Evitar el abrazo en el reencuentro: tres historias reales sobre el momento más "difícil" de la fase 1

  • Con la llegada de la fase 1 de desescalada en muchas provincias, aparecen los primeros reencuentros enrarecidos por la falta de contacto físico. Preguntamos a varias personas cómo lo han vivido sin el soporte afectivo que este aporta

"Tengo miedo de en lo que me convertiré sin contacto (…), el tacto es nuestra manera de seguir", escribía V (la dramaturga Eve Ensler) en un texto en The Guardian sobre la deriva del bienestar emocional sin abrazos. La desazón que expresaba es palpable también en España. 60 días en estado de alarma que se hacen cuesta arriba sin una mano que agarrar o un hombro en el que apoyarse, especialmente para aquellos a quienes esto les ha pillado solos en casa -en nuestro país son 4,7 millones de personas las que viven así-. Para muchos, el lavado de cabeza en la peluquería o una cita con el fisioterapeuta se antojan como la única vía posible para recibir contacto humano hasta nuevo aviso.

"Somos una especie social, los abrazos y besos no son una costumbre; necesitamos el afecto y el contacto físico", explica a Uppers la psicóloga clínica y sexóloga Carme Sánchez. A través de estudios que datan de los años 50 hasta la actualidad se ha observado lo que la psicóloga corrobora: "Muchos niños en situación de orfandad y criados sin ese contacto físico familiar han presentado retrasos a nivel psicomotriz y madurativo". Y su importancia se extiende también a la edad adulta. Como recogía la revista referente de neurología Neuron en un artículo de Francis McGlone, Johan Wessberg y Håkan Olausson, la cercanía física y el contacto activan nuestro sistema de recompensa y bienestar y nos hace sentir más seguros. "En toda relación afectiva hay una parte eminentemente táctil, el tacto es esencial, el órgano afectivo más grande de nuestro cuerpo", subraya Sánchez.

Adentrados ya en la fase 1 de desescalada en gran parte del país y mascarilla mediante, se han dado las primeras reuniones y reencuentros enrarecidos. Estos, como recoge el BOE, deben ser de un máximo de 10 personas y respetando la distancia social de seguridad; sin besos ni abrazos. Preguntamos a varias personas cómo lo han vivido sin el soporte afectivo que brinda el contacto:

Reencuentro madre e hija

Yolanda (46) y su hija, también Yolanda (23), viven en Tarragona. La primera en Calafell con su pareja y sus hijos, en total cuatro, y la segunda en Llorenç del Penedes, a unos 10km de distancia, con su pareja. Desde que empezó el estado de alarma, su única forma de contacto ha sido a través de videollamada diaria. "Yo trabajo en un supermercado tres días en semana y también he estado trabajando telemáticamente y asistiendo a clases online de la universidad", cuenta Yolanda hija. "He hecho un confinamiento máximo y adecuado debido a que yo salía al exterior a trabajar y estaba 100% de cara al público. Más que por mí misma, lo decidí por ellos principalmente y por el bien común". En una familia "muy de abrazos" como la suya, dice que "lo más duro ha sido sentir a mi familia tan cerca pero a la vez tan lejos. He pensado diariamente en cómo sería nuestro reencuentro, si podría abrazarlos, tocarlos, sentirles cerca…".

Este 11 de mayo, en cuanto la fase 1 ha entrado en vigencia en su provincia, Yolanda y su madre se han reencontrado. "Al ver a mi hija lo primero que sentí fue que mi corazón se aceleraba como un potrillo desbocado, al mismo tiempo que los ojos se me humedecían al ver que ella sentía lo mismo. Un sentimiento bonito y puro que solo se puede sentir cuando se separan una madre e hija y luego se vuelven a reencontrar", cuenta a Uppers por WhatsApp. "Tengo muchísimas ganas de sentirla, los abrazos son la expresión más bonita del alma". Y añade su hija: "Grandes demostraciones de estar, querer y calmar. Ha sido un reencuentro difícil, diferente y duro".

60 cumpleaños sin contacto

A Mariana le ha tocado atravesar un cambio de década en una circunstancia peculiar. En su apartamento jienense en el que vive sola y del que apenas ha salido desde que se declarara el estado de alarma, ha podido recibir la visita con precauciones de su hija para celebrar su 60 cumpleaños. Aunque la situación ya lo permitía, su estado de salud como persona de riesgo a causa de un cáncer de mama que padeció ha hecho que tanto ella como su hija decidieran permanecer prudentes y encontrarse en el rellano, sin entrar juntas a casa.

"Reencontrarme con mi niña en mi cumpleaños y sin poderla abrazar ni besar me ha resultado chocante, extraño, pero el hecho de verla tan cerca después de tantísimo tiempo solo oyéndola ha sido muy gratificante. Siempre he sido una persona muy cariñosa, de dar abrazos y besos. Mis hermanos me decían de pequeña que era una pelota, pero no; las muestras de afecto son muy importantes para mí, con un buen abrazo no hacen falta palabras", cuenta Mariana por teléfono. "Este día lo he saboreado de otra forma porque mi hija me ha dado una felicitación y una bienvenida muy cariñosa y divertida, con una tarta, gorros y banderillas de decoración. Me ha hecho pasar unos instantes inolvidables y maravillosos. Aunque para mí no hay nada más grande que un abrazo suyo y no se lo he podido dar, nunca voy a olvidar este cumpleaños porque ha sido especial a su manera".

Reencuentro de pareja

Óscar (45) reconoce que él y su pareja no han cumplido con el distanciamiento social. Su primer día tras más de 50 sin verse en Sevilla, donde cada uno vive independientemente, ha sido "muy difícil". "Nos hemos visto en mi casa y nuestra intención era no tener contacto físico. Pero cuando te tiras tanto tiempo sin ver a una personas y la retomas, lo haces con muchas ganas de darle un abrazo. La sensación de volver a ver a alguien cercano es muy guay -yo no he salido de casa en todo el confinamiento, solo he visto a las personas que me traían la compra-", explica. "Con esto te das cuenta de que no hace falta hacer nada especial para estar a gusto. Tocándonos los pies o dándonos caricias y algún beso hemos estado fenomenal, aunque sabemos que no era buena idea. Al final hemos decidido hacerlo porque lo dos habíamos estado haciendo un confinamiento muy estricto y nos hemos sentido seguros. Ahora que retomaré mi negocio tendremos que replantearlo".

¿Tendrá consecuencias la pérdida temporal de los abrazos?

Si la ciencia avala el poder de los abrazos y el contacto físico sobre nuestro bienestar emocional, ¿qué pasará si su ausencia se prolonga en tantos casos? Los conceptos anglosajones touch starvation o skin hungertouch starvationskin hunger (hambre de piel) se usan para hacer referencia a este fenómeno de soledad y falta de contacto no deseada que puede propiciar ansiedad, depresión o insomnio.

Respecto a la situación actual, la psicóloga clínica Carme Sánchez apunta, en primer lugar, a nuestra gran capacidad adaptativa y a la temporalidad de la situación. "Si lo entiendes desde un punto de vista racional -'no lo puedo hacer por el bien común'- no tiene por qué suponer un problema ni acarrear secuelas; aunque sí puedan aparecer síntomas depresivos o de tristeza. Si se está pasando esto sin compañía en casa, a pesar de que no podamos abrazar a nadie, sabemos que en la mayoría de los casos no se debe a que estemos solos en el mundo, sino a algo circunstancial".

¿Cómo estar cerca evitando contacto? "Es importante intentar hablar mucho", explica. Ya sea de forma presencial en las provincias e islas que ya están en fase 1 o a través de la tecnología para aquellos que aún están separados. "Podemos intentar que esa parte de afecto físico que nos falta y pesa, se supla de algún modo con una nivel de afecto más verbal. Diciéndonos las ganas que tenemos de vernos, de darnos un abrazo o que nos queremos", concluye.