Doctor Arango, sobre el auge de las autolesiones en adolescentes: "Es muy importante que se sientan escuchados"

  • Se trata de una respuesta física que busca controlar el sufrimiento mental

  • El primer paso en las familias es, según los especialistas, “ser conscientes de que existe un problema”

  • Hablamos con jóvenes que sufren este problema: “Hay que pedir ayuda a los padres”

Está pasando cada vez más. Teniendo en cuenta que los estudios revelan que el 70% de las psicopatologías aparecen en la infancia y adolescencia y que la pandemia ha agravado el problema, las autolesiones como respuesta al sufrimiento íntimo también están aumentando. Los padres pueden asustarse y no estar preparados para actuar frente a algo así. Hablamos con expertos y con pacientes adolescentes para que nos expliquen lo que debemos saber para poder intervenir correctamente. 

Cifras alarmantes 

Según un estudio realizado por la Generalitat de Catalunya en 1.900 centros educativos durante 2022, un 26% de los estudiantes de entre 11-18 años se ha dañado físicamente alguna vez. También desde la Fundación Manantial se realizó un estudio en 2023, en el que el 11.7% de los adolescentes con ansiedad manifiestan autolesionarse “siempre o muchas veces”. 

Mónica (nombre ficticio), de 15 años y paciente del Centro Terapéutico Residencial Recurra Ginso, es una de ellos. Lleva tiempo en terapia y destaca que cuando se autoinfligía daño era después de periodos intensos de “miedo, soledad, tristeza o angustia”. Su familia se dio cuenta y la llevó al psicólogo y al psiquiatra. Ella prometía no volver a hacerlo, pero ante los picos de sufrimiento mental, la realidad es que volvía a recaer. “No busqué ayuda antes porque no identificaba que estuviese mal y la necesitase”, explica. 

Eso da cuenta de lo importante que es detectar a tiempo que hay un problema que tratar. “A quienes se autolesionan quiero decirles que busquen otras alternativas, que pidan ayuda a sus padres y vayan a algún centro terapéutico o a un sitio parecido para que puedan mejorar y no tengan necesidad de hacerse daño cuando se encuentren mal”, señala la joven, que ha querido participar en este reportaje con el propósito de ayudar a otros chavales en la misma situación. 

Luis (nombre ficticio), de 16 años, es otro de los casos que también se encuentra recibiendo tratamiento en el mismo centro. Él también llegó a un punto en el que se decidió a buscar ayuda. “Cuando me hacía daño sentía emociones fuertes, como la tristeza, el agobio, la ansiedad. Creía que no podía lograr lo que me propusiese y que era un inútil al que todos odiaban”, explica. 

Su familia le ayuda activamente en su proceso de recuperación, lo que es muy importante para tener fuerzas y no rendirse. “Los adolescentes deben pedir ayuda porque, aunque no lo crean, sirve de mucho. Pueden escribirlo o expresarlo verbalmente. Que no se guarden nada para ellos”, añade.

Detección temprana 

“Una buena prevención comienza por tener un buen vínculo con la familia y una buena comunicación”, explica el doctor Celso Arango, jefe del Servicio de Psiquiatría del Niño y Adolescente del Hospital General Universitario Gregorio Marañón y asesor clínico de Recurra Ginso. 

“En las familias donde se pueden comunicar los problemas, donde todos se reúnen y discuten aquello que les han ocurrido durante el día y que muestran interés, los hijos tienen una mayor sensación de sentirse escuchados o apoyados, y eso es muy importante para los adolescentes”, añade. 

Pistas previas 

En cuanto a las ‘pistas’ o síntomas que pueden indicar que un adolescente está teniendo problemas que no quiere o no puede aún expresar, Arango recomienda prestar atención a todo aquello que represente un cambio en lo que ha sido hasta ese momento. Algunos ejemplos podrían ser los siguientes: 

  • Bajada en el rendimiento académico
  • Ya no hace cosas o practica hobbies que le gustaban, como salir con los amigos o hacer deporte
  • Empieza a tener conductas anómalas, como llevar manga larga en verano (para ocultar cortes y marcas). 
  • Pérdida súbita de peso o un excesivo interés por todo lo que tiene que ver con los alimentos, como las calorías
  • El aislamiento social: Deja de comunicarse con la familia o amigos. 

Por otro lado, hay que estar muy atento a las propias palabras que use el adolescente en su día a día a la hora de relacionarse con su entorno. “No ha de banalizarse que el adolescente hable de la muerte o algo relacionado con ese tema, o de cierta desesperanza vital, que exprese que no hay futuro y rechace un proyecto de vida”, sostiene el doctor Arango. 

Buscar ayuda profesional 

Para hablar de cómo reaccionar frente a estas actitudes en los adolescentes, María Domínguez Bidagor, enfermera especialista en salud mental del programa ATRAPA (Acciones para el Tratamiento de la Personalidad en la Adolescencia) en el Hospital General Universitario Gregorio Marañón, diferencia dos ámbitos: el familiar y el profesional. 

En el ámbito familiar, suele resultar difícil para los padres entender por qué un adolescente necesita autolesionarse para hacer frente a su día a día. “Pese a que la primera reacción de las personas cercanas puede ser el rechazo, el enfado y la incomprensión ante una conducta tan desadaptativa, quizás sea el momento de preguntarse por qué y qué está pasando, mostrar preocupación y ser conscientes de que existe un problema”, explica la especialista. 

El primer paso es buscar ayuda profesional para estar cerca y “servir de apoyo no punitivo”. Es decir, dar cabida y reconocimiento al sufrimiento que el adolescente no está sabiendo poner en palabras para poder dejarse guiar por los expertos. 

Domínguez subraya la necesidad de permanecer atento a lo que suceder, ofrecer espacios para el encuentro o la escucha en ausencia de juicios y mostrarse disponible para atender las necesidades desde el cuidado y la ternura. 

“A lo que concierne el ámbito profesional hay que entender y atender la disregulación emocional en los adolescentes especialmente vulnerables que posiblemente se han desarrollo en un entorno no facilitador para integrar las emociones y las sensaciones y encontrar aquellas respuestas adecuadas a cada estímulo. Su desarrollo de estrategias anómalas para modular las emociones está muy presente. Son estrategias disfuncionales muy eficaces como las autolesiones”, clarifica. 

Para la enfermera es imprescindible desarrollar modelos de tratamiento adaptados a este tipo de patología y programas específicos de cara a posibilitar el aprendizaje de habilidades de regulación emocional. “En nuestro caso tenemos como modelo la terapia dialéctico-conductual que estamos llevando a cabo desde hace unos años, el Programa ATRAPA, en el que se atienden conductas que ponen en riesgo la vida, la continuidad del tratamiento y dificultan la calidad de vida. Asimismo, se favorece el aprendizaje de habilidades y la comunicación del adolescente con su entorno”, puntualiza.