El poder de saber cómo se conocieron tus abuelos: por qué es bueno construir una memoria familiar

  • Nuestra identidad no se entiende sin las historias familiares. Nos ayudan a levantar nuestra autoestima y, en tiempos difíciles como esta pandemia, nos aportan herramientas muy valiosas para salir adelante

  • Investigadores de la Universidad de Emory comparten un cuestionario de 20 preguntas necesarias para armar esa memoria y hurgar en nuestras raíces. Tú decides si lo usas con tus hijos en forma de juego o como base para iniciar un relato o una conversación

¿Cuándo vio el mar tu abuela por primera vez? ¿Tu bisabuelo fue uno de aquellos inmigrantes que viajaron a Argentina en busca de un futuro mejor? ¿Por qué solo los varones de la familia accedieron a la Universidad? Andrés, ingeniero industrial de 52 años, se siente dichoso de poder responder a cada una de estas preguntas y nos confiesa cómo le ayudó a construir su identidad tantas horas que pasó escuchando a su abuelo Agustín junto a la lumbre de su casa de El Tiemblo, un pequeño municipio de Ávila. "La chimenea de leña alimentaba el sistema de calefacción. Iba tras él cada vez que tenía que avivar el fuego y hablábamos hasta que este se desvanecía y las ascuas desprendían una luminosidad ocre. Entonces él aprovechaba y asaba unas castañas. Ese momento era mágico y moldeó mi personalidad".

El abuelo vivió la guerra civil, aunque de aquellos años solo contaba el ruido de los aviones o cómo saquearon las fincas familiares. "Nos desplumaron, decía con inmensa pena. Su hermano tuvo que esconderse varios días en un hueco del desván. ¿También le desplumaron?, le preguntaba yo. No exactamente, contestaba sonriendo y revolviéndome el pelo". Andrés supo también que la abuela Isabel le subía comida y que todos arriesgaron su vida. El sueño de la abuela siempre fue ver el mar y cuando cumplieron 25 años de matrimonio la familia viajó a Canarias. "A ella siempre le abrumó la verborrea de su marido, sobre todo porque este no escatimaba en detalles: cómo se conocieron, sus disputas cotidianas o el día que se regalaron ropa interior roja para celebrar la Nochevieja".

"Los recuerdos familiares nos hacen resilientes"

Ahora confiesa riendo que en aquellas conversaciones él se aprovechaba de su locuacidad para conocer las raíces familiares y todo tipo de pormenores. "Con 12 años me enviaron a un internado madrileño para seguir mis estudios y lo que más eché en falta fue la compañía del abuelo Agustín y sus relatos a la lumbre. Curiosamente, durante el confinamiento reviví ese mismo anhelo y sentí la necesidad imperiosa de hablar con mis hijos, de 17 y 21 años, y de contarles todas aquellas anécdotas sin más ruido de fondo que las ráfagas de viento sobre las ramas. Los recuerdos te hacen resiliente, no tengo la mínima duda".

Son testimonios reales de hombres y mujeres de carne y hueso que forman parte de nuestro pasado. Al transmitirlos empiezan a formar parte de la historia vital de quien escucha. Esa memoria es uno de los mejores legados para nuestros hijos porque descubren que la vida transcurre entre episodios prósperos y adversos y que siempre se encuentra el camino para salir adelante. Los psicólogos Marshall Duke y Robyn Fivush, profesores de Psicología de la Universidad de Emory, en Atlanta, llegaron a esta conclusión después de entrevistar a 48 familias y valorar cuánto conocían de su pasado familiar. Observaron que aquellos que daban más detalles sobre la vida de sus parientes puntuaban mucho más alto en seguridad en sí mismos, auotoestima, resiliencia e identidad propia. Sabían bien cuál era su lugar en el mundo.

Su conclusión es que es bueno ir construyendo una memoria colectiva en la familia. Los niños necesitan conocer la historia completa, incluso aquellos episodios menos agradables, porque ayuda a forjar su inteligencia emocional. Se trata de una herencia con la que cargamos y sería inútil tratar de ocultar. Y si un pariente trata de guardar secretos, Anne Ancelin Schützenberg, psicoanalista francesa, aconseja tirar del hilo. "Cuando algo no está del todo claro, entonces sigue buscando", dice.

Qué hacer con esa herencia familiar

Lo normal es que se integre en nuestra propia historia de modo natural. El escritor Javier Cercas se hizo esta pregunta y su respuesta tuvo como resultado un libro, El monarca de las sombras, en el que narra la crónica de Manuel Mera, su tío abuelo, durante la guerra civil española. Es una historia que ha tenido presente desde su infancia, gracias a su madre que "llevó también vivo su recuerdo".

El abuelo de Andrés era buen conversador y desde su humildad hacía un uso de la memoria, de los tiempos y de los escenarios tan magistral como Mario Vargas Llosa cuando recompuso en El paraíso en la otra esquina, la historia familiar de la feminista Flora Tristán y su nieto el pintor GauguinEl paraíso en la otra esquina,. Dos personajes con vidas contrapuestas que, a pesar de no coincidir en el tiempo y de luchar por ideales diferentes, compartieron una misma memoria autobiográfica. El ejemplo de la abuela imprimió el carácter del pintor y la pasión por traer el paraíso a la tierra.

Son esas historias las que nos sostienen en situaciones de estrés y Fivush insiste en ello: "Los relatos familiares compartidos fortalecen el vínculo emocional y ayudan a encontrar cierta congruencia en las cosas que ocurren sin sentido. Cuando no sabemos qué hacer, buscamos historias sobre cómo se las arreglaron ellos en el pasado. La narrativa ayuda a construir una capacidad compartida de resiliencia". Precisamente, la pandemia es una excelente ocasión para tejer esa crónica familiar, siempre de acuerdo con la edad de nuestros hijos o nietos y su capacidad emocional y cognitiva. Valen los momentos trágicos, pero también las anécdotas divertidas o absurdas. En sus trabajos, los psicólogos de Emory han detectado que los adolescentes y jóvenes están hambrientos de estas historias cotidianas o mundanas que les pueden ofrecen una sensación de estabilidad, continuidad y de valores duraderos. "Se van a dar cuenta de que no son seres autónomos, surgidos de la nada, sino que están incrustados en una larga historia familiar". Una rama más en el árbol de la vida.

Veinte preguntas para empezar el relato

El cuestionario que ellos pasaron a sus participantes puede servir de base para arrancar esas conversaciones que generarán historias asombrosas sobre nuestras raíces:

· ¿Sabes cómo se conocieron tus padres?

· ¿Dónde creció tu madre?

· ¿Y tu padre?

· ¿Sabes dónde crecieron algunos de tus abuelos?

· ¿Y dónde se conocieron?

· ¿Qué ocurrió cuando naciste?

· ¿Por qué te pusieron tu nombre?

· ¿Recuerdas algún detalle del día en que nacieron tus hermanos?

· ¿Con qué miembro de tu familia guardas más parecido?

· ¿Y con cuál te comportas mejor?

· ¿Sabes de dónde proceden tus parientes más cercanos?

· ¿Conoces alguna de las enfermedades que experimentaron tus padres cuando eran más jóvenes?

· ¿Te ha llegado alguna de las lecciones que aprendieron de una buena o mala experiencia?

· ¿Conoces alguna de las cosas que vivieron en su etapa de colegio?

· ¿Sabes de dónde procede tu familia?

· ¿Y alguno de sus trabajos cuando eran jóvenes?

· ¿Sabes si recibieron algún premio cuando eran pequeños?

· ¿A qué colegios asistió tu padre?

· ¿Y tu madre?

· ¿A alguien de tu familia el rostro se le congeló en un gesto de mal humor por no sonreír lo suficiente?