de 80, después de que la artista fuese acusada de fraude por Hacienda y tras deshacerse del que había sido el hogar familiar en la calle María de Molina. Allí bautizaron a la mansión como El Lerele, como su canción, y junto a ellos se fueron muchos amigos, bien es sabido que La Faraona abría las puertas de su casa a todo el que quería.

La casa en la que murió La Faraona

El Lerele fue testigo de grandes momentos de la familia Flores y esas fiestas icónicas y memorables que organizaba Lola. Sin embargo, también fue testigo de uno de los momentos más complicados del clan, donde la matriarca vivió sus últimos días antes de morir el 16 de mayo de 1995 por el cáncer de mama que padecía. En esa misma parcela murió dos semanas después Antonio Flores, en la cabaña que había junto a la piscina que se había construido para tenerle cerca y donde el artista componía.

Tras la muerte de El Pescaílla, tanto Lolita como Rosario Flores heredaron la casa y la dividieron en dos, aunque la pequeña acabó comprándola entera para luego reformarla y, finalmente, venderla pese a todos los recuerdos que esos cientos de metros cuadrados guarda sobre el clan Flores.